Juntos vieron la aurora austral y volaron el estrecho de Magallanes. Miraron las flores de quila, una variedad de bambú que solo florece tres veces cada cien años y que con su verde “llena de alegría los parajes cordilleranos.” Ellos retrataron y escribieron la Patagonia cuando aún era el Paraíso. Ella, a cambio, puso sus nubes al alcance de su mano, le inventó ocasos y les concedió sus mejores nevadas.
Y en un recodo de los Andes se encontraron con un luthier llamado Tano, un hombre que oía a Vivaldi en el profundo silencio de la montaña y que llegó a esos lugares porque le dijeron que allí, cordillera adentro, podía encontrar buenas maderas para construir sus instrumentos.
Luis Sepúlveda y Daniel Mordzinski. Ambos eran hombres del sur. Y ambos eran poetas. Uno de la palabra, el otro de la imagen. Uno de Chile, otro de Argentina.
La Patagonia fue suya por unos días. Llegaron cuando ya empezaban en el Paraíso las tristezas que le sembró la modernidad. Publicaron Últimas noticias del Sur (Espasa, 2011), una crónica de viajes en la que se hace constar la belleza rotunda de aquel mundo.
El día que doña Delia derrotó a Rambo
Los libros de Luis Sepúlveda no han logrado cambiar el mundo, pero lo han intentado. Y Últimas noticias del Sur fue una crónica del viento y de las flores de quila, una memoria de la vida y de la lejanía. Pero también una denuncia que adelantaba los tiempos que vendrían y una alerta ante el dolor que empezaba a dolerle en las entrañas a la Patagonia. “El mundo austral -hicieron constar en el libro- ha sido por desgracia destino de muchos canallas y alucinados que llegaron en pos de una fortuna rápida.”
“Hace unos años -prosiguen- Carlo y Luciano Benetton compraron novecientas mil hectáreas de tierra patagónica. Para entender la dimensión de tamaña extensión se debe pensar, si es que se puede, en un millón de estadios de futbol.”
“Según los Benetton, ellos llevarían el progreso a la Patagonia. Llevaron las alambradas de púas, cortaron la trashumancia de los gauchos y de las pocas especies silvestres sobrevivientes, pusieron limites absurdos a una región que solo puede estar limitada por el cielo y la tierra.”
“Al ejemplo de los Benetton se sumó Ted Turner, el millonario creador de CNN y directivo del grupo multimedia AOL-Time Warne, y a este se agregó un sujeto bajito, musculoso a fuerza de esteroides y cuya inteligencia impresionó a un intelectual llamado Ronald Reagan: Silvester Stallone.”
Después llegó el tiempo de los lacayos. Según una nota de Le Nouvel Observateur del 5 de marzo de 2003, el gobierno argentino planeaba entregar la Patagonia a los Estados Unidos a cambio de la anulación de la deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Y una dulce viejita de noventa y cinco años llamada Delia, que bordaba a mano lo que le quedaba de futuro, y que Luis Sepúlveda y Daniel Mordzinski encontraron en su camino, junto a todos los patagones, dijeron no y detuvieron el plan de las autoridades.
“Así que Rambo -escribieron Luis Sepúlveda y Daniel Mordzinski en su libro-, el guerrero invencible capaz de destripar a miles de vietnamitas, de derribar helicópteros rusos a pedradas luchando junto a los talibanes de Afganistán, fue derrotado por una ancianita de casi cien años y sin más armas que el amor a la tierra.”
Después vino Hotel Chile, un pequeño inventario de historias que andaban sueltas en los rincones y que un día se pusieron a volar como palomas. Publicadas por Tusquets Editores dos años después de la muerte de Luis Sepúlveda, como homenaje póstumo, serán presentadas el jueves 18 de mayo a las 11:30 de la mañana en la librería Cuesta, en Santo Domingo, en el marco de Centroamérica Cuenta.
“Hotel Chile -explica Mordzinski- nace de mi necesidad de ponerle punto final al duelo y es un puente transversal entre literatura y fotografía, son flashes de una “foto-biografía” que incluye textos de Luis, en su mayoría inéditos, dialogando con mis fotografías; un tándem que nos permite asomarnos a los lugares que tuvieron especial sentido en la vida de Luis, desde las ciudades de su infancia y juventud hasta aquella última: Gijón, en la que residió hasta su muerte.”
