En la noche de ayer, asistí con cierta cautela al estreno de “Black Adam”, una película de Jaume Collet-Serra que narra en la gran pantalla los orígenes de ese superhéroe egipcio de DC creado por Otto Binder y Charles Clarence Beck. Y lejos de la algarabía de los fanáticos masturbatorios que aplaudían como si se tratase de un evento sinigual, a decir verdad, bendigo a los señores de Caribbean Cinemas por haberme invitado al pase de prensa, porque de ninguna manera hubiese gastado un solo peso para ver semejante disparate. No consigo emocionarme con nada de lo que me cuenta y, por momentos, tengo la sensación de que su ejercicio aparatoso de superhéroes ancestrales repite la misma acción rutinaria sin ningún sentido de maravilla o de algo que escape de los mismos clichés manoseados de siempre, con unos efectos mareantes poblados de peleas anodinas en CGI y de una lluvia de rayos que constantemente ilumina la figura desabrida de Dwayne Johnson como el antihéroe musculoso con la cara de roca y el traje de látex.
En la trama Johnson interpreta a Teth Adam, un hombre que es despertado por una arqueóloga y su equipo luego de un letargo de cinco mil años en el territorio de Kahndaq, donde entre otras cosas revela que una vez adquirió los poderes de Shazam gracias a un niño y se convirtió en un campeón que liberó al pueblo que estaba esclavizado por un rey malvado.
En términos generales, sigue de una forma mecánica las convenciones genéricas más habituales cuando el antihéroe lucha en la actualidad contra una caterva de villanos controlados por un tal Ishmael que responden a una organización denominada como Intergang y, además, entra en conflicto con los justicieros de la Sociedad de la Justicia de América (Kent Nelson/ Doctor Fate, Maxine Hunkel/Cyclone, Albert "Al" Rothstein/Atom Smasher y Carter Hall/Hawkman) que han sido enviados por Amanda Waller para contener sus habilidades destructivas; mientras entabla amistad con la arqueóloga y su hijo adolescente para custodiar la Corona de Sabbac que funciona como un MacGuffin que extiende el asunto innecesariamente durante dos horas que se me hacen eternas.
Suceden unos cuantos coloquios a puertas cerradas que buscan provocar un alivio cómico muy tibio; secuencias de acción repetitivas en las que se suele destruir la ciudad a puñetazos y truenos; las intenciones previsibles de un villano insípido que desea vengarse por el honor familiar; y unas pocas escenas retrospectivas que amplían insulsamente la tragedia del pasado del protagonista. Pero nunca tiene esa chispa que la encienda, sobre todo porque Collet-Serra mantiene a sus personajes confinados en una inercia narrativa en la que abundan los excesos, el caos y la destrucción más reciclada, dejando poco espacio para desarrollar adecuadamente a los personajes más allá de las descripciones superficiales que solo colocan las etiquetas más plúmbeas sobre la opresión para justificar la violencia.
El protagonista de Johnson me parece un antihéroe despiadado que muestra su pericia física para el combate y el vuelo con capa generado por ordenador, pero a ratos luce desequilibrado, demasiado serio, sin ningún tipo de carisma ni siquiera cuando suelta los chistes sarcásticos de una sola línea con el rostro de piedra. En pocas palabras, es aburrido. Prefiero, sin embargo, al secundario hechicero Dr. Fate que interpreta Pierce Brosnan con mucho vigor y una presencia que hechiza cuando ve el futuro. El resultado, quizás, hubiera sido otro si se tratara del origen de Fate y no de este Adán oscuro que se olvida al minuto.
Ficha técnica
Título original: Black Adam
Año: 2022
Duración: 2 hr 04 min
País: Estados Unidos
Director: Jaume Collet-Serra
Guion: Adam Sztykiel, Rory Haines, Sohrab Noshirvani
Música: Lorne Balfe
Fotografía: Lawrence Sher
Reparto: Dwayne Johnson, Sarah Shahi, Pierce Brosnan, Viola Davis, Aldis Hodge
Calificación: 4/10