La película Bantú Mama ( 2021) recoge la eterna huida hacia un lugar donde creemos estaremos mejor. La vuelta al origen, tal como le sucede a la protagonista Emma (Clarisse Albrecht).
La afro francesa Emma comete un ¿error? y el “destino” la ayuda a escapar de un potencial infierno en tierra ajena. De todas maneras, un “accidente de tránsito” es su salvación para esconderse de otra desgracia similar y diferente a la vez, con asomos y bocanadas de ternura dentro del círculo de la violencia de su nueva familia en Capotillo: Euris Javier, Arturo Pérez y Scarlett Reyes, niños actores sin fogueo en las tablas que interpretan a su manera, sin titubeos ni pausas, con todo el slang barrial dominicano posible, sus papeles de hijos de circunstancias difíciles. Aprenden con el cuchillo en la boca a sortear a la muerte.
El abogado (Donis Taveras), el prototipo de la salida legal con soluciones ilegales a los problemas, siempre y cuando aparezca el billete en abundancia y efectivo. Antes, rescata a Emma de las redadas policiales indiscriminadas, ciegas y violadoras de todos los derechos, uno por uno, y todo por ser negro, pobre y parecer vecino del otro lado.
Los greñuses del cine me darán su versión de esta aproximación, de esta lectura a Bantú Mama.
Luego del rescate, el abogado aparece de sorpresa en la cocina de la casa de Emma, quien prepara los alimentos para su familia postiza. El abogado se recuesta en la puerta como esperando un pago carnal por traerla de vuelta a su infierno ya conocido y que está a punto de abandonar.
El rechazo a la sugerencia de miradas lascivas del abogado es evidente cuando Emma da la espaldas al hombre y sigue cortando sus cebollas y ajíes verdes. Algo como conmigo no te sale. No sé por qué la escena llamó mi atención.
Mi reflexión sobre Bantú Mamá es que la relación histórico-espiritual entre África y el Caribe debió ser más profunda. Darle más minutos de rodaje a esta profunda liaison entre ambas regiones. La química se queda en la alegría del baile masái que contagia Emma a los niños en la minúscula habitación de la casa. Un momento diferente y distendido en medio de la nada de no saber si en el minuto siguiente seguirás respirando.
Quizás esa conexión ancestral se da en la improvisada maternidad de Emma, una mujer sola y con problemas, como plantea una de sus líneas. Un amor sorpresa hacia el más pequeño de la familia. Los greñuses del cine me darán su versión de esta aproximación, de esta lectura a Bantú Mama.
Luego el escape de la afrofrancesa -ahora forzosamente caribeña – a su tierra natal. Se trae al pequeño de Capotillo como favor a la hermana, la patrona del barrio. Tú me ayudas a mí y yo te ayudo a ti.
Bantú Mama logra el happy end . Emma, sonriente, mirando el mar africano. Engalanada, con la cabellera al aire, libre, mientras el pequeño de Capotillo lee , recostado en un mullido sofá, una cartilla silabario en francés.
¿Llegaron a la verdadera y eterna felicidad, lejos de las drogas y los tiros en Capotillo, o yo le pido demasiado realidad a la ficción cinematográfica?
Bantú Mama (2021) es un filme del productor y guionista dominicano Iván Herrera. Es un largo metraje de setenta minutos. Filmado en el barrio Capotillo de Santo Domingo, Francia y Senegal. Ha sido nominada para representar los Oscar a mejor película extranjera en el 2023
Sigue en cartelera en los Fine Arts de Novo Centro. Hágase el favor, vaya a verla y después me cuenta.