El 2023 ha sido un año de lecciones y crecimiento en el cinema dominicano, en la tesitura de explorar nuevos temas, personajes y estructuras. No obstante, el camino es largo en los términos de ir conformando una cinematografía local que responda a los verdaderos valores que se deben expresar en las películas locales, valores que no estén supeditados a la inmediatez de un producto que cargue con los rigores del mercantilismo y la premura del tiempo.
En el contexto fílmico industrial criollo es más lo que se produce de lo que se estrena (en este tenor las cifras de la DGCINE corroboran esta afirmación), tratando de ofertar ese servicio al público en general a través de las pantallas de cine, que es la única vía de estreno que se cuenta, puesto que no existen plataformas alternas locales para esos propósitos.
El 2023 cerró con un total de 28 producciones cinematográficas dominicanas divididas en 8 documentales y 20 ficciones. Una cifra que ya ha estandarizado lo que el mercado de exhibición anual puede sostener con respecto al producto local.
El drama entre otros dramas
Contrario a la percepción pública de que en este contexto se hace más comedia que drama, la verdad es que el género dramático es el más prolífico distanciado, quizás, de la monotonía que ha caído la comedia y revitalizando varios puntos de interés para el público.
Entre los dramas exhibidos estos fueron “Teacher Mechy”, una especie de moraleja de superación de las vicisitudes que puede enfrentar una profesora en busca de trabajo estable, un recordatorio que la actriz Cheddy García, hace de su propia vida. “La balada de los cuervos” cuya idea del realizador Tony Bacigaluppe es radiografiar la existencia de unos personajes marginales en sus propias condiciones gracias a su retrato visceral de una mujer que necesita escapar de lo que la condena irremediablemente a la miseria. “Sola a los 40” donde un Ángel Muñiz reflexiona sobre la madurez de una mujer y su dilema existencial de ser todavía capaz de sostener las riendas de su vida a pesar de la edad.
“La hembrita”, un posicionamiento de Laura Amelia Guzmán, una realizadora que viene acumulando experiencia narrativa en el circuito local, quizás una de mayor rigor, construye una pieza cinematográfica que hurga en el sentimiento de la clase alta conjugado con las apetencias de los de estratos marginados. “El vendedor de arte”, pieza debut del guionista Marcel Fondeur quien construye un argumento donde se expresa dos vertientes sobre el arte contemporáneo a través de dos personajes opuestos, un artista académico y un empírico joven quien busca su identidad como persona y artista.
“Croma Kid”, ópera prima de Pablo Chea que, junto a Israel Cárdenas en la responsabilidad del guion, construye una historia que evoca ese mundo infantil en que el personaje de Emi transita a través de elementos muy marcados de la tecnología de los noventa y de la parafernalia técnica de la televisión de aquella época. “0+”, cuadro dramático escrito por el guionista dominicano Junior Rosario y dirigido por el cineasta argentino Bruno Musso, un tema retro que trata de regresar a un contexto que definió mucho la ignorancia social que se tenía frente al tema del VIH.
El tema histórico apenas fue rozado con la única propuesta de cine histórico-biográfico que se tuvo, “Freddy”, de Giancarlo Beras-Goico, un retrato familiar y muy anecdótico de una de las más importantes figuras de la televisión dominicana como lo fue Freddy Beras-Goico.
Y la única producción de cine de terror, “Brujería”, de Dionicio Cepeda, una producción que cae en cine amateur por la falta de consideración en los aspectos narrativos y de lenguaje. Una experiencia lamentable en un género que poco a poco se estaba permitiendo desarrollarse en el terreno local.
Cine de claustro
Dentro de este mismo género del drama en el cine dominicano se está dando una tendencia que inserta las historias en un espacio dramático angosto, estrecho y sólo limitado por paredes.
Parece una contradicción en este cine criollo que, mientras las producciones extranjeras buscan las bellezas naturales que ofrece la República Dominicana, el cine nacional se enclaustra en un estudio desaprovechando toda la identidad geográfica y la promoción que las películas locales pueden ofrecer a la vista internacional.
Esta tendencia ya se estaba dando desde años anteriores, pero no fue hasta el 2023 en la que se remarca de manera evidente. Esto lo puedo inferir, quizás, producto del crecimiento de la misma industria y las facilidades de los estudios cinematográficos locales que garantizan un rodaje sin contratiempos al desarrollarse en un espacio controlado, contrario a la exposición en exterior que confluyen otras variantes y factores.
De todas maneras, tres ejemplos manifiestan esta propensión que, independiente de este proceso, han ofrecido sus puntos favorables. Dos de estas películas son “Cuarencena” y “El Método”, ambas de David Maler quien articula un escenario para descargar ironía y un discurso mordaz en ambas historias. La primera, hurga en la avidez de un chef que desea halagar a sus comensales en su apartamento en plena pandemia y la segunda, una adaptación teatral que Maler hace hábilmente moldeando sus intenciones en la experimentación con actores y actrices de nuestro terreno.
La tercera, “Convivencia”, de José Gómez, la que se disfruta a sí misma por el juego de piezas que se deben descubrir después de la muerte de un residente en un edificio de apartamentos donde el director controla todos los resortes que allí se producen elevando en cada momento el nivel de intriga y misterio que, a través del efectivo montaje, se controla tanto el ritmo interno y como el externo del filme.
Cárcel, fuga y varios planes pendientes
Dentro del drama también hay un eje temático que se posiciona en una condición argumental donde la cárcel, el narcotráfico o la corrupción institucional forman parte de su estructura narrativa.
En este punto puedo mencionar a “Danny 45”, un drama carcelario (también puede ser cine de claustro) que se desarrolla en la cárcel de La Victoria y hace referencia a aquel presidiario que protagonizó la época más tensa dentro de ese recinto penitenciario. El director Gilbert de la Rosa posiciona una historia con puntos fuertes y débiles que viene a engrosar este eje temático.
