The Swan, conocido en la Latinoamérica con el título de El cisne, es el segundo de los cuatro cortometrajes de Wes Anderson disponibles recientemente en la plataforma de Netflix, basado en una colección de cuentos de Roald Dahl. A diferencia del primero, La maravillosa historia de Henry Sugar, que funcionaba dentro de sus respectivas regularidades con la presencia de Benedict Cumberbatch, este supera la cuota de gratuidad que se ha vuelto un sello estilístico.
De nuevo, Anderson demuestra su maestría para adornar el encuadre con la teatralidad de un payaso de circo, pero en medio de los malabarismos estéticos es un cortometraje que carece de gracia y está ocupado, mayormente, por dos personajes aburridos que resultan olvidables antes de concluir los 17 minutos que dura la fábula.
En esta ocasión, la trama adapta un cuentecito que Dahl escribió tras haber leído en el periódico un suceso real y que conservó en su cuaderno de anotaciones durante 30 años. El protagonista es un hombre que se llama Peter Watson, un hombre que narra el oscuro acontecimiento de su infancia, en el que es secuestrado por dos abusadores que se aprovechan de su ingenuidad para obligarlo a punta de rifle a acostarse en las vías de un tren que le pasa por encima (y sobrevive milagrosamente), además de que es obligado a servir como su perro faldero y a ser testigo del asesinato vil de un cisne que posa sobre un lago.
A través de un uso fatigoso del relato no iconógeno, Anderson cuenta la desdicha de ese sujeto elegante que rememora el episodio traumático de su infancia de una manera implícita, con la imagen trasera del principio de no duplicidad, con algunos golpes de efecto que se acentúan con la pragmática de los diálogos que trasladan mi imaginación hasta el incidente, pero, particularmente, con una ausencia de pujanza que se ilustra con un personaje de una sola dimensión que habla más de lo necesario y cuyo patetismo no me provoca ninguna emoción significativa cuando esboza su reflexión de mayoría de edad sobre las consecuencias del bullying y la pérdida de la inocencia.
No supone para mí ninguna sorpresa la escena en la que el niño amante de los pájaros es forzado por los bravucones a lanzarse de la rama de un árbol con las alas mutiladas del ave que se atan sobre sus brazos para luego caer en el jardín de su casa (en una extraña parábola de la necesidad de caer del cielo como Ícaro para reforzar el espíritu de madurez). La actuación de Rupert Friend no me causa ni frío ni calor cuando interpreta a ese narrador que rompe la cuarta pared para ofrecer sus soliloquios desabridos. Solo alcanzo a señalar esa estética de Anderson que utiliza dispositivos como el plano subjetivo, el campo-contracampo, reencuadres, sobreencuadres, planos generales, simetrías de solvencia compositiva y el uso constante del encuadre móvil de una cámara que busca dinamizar la acción con algunos travellings. Se agradece que su estética le añada belleza a la envoltura del producto, casi como una estrategia de marketing, pero eso no ayuda para nada a elevar una comedia que, propiamente dicho, ni siquiera es agradable o graciosa.
Ficha técnica
Título original: The Swan
Año: 2023
Duración: 17 min.
País: Estados Unidos
Director: Wes Anderson
Guión: Wes Anderson
Música:
Fotografía: Roman Coppola
Reparto: Rupert Friend, Ralph Fiennes, Asa Jennings,
Calificación: 5/10