Y agrega: “Hotel Chile” nos acerca a un Lucho que son muchos Luchos: el narrador, el cineasta, el poeta, el combatiente, el padre, el compañero, el amigo… Me digo y me repito, porque así me lo dicta el corazón, que este libro es muy especial para los que lo queremos y leemos. Por eso este libro es un homenaje para sus lectores y tiene un valor especial, lleno de simbolismo y de emoción. Tres años después de su entrada al mar, como llamaban los florentinos a la muerte, Lucho Sepúlveda, Capitán de todos los mares y de todas las causas justas, regresa a casa en forma de libro.”
¿Puede contarme su amistad con Luis Sepúlveda, las circunstancias en que se conocieron y las complicidades literarias y personales que tuvieron, y cuáles fueron los momentos de esplendor de aquella alianza afectiva?
Como cantaba Vinicius de Moraes, la vida es el arte de los encuentros, A Luis lo conocí en un Festival literario en la ciudad francesa de St Malo. Acababa de publicarse en francés la edición de Un viejo que leía novelas de amor, editada por la gran editora Anne Marie Métailié, la primera de las editoras históricas de Lucho y la que se convertiría en la mejor embajadora de su obra. Era mayo de 1992. Lucho tenía 43 años y el éxito de su primera novela sería como la llamita en los títulos de Misión Imposible: ardiente e inmediato y se propagaría en cinco segundos por el mundo.
Tras su presentación me presenté y le propuse fotografiarlo. No gracias, respondió tajante Luis Sepúlveda. Yo llevaba muchos años retratando escritores y hasta ese día no había recibido ningún rechazo. Nadie me había encargado que lo retratara, no me pagaban esas fotos, pero algo potente me había atrapado en Luis y me decía que debía insistir: lo hice hasta convencerle.
Fueron unas fotografías rápidas, a baja voz, acompañadas de silencios, una en el puerto junto al ancla de un barco de gran calado, otra sentado fumando. Siempre serio y siempre ayudado de un bastón. Cinco o seis minutos, no más, mientras lo fotografiaba yo me decía: este tipo está sufriendo. Hice un último clic, o debería decir stop.
Le extendí mi libreta Moleskine para que anotara su dirección y prometí mandarle unas copias por correo postal, Luis me miró, no dijo nada y garabateó un par de líneas en mi libreta. Junto a su dirección había agregado: los fotógrafos siempre prometen enviar fotos y no cumplen.
Regresé a París, revelé los rollos de St Malo y le envié a Alemania dos copias por correo certificado, en mi nota de agradecimiento decía: los escritores no son todos iguales, los fotógrafos tampoco.
Unas semanas después recibía una carta con recios sellos de Alemania:
Oiga, compadre, esto no son fotos, son radiografías; no quiero pasar a la historia como un informe médico. Repitamos con un asado y sin prisa.
En su carta Luis me contaba que salía de una larga hospitalización debido a una enfermedad arrastrada de sus años en prisión y me invitaba a su casa en la Selva Negra para hacer nuevas fotos. Ahora me siento bien, agregaba.
Acepté su invitación y ese encuentro fue el comienzo de nuestra hermandad.
Se me hace difícil reducir a uno solo tantos momentos de esplendor y de felicidad compartidos con Lucho…creo que escogería el día que, tras 15 años de espera, me envió por correo el manuscrito de nuestro libro Últimas Noticias del Sur. Y para no ser avaro en días felices, agregaría todos los días que, junto a su esposa, la poeta Carmen Yáñez, Viviana, y mis dos hijos, compartimos en su casa de Gijón: la ciudad que le hizo sentir que, entre su mar y sus montañas, había finalmente encontrado su lugar.
¿Cómo surgió la idea de Hotel Chile, cuál es su historia y cuáles sus circunstancias?
Como en el famoso bolero, nuestro libro es una historia de un amor como no hay otra igual. O, mejor dicho, de varios amores: el de Lucho por las geografías de la aventura; el de un fotógrafo por su amigo escritor, y, sobre todo, el amor por un libro que es la crónica de una amistad inquebrantable, de casi tres décadas de amistad.
