Yamandú Orsi vivió sus primeros años en una casa humilde sin luz eléctrica, con un inodoro a la turca y en una zona tan rural de Uruguay que, al llegar aquella ambulancia, se escondió porque nunca había visto una.
Su única hermana, casi siete años mayor, recuerda que lo buscó hasta encontrarlo.
“Estaba entre el ropero y una cama, agachadito allí, con los ojos que se le saltaban de la cara, del susto”, dice Luján Orsi a BBC Mundo.
La ambulancia no venía por él sino por su padre, inmovilizado por una hernia discal que padeció como consecuencia de su trabajo sulfatando parras para venderle uvas a una bodega.
Pero Orsi, con apenas cuatro años, ignoraba aquello. También ignoraba que su vida estaba dando en ese momento uno de los giros sorpresivos que lo llevarían a ser electo presidente de Uruguay este domingo.
Con el 97% de los circuitos escrutados, Orsi obtuvo el 49,8% de los votos y triunfó en un balotaje ante el oficialista Álvaro Delgado como candidato de la coalición opositora de izquierda Frente Amplio y delfín del expresidente José “Pepe” Mujica (2010-2015).
El éxito político de este docente de historia de 57 años se debe a todo lo que vino después de la aparición de esa extraña ambulancia.
“La escuela”
La hernia de disco obligó al padre de Orsi a mudarse con su familia, en 1972, a la ciudad de Canelones, unos 55 kilómetros al norte de Montevideo, para trabajar y vivir en un almacén.
Era un comercio típico de la época, una casona esquinera antigua donde los Orsi vendían desde frutas hasta queroseno y conversaban sin prisa tanto con clientes con un buen pasar económico como con otros en riesgo de desempleo.
El lugar se volvió un “confesionario de las alegrías y las tristezas” humanas, rememora Luján, y sirvió para que su hermano viera las diferencias sociales que hoy remarca en sus discursos, e incluso para que aprendiera el trato personal con la gente que reivindica en política.
“Quizás ahí se pulió eso”, reflexiona la hermana, que le había enseñado al ahora presidente a leer, escribir, sumar y restar jugando a ser su maestra cuando todavía vivían en el campo y él no había comenzado la educación formal.
En la ciudad de Canelones, Orsi ayudó a sus padres con las labores del almacén por más de dos décadas, en paralelo con sus estudios: desde niño, cuando iba a una escuela pública de la zona, hasta después de recibirse de profesor.
Su interés por la política se despertó cuando era adolescente, con la efervescencia que había en Uruguay por el retorno de la democracia tras la dictadura militar que vivió de 1973 a 1985.
Hasta entonces, la mayor pasión de Orsi era la danza folclórica, actividad que lo llevó a integrar un ballet municipal y a viajar a festivales en la región: algo raro en una generación fascinada por el rock.
Quienes lo conocen creen que la música de cantantes populares que volvían a Uruguay del exilio —como Alfredo Zitarrosa o Los Olimareños — influyó en la inclinación de Orsi hacia la izquierda política, algo que le valió discusiones con sus padres, que solían votar opciones conservadoras y años después lo votarían a él antes de fallecer.
También fue importante en su rumbo ideológico el pasaje por el Instituto de Profesores Artigas (IPA) de Montevideo, donde se formó como docente en un ámbito con fuerte presencia de la izquierda.
Orsi dice que el marxismo es una herramienta que le ayudó a entender la historia, pero niega pertenecer a esa doctrina filosófica y reivindica el pragmatismo en política.
El politólogo Adolfo Garcé, profesor de la Universidad de la República, en Montevideo, observa que los rasgos distintivos de Orsi incluyen “negociación, adaptación a las circunstancias, poca columna vertebral ideológica (y) flexibilidad de un invertebrado”.
“Se parece a Mujica sin el carisma de Mujica, sin su magia ni don de la palabra, y sin tantos años encima”, dice Garcé a BBC Mundo. “Por algo lo elige el Pepe: porque es un buen producto de la escuela”.