“Rango de honor”, un relato que se focaliza en el ambiente del narcotráfico y aquellos agentes que se mueven dentro de esta amalgama de personajes y situaciones. “La Soga 3”, una historia que concluye de aquel sicario de la institución policial que se convirtió en un personaje que pretende huir de su pasado. Con Manny Pérez como protagónico quien asumió su propio reto en un tríptico de violencia social. “Otra historia de crimen”, un experimento del nobel realizador Brahyam Jade Humphreys quien pone en evidencia el modus operandi de aquellos rateros que se benefician de los incautos para apropiarse de sus ahorros a través de robo de la identificación de las tarjetas bancarias y otros métodos. Una producción que pudo tener mayor rigor en el uso del lenguaje cinematográfico.
Y “El Plan” de Robert Cornelio, quien encontró un espacio para expresar sus inquietudes de denuncia social a través de una historia en la que unos menores de edad tienen que enfrentar toda la corrupción policial en un pueblo, lo cual son acusados de un crimen que no cometieron. Un cine provincial que trata de marcar ciertas diferencias en el plano industrial nacional.
De estos ejes varias pueden ser las razones para seguir explorando su contexto, pero tratando de unificar los temas con propuestas más integrales y con buen manejo de los elementos de la narrativa cinematográfica. Un plan todavía pendiente.
El documental y su expansión
No es de dudar que el género documental en el cine nacional ha estado en un franco crecimiento a través de sus temas, propuestas estéticas y valores de producción. Recordar también que es un género imprescindible en el desarrollo de la cinematografía dominicana por los abordajes que grupos de cineastas comprometidos con causas sociales realizaron en los años 70 y 80.
Los ocho documentales estrenados en el 2023 dan una nueva razón que no limita su crecimiento y deja una nueva ruta para seguir desplegándose. En esta ruta encuentro que el tema ambiental siempre está presente, y no se deja atrás. Por ejemplo, en “Tumba y Quema” de José María Cabral, se hace una advertencia sobre la deforestación de los parques nacionales que puede repercutir de manera negativa en el presente y futuro inmediato. “Yaque” de Oliver Olivo, aborda la historia del río, su impacto e influencia en las comunidades que lo bordean y muestra cómo juega un papel fundamental en la vida de los residentes en toda su trayectoria.
En el aspecto social también se abordaron los temas de la identidad y la superación personal a través de “Renacer”, de Tito Rodríguez, que narra la historia de superación de Patricio López, cuya discapacidad físico-motora no fue impedimento para ser nadador. “No me conoces” en el cual Nashla Bogaert habla de un tema personal y lo reenfoca hacia la identidad colectiva y como figura de mujer para buscar aquellas piezas sueltas del pasado y presente de la dominicanidad, la compatibilidad nacional y los prejuicios sociales.
También en esta ruta está “Ramona”, de Victoria Linares, que representa una construcción ficcional desde la óptica de la propia narrativa, pero también el núcleo central de un discurso documental que trasciende las aberturas que el espacio de realidad sobre los problemas sociales más mortales que afectan a la República Dominicana: el embarazo en las adolescentes.
Entre otros tópicos afrontados está el aspecto del inmigrante dominicano en “Orgullo de Quisqueya” producido por Jessica Hasbún y Kelvin Liria y dirigido por Tito Rodríguez, un trabajo que narra las historias de dominicanos que han alcanzado el éxito en el extranjero gracias a su talento y que transitan por un curso narrativo que, gracias a un pulso de montaje sostenido y la utilización de varios recursos expresivos, se logra un discurso global sobre la voluntad humana de trascender más allá de las barreras sociales.
Por igual, está el de corte histórico dirigido por René Fortunato, “Caamaño: militar a guerrillero”, el cual muestra la historia del coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó a partir de su salida de la República Dominicana en enero de 1966, un documento imprescindible. Y el trabajo de interés social de Andrés Curbelo, “En Movimiento”, una visión que muestra la realidad sobre la situación de la movilidad en el Gran Santo Domingo, sustentado con explicaciones de expertos en la materia que obliga a la reflexión de la magnitud del problema vial presente en la ciudad de Santo Domingo.
La comedia y sus problemas cotidianos
Lo que una vez fue un género que brillaba con todo su esplendor, que se convirtió en la punta de lanza para atraer al público dominicano hacia el cine dominicano, en los últimos años ha tenido un declive delicado por sus inconsistentes propuestas que no satisfacen la necesidad de entretenimiento del público.
En 2023 apenas tres producciones de este género se deslizaron en la cartelera criolla remarcando la urgencia de revitalizar este tipo de producciones con el objetivo de llevarlo a los niveles que se poseía. Entre estas producciones se encuentra “Un novio para mamá”, fórmula repetitiva de Roberto Ángel Salcedo que no garantiza las mismas respuestas que sus comedias tenían en un tiempo atrás.
“Malos padres”, de José Ramón Alamá, una suerte de aventura fílmica con baches narrativos y personajes que no se conectan con un adecuado perfil de personificación de lo que es ser un ente cómico. Y “Colao 2”, posiblemente, la ruta que permitirá sacar la comedia dominicana de ese entuerto, de esos problemas habituales en que se encuentra por su dinámica elaboración de personajes y situaciones que si conecta con las nuevas audiencias.
Por último, este destaque de la cosecha del 2023, realizado sin ánimos de analizarlo a profundidad (eso puede ser materia de un artículo), lo que se busca es unir esos puntos de encuentros, ejes temáticos e intenciones de sus realizadores para construir un cine que indague la mejor manera de expresarse a sí mismo.