Yorgos Lanthimos es griego. Una verdad insoslayable. Es griego y es un autor del mundo inagotable de la filosofia arrasadas por el sentido del humor… en el cine. Digo en el cine porque en el cine filosófico de nuestros tiempos no hay sentido del humor presente. Los grandes cineastas no se rien de sus ditirambos filosóficos. El último gran cineasta que abordó temas filosóficos fue Tarkovsky, de manera formal. Tarkovsky era admirador de Bergman, que es como Heidegger en cine. De ahí vamos a Aronofsky, pasando por Woody Allen, que es el último cineasta que ha podido hacer llegar un chiste en la misma línea que una ponderación en tono filosófico en menos de un minuto de pietaje.
Hay una película que es como una flor de fango: I`m thinking of ending things. Con el propio Jesse Plemons… de Charlie Kaufman. Pero lo de flor de fango no es un elogio (este es otro artículo)
Es decir, la filosofía en cine no es frecuente. Es diferente de decir que un director o autor de cine no tenga inclinaciones o inquietudes o creencias filosóficas específicas.
Curiosamente, es en el cine de ciencia ficción donde hay más de filosofía que en otros géneros. Preguntenle a Kubrick: él sabía una o dos cosas sobre el tema. Inclusive en una película que no es suya, pero que lo fue mientras estuvo vivo, hay partes filosóficas, a pesar de ser tratada con toda la superficialidad posible por su director, Steven Spielberg.
Ahora, el caso de Lanthimos es distinto. Nada es casual en ese mundo suyo.
La película comienza con el subtítulo La muerte de R.M.F., un señor que aparece en el primer cuadro de la película y a quien veremos en su proceso de muerte incial, luego en las dos partes que siguen, tieso, y resucitado respectivamente. ¿Se parece a alguna historia que conocemos? Si… pero solo a grandes rasgos.
Esta es una película trina. Que no es lo mismo que decir que es una trilogía de películas aunque parecería en momentos que son historias unificadas por un tema específico. El hecho de que estén contenidas en casi tres horas es algo en sí mismo. Sugiere el dominio del montaje para someter un código y un ritmo bajo la idea o concepto original.
La primera historia es sobre el egoísmo, y sobre el dominio de los humanos sobre otros humanos. Es una historia psicológica. La película inicia con el uso revelador de Sweet Dreams de Eurythmics. Todos quieren usarte, todos quieren ser usados, dice Anie Lennox. Y así es, en la película. Este tríptico fatal comienza de inmediato a interesarnos cuando R.M.F. es chocado por la yipeta de Robert (Jesse Plemons) totalmente a propósito, solo para que averiguemos, minutos más tarde, que tampoco lo hizo tan fuertemente como se suponía.
La historia fluye entre mentiras que se dicen, y mentiras que no. Nadie, ninguno de los protagonistas, tiene algún rasgo distintivo que lo oriente hacia la bondad. Lo bueno, lo decente, ha abandonado a estas personas desde siempre. Nosotros somos introducidos a la historia cuando ya todo está perdido.
Esta visión amoral de la interacción humana no es casual. Ya Pasolini, desde el otro lado, desde otro punto de vista, y dentro de un entramado que quería hacer sentido de las verdades contenidas dentro del judeocristianismo de la fe católica, quizo hacer sentido de todo ello. De más está decir que, precisamente, por su condición, se lo impidieron… me gusta pensar que quien lo asesinara era un monaguillo. Pero su cuerpo de trabajo está ahí… y es quizá por su condición que su devoción es más bestial, más entregada, más (¿por qué no decirlo?), ¿devota? Pero este es un tema (la culpabilidad) para otro artículo.
Pasolini es el otro que tiene un peso filosófico muy específico, no solo en lo que filmó, sino en lo que escribió. Es el teólogo social moderno de la iglesia católica; uno al que no se le hizo caso de manera pública. El Savonarola del siglo XX.
La segunda historia es más gastronómica, más física, que la primera. Digo gastronómico en el sentido freudiano mitológico de la palabra. No es hasta cuando el protagonista le da de comer su propio hígado a la mujer (Emma Stone) donde él mismo adquiere la liberación (y la preparación) para recibir a su verdadera esposa (otra vez Stone), quien ha estado desaparecida durante años, en una isla donde los perros son la gente, y la gente los perros (un sueño de Emma).
La tercera adquiere visos religiosos. En esta, tanto Stone como Plemons hacen de scouts que buscan a una figura mesiánica con la habilidad de resucitar a, otra vez, el mismo sujeto de la primera parte.
Lanthimos quizá no es el Lanthimos al cual él nos tiene acostumbrados en sus películas de época: La favorita, y Pobres Criaturas (aunque, ¿cuál es la época en que se desarrolla esta?), ambas serían catalogables como tal. Pero Pobres Criaturas es una fábula. Un cuentazo. Las otras, el resto, como la Langosta, y La muerte de un venado sagrado, se encuentran enmarcadas dentro de la modernidad. Dogtooth es otro cuentazo.
En todo caso, hay algo de especial en Kinds of Kindness. Una reafirmación de un estilo único. ¿Desagradable? Quizás… de hecho, vi el 80% de la audiencia salirse de la película en la medida que avanzaba.
Yo, por el lado contrario, rodaba por los suelos.