A lo largo de los años, la monumental novela de Frank Herbert, ha desarrollado el estigma de imposibilidad para ser llevada a la pantalla. Una muestra de ello fue la decepcionante adaptación de 1984 a cargo del maestro David Lynch y la fallida serie de televisión del 2000. La gigantesca escala y la elaborada visión futurista de la novela generó todo tipo de problemas de producción para materializar el proyecto. Finalmente ha venido a caer en las competentes manos del director canadiense Denis Villeneuve (Sicario, Arrival) quien ha puesto un énfasis inusitado en narrar la historia de manera pausada y cuidadosa.

Villeneuve ha dividido la narración en dos entregas y nos ha presentado un guión que permite al espectador tener una visión clara de las pugnas de poder entre las grandes casas que componen el imperio intergaláctico. Dune es una saga épica de ciencia ficción ambientada en un futuro en el que la galaxia está regida por una estructura de casas que rinden tributo a un emperador.

Una de estas casas, los Harkonnen, por años han explotado tiránicamente los yacimientos de la sustancia más valiosa del universo conocido, “la especia”  lo único que hace posible los viajes intergalácticos. El único lugar donde puede obtenerse es en el planeta Arrakis también conocido como Dune. Cuando la explotación de la especia es arrebatada a los Harkonnen y otorgada a la casa Atreides, su aguerrido rival, se desencadenan una serie de eventos dirigidos a la destrucción del linaje Atreides.

Si observamos la versión de Lynch, en la que se nos presenta un tropel de incidencias y personajes de manera densa y compacta en un periodo relativamente corto de tiempo entendemos la razón por la que Villeneuve decidió tomarse su tiempo en presentar cada escenario, cada nombre, cada situación de modo que el cinéfilo obtenga una idea clara y terminada de que está sucediendo, se forje un perfil psicológico de cada personaje, sus motivos e intenciones.

La producción no tiene desperdicios, entendemos que la obra de Herbert fue materializada en el momento oportuno. El filme en su conjunto está hermosamente concebido y el diseño de la producción es impecable, coherente y consistente en todos los aspectos, vestuarios, escenarios y efectos especiales. Ni hablar del numeroso elenco encabezado por Timothée Chalamet (Paul Atreides), quien no deja de sorprender que siendo tan joven tenga la capacidad de sobrellevar el peso de un filme de esta magnitud. El elenco hace un trabajo coral efectivo y convincente.

Villeneuve ha demostrado con creces que lo infilmable puede filmarse gracias a los efectos CGI y un guión estructurado que haga honor al material original, el más reciente ejemplo de esta afirmación es la saga de “Lord of the Rings”  de  Peter Jackson.

Definitivamente las nuevas generaciones ameritan el esfuerzo de plasmar en imágenes el acervo narrativo del pasado y Dune es de las mejores muestras de ello.