Querían que se fuera y se quedó.
El obispo Rolando Álvarez se negó este jueves a embarcar en el avión en el que 222 opositores al gobierno de Nicaragua que estaban encarcelados fueron expatriados y enviados a Estados Unidos.
No se conocen las razones por las que Álvarez, quien es obispo de la diócesis de Matagalpa, se negó a irse, pero sí ha quedado claro que su decisión no le sentó bien al mandatario nicaragüense, Daniel Ortega.
En una cadena de radio y televisión de casi una hora el jueves por la noche, Ortega dijo que al momento de subir a la aeronave, Álvarez se negó a hacerlo.
"Empieza a decir que él no se va. Que primero tenía que reunirse con los obispos. Y exige una reunión con los obispos. Cosa absurda si hay una disposición del Estado nicaragüense que él no puede cuestionar", relató el mandatario.
"No sé qué piensa este señor que, frente a una decisión del Estado nicaragüense, él dice que no acata, una resolución de un poder del Estado que lo está mandando a irse de país", agregó.
Ortega acusó de soberbia al obispo y confirmó que le habían enviado a la cárcel La Modelo (penal de Tipitapa) por que es un "hombre común y corriente". Previamente, Álvarez había permanecido en prisión domiciliaria.
"Lo que tenemos es un comportamiento de soberbia, de quien se considera el jefe de la Iglesia en Nicaragua, el líder de la Iglesia latinoamericana. Y debe pensar que está a punto de optar el cargo de Su Santidad, el Papa. Está desquiciado. Ahora que llegó a La Modelo, llegó que era un energúmeno", dijo.
"No acepta que lo metan en una celda donde hay centenares de presos", agregó.
Este viernes, un día después de que Álvarez se negara a ser desterrado a Estados Unidos, un tribunal lo condenó en un juicio exprés a 26 años de prisión "por traición a la patria", entre otros delitos.
Además, el tribunal sandinista lo despojó de la nacionalidad nicaragüense, igual que los 222 opositores que fueron enviados a Estados Unidos.
Pero, ¿quién es este religioso y por qué su negativa a marcharse de Nicaragua molestó tanto a Ortega?
Una voz crítica
Álvarez, de 56 años, ha sido considerado durante años como una de las voces más críticas ante la situación que vive Nicaragua.
En sus homilías, abordaba cotidianamente los problemas de los feligreses y ha hecho escuchar su voz cuando se ha tratado de criticar los supuestos abusos contra los derechos humanos cometidos por la Policía Nacional de Nicaragua o los derechos de los campesinos en ese país.
Además, tuvo un papel destacado en la mediación que ejerció la Conferencia Episcopal de Nicaragua durante el proceso de diálogo puesto en marcha tras las masivas protestas populares ocurridas en 2018 enla nación centroamericana cuya dura represión por parte del gobierno generó centenares de muertos.
Álvarez también ha hecho frente a las agresiones que la Iglesia católica ha sufrido en Nicaragua de parte no solamente del gobierno, sino también de la militancia sandinista.
De acuerdo con el informe "Nicaragua, ¿una iglesia perseguida?", elaborado por la abogada Martha P. Molina, la Iglesia católica en ese país fue objeto de 396 agresiones entre 2018 y 2022.
La cifra incluye daños y pintadas en los templos, cierre de medios de comunicación vinculados a la Iglesia; acoso, intimidación, detención y enjuiciamiento de religiosos, amenazas de muerte y exilios forzosos, entre otros.
En ese informe el nombre de Rolando Álvarez aparece mencionado 78 veces, no porque él haya sido objeto de un número semejante de ataques sino porque con frecuencia fue él quien denunciaba esas situaciones.
Así, por ejemplo, en abril de 2022, Álvarez hizo público que una de sus colaboradoras había sido víctima de una agresión. Entonces señaló: "No hagan con los fieles lo que quieren hacer conmigo. Lo que quieran hacer conmigo, si van a hacerlo, háganlo conmigo y no con los fieles, no con el santo pueblo de Dios".
Un mes más tarde, el obispo inició un ayuno con agua y suero para protestar por el acoso policial del que -aseguraba- estaba siendo víctima.
Las actuaciones del sandinismo contra la Iglesia católica también incluyen la expulsión del Nuncio Apostólico, y la cancelación de organizaciones no gubernamentales afiliadas a esa institución, entre otros.
Ante estas situaciones, según han denunciado feligreses católicos, el papa Francisco y el Vaticano han guardado silencio hasta ahora. Algo que contrasta claramente con la posición de Álvarez.
El juicio a una figura popular
En agosto de 2022, la policía nicaragüense llegó una madrugada a la casa parroquial de Matagalpa y detuvo a Álvarez y a otros seis religiosos.
El obispo permaneció detenido sin cargos durante más de 100 días hasta que finalmente, en diciembre, fue acusado por los delitos de "conspiración para cometer menoscabo a la integridad nacional y propagación de noticias falsas".
Aparentemente, sin embargo, hasta esta semana el gobierno de Nicaragua estaba más interesado en sacarlo del país que en procesarlo judicialmente.
Eso, al menos, es lo que parece indicar el hecho de que ya a inicios de enero de este año las autoridades de ese país estaban indagando si el religioso estaría dispuesto a abandonar Nicaragua a cambio de recuperar su libertad.
El pasado 13 de enero, el diario La Prensa de Nicaragua publicó unas declaraciones de monseñor José Antonio Canales, obispo hondureño de Danlí, quien aseguró que el gobierno de Ortega le había ofrecido a Álvarez la posibilidad de dejarlo libre a cambio de enviarlo al exilio, justo lo que ocurrió este jueves con los 222 opositores enviados a EE.UU.
"Las noticias que nosotros hemos tenido es que a monseñor Álvarez le han ofrecido la libertad, pero fuera de Nicaragua. Lo que no quieren son voces críticas dentro de Nicaragua", señaló entonces Canales.
Pero entonces, al igual que ahora, Álvarez no accedió a marcharse del país. Eso le comportó la condena de 26 años de cárcel que se conoció este viernes.
Un motivo adicional por el cual la permanencia de este obispo en Nicaragua puede causar molestias en el gobierno de Ortega radica en el hecho de que no se trata solamente de una voz crítica, sino que también es una figura popular.
Cuando asumió como obispo de Matagalpa en 2011, Álvarez fue recibido por una gran multitud que salió a las calles para saludarle y que, luego, desbordó la catedral para presenciar su ordenación, ritual que muchos tuvieron que presenciar fuera del recinto a través de unas pantallas gigantes que habían sido desplegadas.
Álvarez, por su parte, parece corresponder a ese afecto de los feligreses con numerosos gestos como, por ejemplo, su decisión de rechazar la oferta del entonces papa Benedicto XVI de hacer su consagración en Roma, optando por hacerla en Nicaragua, cerca de su gente.
Y es que Álvarez es un pastor próximo a su rebaño que usa su cuenta de WhatsApp para orientar a sus feligreses y es capaz de subirse a predicar a un autobús.
La prensa nicaragüense asegura que le han visto subiendo montañas en burro o cruzando ríos en pequeñas barcas para acudir al encuentro de los fieles en los poblados más remotos de Matagalpa.
Y es que, según ha confesado Álvarez, se ha fijado como meta personal visitar las 400 comunidades que existen en su departamento.
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