Hotel Chile nace de mi necesidad de ponerle punto final al duelo y es un puente transversal entre literatura y fotografía, son flashes de una “foto-biografía” que incluye textos de Luis, en su mayoría inéditos, dialogando con mis fotografías; un tándem que nos permite asomarnos a los lugares que tuvieron especial sentido en la vida de Luis, desde las ciudades de su infancia y juventud hasta aquella última: Gijón, la que residió hasta su muerte.
El título esconde un misterio que revelo en mi prólogo, y evoca al Luis Sepúlveda explorador y viajero.
Tengo entendido que usted escogió los textos de Sepúlveda para Hotel Chile. ¿Qué criterios utilizó para hacerlo?
“Hotel Chile” nos acerca a un Lucho que son muchos Luchos: el narrador, el cineasta, el poeta, el combatiente, el padre, el compañero, el amigo… Me digo y me repito, porque así me lo dicta el corazón, que este libro es muy especial para los que lo queremos y leemos. Por eso este libro es un homenaje para sus lectores y tiene un valor especial, lleno de simbolismo y de emoción. Tres años después de su entrada al mar, como llamaban los florentinos a la muerte, Lucho Sepúlveda, Capitán de todos los mares y de todas las causas justas, regresa a casa en forma de libro.
El amor, la pasión, la lealtad, el compromiso, el talento y la libertad se conjugan en estas páginas.
¿Qué historias cuenta Hotel Chile y qué tiene de especial, hoy que él ya no está? ¿Hay algo inédito en él?
Este libro es otra manera de pensar en Sepúlveda. Los lectores que ya son militantes de sus libros podrán deleitarse de sus historias y los que lo lean por primera vez, entrarán a su mundo, a todos sus mundos, desde las primeras páginas.
El libro está publicado por Tusquets, la editorial histórica y emblemática de la obra de Luis y también se publicará en Francia, Italia, Portugal, Grecia y Turquía.
¿Para usted qué significa ese libro póstumo?
Cuando una persona muy querida se va, el arte, a veces, puede ayudar a recordarlo y osaría decir a revivirlo. El arte como Un lugar de memoria, un baúl invisible de los recuerdos, donde se reúnen y se ponen a dialogar historias de Luis con mis fotografías.
Me he preguntado muchas veces cómo llenar el espacio que nos dejó tras su muerte y la respuesta la encontré pensando en las largas conversaciones que mantuvimos. Entendí, por ejemplo, que algunas de las maravillosas historias que Lucho me contaba, lo hacía para mantenerlas a salvo y comprendí también que había llegado el momento de reunirlas en un libro. Es lo que hice durante el duelo. Así nació Hotel Chile.
Añoro mucho a Lucho. Terriblemente. No hay día que no piense en él. Extraño nuestros viajes, sus correos, sus consejos, su enorme corazón y sus gestos de generosidad.
He sido su amigo y su compañero de ruta de muchas travesías a lo largo de tres décadas. El vacío que nos ha dejado es enorme.
Tanto usted como Luis Sepúlveda han estado en Santo Domingo, República Dominicana, y son personas queridas y conocidas en los ámbitos literarios de aquí. ¿Le hace ilusión traer ese libro común a este lugar que han mirado sus ojos?
¡Absolutamente cierto! Luis y yo tenemos buenos amigos entre los escritores dominicanos y llevamos a la Isla en el corazón, y hablo en presente porque Lucho me acompaña, me sigue acompañando, allí donde esté.
¿En qué lugar y en qué fecha tomó la foto de Luis Sepúlveda sentado en un banco de parque en París, la misma que acompaña el texto Palabras sobre París que está en el libro El país de las palabras?
Vaya, vaya. Veo que te has preparado muy bien para la entrevista. Es una señal de respeto y cariño. Te lo agradezco.
La foto la hice al borde del Sena, en 1990. Y en el texto que mencionas Lucho comienza diciendo “No sé si fue uno o si fueron muchos los que escribieron o dijeron que París es una ciudad para ser feliz”.
¿Cómo surgió la idea del viaje a la Patagonia y de Últimas noticias del Sur y qué tuvo a favor y qué tuvo contra ese proyecto?
Un verso de Machado dice “hoy es siempre todavía”. Con la misma nostalgia te diría que recuerdo como se gestó el libro: las charlas que manteníamos con Lucho en un café del barrio de Les Halles, los almuerzos en mi casa de la Avenue d’ Italie; a la hora de la sobremesa desplegábamos un gran mapa del Sur del mundo y Luis marcaba con círculos de distintos colores mientras decía “aquí tenemos que ir, no podemos dejar de visitar tal o cual ciudad”.
Mucho disfrutamos de los preparativos que dieron forma a nuestro viaje. Cumplí el viejo sueño de recorrer la Patagonia, de cruzamos el estrecho de Magallanes y de publicar Últimas noticias del Sur, un libro que tanto quiero.
¿Además de Últimas noticias del Sur, qué otro proyecto literario, pequeño o grande, los unió?
Participábamos, en la medida de lo posible, en todos nuestros proyectos. Juntos recorrimos medio mundo, yo también estuve a su lado en el rodaje de Nowhere, el largometraje de ficción que Luis dirigió, mayoritariamente en el norte de Argentina, con fotografía del gran Pepe Lanci y actores de lujo como Daniel Fanego, Caterina Murino, Harvey Keytel, Jorge Perrugoría, Patricio Contreras, Leonardo Sbaraglia, Ángela Molina, Óscar Castro, entre otros.
Luis Sepúlveda era un escritor comprometido con la humanidad y con la vida, y eso consta en sus libros ¿De qué tamaño era el compromiso humano y social de su amigo Luis?
Como cualquier ser humano, soy sensible al hecho de que Sepúlveda haya sabido continuar siendo un escritor comprometido con las causas sociales sin abandonarse al rumor de la caja registradora y de los aduladores. En esta entrevista he compartido que he tenido el privilegio de trabajar a su lado en su faceta de director de cine y de periodista de combate, he visto cómo defiende a los desposeídos, cómo charla con sus seis hijos y lo he visto preparando asados para sus amigos y guardando silencio mientras piensa un nuevo relato.
Hemos viajado juntos a los lugares más remotos del planeta y he visto cómo se enfrenta a lo desconocido y a los desconocidos y puedo contarles que la verdadera clave de su personalidad no es sólo que era y ES un enorme escritor, solidario y crítico, original y romántico, no. La verdadera esencia de Lucho es su humanidad, su manera de ser persona, su compromiso radical con los individuos, su fe en el género humano.
Recuerdo su generosidad, sus continuos gestos de consideración por el prójimo, y me siento orgulloso de haber sido amigo, compañero de tantos viajes y hermano de una de las voces más dignas y firmes de la literatura.
Como escribió Luis en La lámpara de Aladino: “Mientras los nombremos y contemos sus historias, nuestros muertos nunca mueren”.
Desde su muerte se han publicado decenas de nuevas ediciones y traducciones a nuevos idiomas. El interés por su obra sigue intacto y sus lectores militantes lo siguen leyendo. En la Agencia Balcells, Maribel Luque está haciendo un gran trabajo para perennizar su obra.
¿Cuándo fue la última vez que lo vio o que habló con él?
Nos despedimos con un abrazo apretado y un hasta pronto hermano el 24 de febrero de 2020. Habíamos participado en un festival literario que queremos mucho: Correntes d’Escritas, en Póvoa de Varzim, en el norte de Portugal. Tres días después Luis era hospitalizado.
¿Dónde estaba usted el día exacto en que murió Luis y como se enteró de la noticia?
Qué pregunta más difícil… Mi amigo, mi compadre y mi compañero de ruta murió de Coronavirus, el bicho malo lo mató tras cuarenta y seis largos días de lucha, de los partes médicos tan esperados del mediodía, a veces con esperanzas, siempre con angustia y desazón.
Me enteré de la noticia que lo habían internado el 29 de febrero en Abu Dhabi, yo estaba trabajando en el HAY Festival y ese mismo día, aterrizaba mi mamá para celebrar juntos mis 60 años (nací un 29 de febrero). Antes de salir al aeropuerto a recoger a mi mamá, recibí una llamada de Rosa Montero anunciando la hospitalización.
Con Carmen Yáñez estábamos en contacto diario, diría horario. Hasta que ese maldito 16 de abril de 2020 a las 10:16, primero Carlos, su hijo, y luego Carmen, me anunciaron que Luis Humberto Sepúlveda Cafulcura acababa de emprender su último viaje al fin del mundo, que es también el sur del mundo y el sur del alma.