El profesor
Orsi está casado en segundas nupcias con Laura Alonsopérez, una bailarina y coreógrafa con quien tuvo dos hijos mellizos a los 45 años mediante fertilización asistida, una niña y un niño que acaban de cumplir 12.
Tiene una voz grave y el acento característico de su departamento natal de Canelones, donde a menudo callan las s y se dirigen a las personas de tú en lugar del vos que se usa en Montevideo.
Por influencia de su madre, costurera, tomó la comunión y llegó a ser monaguillo. Pero se alejó de la religión al entrar en la política y hoy se define agnóstico.
Inició su militancia en el Frente Amplio en un comité de Canelones y, en 1990, se sumó al grupo que Mujica creó con otros exguerrilleros tupamaros dentro de esa coalición de partidos de izquierda: el Movimiento de Participación Popular (MPP).
Al año siguiente, se recibió de profesor de historia y dio clases en liceos públicos del interior del país, yendo de uno a otro en transporte público y volviendo al almacén al final del día.
Si bien se dedicó a la docencia casi por descarte —también se inscribió para estudiar relaciones internacionales, pero abandonó al mes—, desarrolló su vocación por esa profesión mientras daba clases.
Algunos exalumnos lo recuerdan con cariño.
“Fuera del alcance de la materia de él, estaba para lo que precisáramos siempre”, dice Karen Horminoguez, que tuvo a Orsi como profesor en un liceo de Santa Lucía, una ciudad de menos de 20.000 habitantes. “Venía con su gorrito y su matera en ómnibus todos los días”, recuerda esta mujer de 47 años que se acercó a saludarlo en un reciente acto de campaña.
En cambio, a otros exalumnos les cuesta recordarlo.
“Demasiado bueno”
La vida de Orsi tuvo otro giro inesperado en 2005, cuando el MPP lo eligió para ser secretario general de la Intendencia de Canelones.
Ese primer cargo de confianza política lo llevó a abandonar la docencia a sus 38 años. Una década después, fue electo por voto popular intendente del departamento, que limita con Montevideo y que, con medio millón de habitantes, es el segundo más poblado de un país de 3,4 millones.
Fue reelegido en 2019 y renunció al cargo en marzo pasado, con altos índices de aprobación, para lanzar su carrera a la presidencia impulsado por el popular Mujica, quien lo conoce desde hace tres décadas y mantiene un buen olfato político.
Orsi se consagró candidato del Frente Amplio en las elecciones internas de junio, cuando se impuso a la exintendenta de Montevideo, Carolina Cosse, hoy su vicepresidenta.
Mujica suele decir que la gestión de intendente preparó a Orsi para la presidencia porque Canelones es un “Uruguay en miniatura”, con campo y ciudad, industrias, agropecuaria y turismo de playas.
En su territorio, hay desde zonas con viviendas precarias hasta barrios privados para uruguayos y argentinos ricos.
Pero la tranquila campaña electoral también reveló diferencias de estilo entre Orsi y Mujica, que a los 89 años asumió por momentos una retórica más combativa que su delfín mientras superaba el tratamiento contra un cáncer de esófago.
“Si Orsi tiene un defecto, ¿sabe cuál es? Es demasiado bueno”, dijo Mujica a la radio local Sarandí en abril, tras una denuncia falsa contra el candidato por parte de dos mujeres trans que terminaron condenadas por calumnia y otros delitos.
A nivel regional, Orsi ha llamado “dictadura” al gobierno venezolano de Nicolás Maduro y dice sentirse identificado con el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, luego con el chileno, Gabriel Boric, y después con el colombiano, Gustavo Petro, en ese orden.
Su triunfo de este domingo marca el retorno al poder del Frente Amplio, que gobernó Uruguay entre 2005 y 2020, pero está por verse si Orsi liderará esa coalición variopinta de izquierda como lo ha hecho Mujica.
El presidente electo tiene ahora el desafío de cumplir sus promesas de impulsar el crecimiento económico y atacar la desigualdad, sin aumentar impuestos ni contar con mayorías en la cámara de Diputados.
La politóloga Rosario Queirolo, profesora del departamento de ciencias sociales de la Universidad Católica, en Montevideo, cree que “hay varias condiciones de estabilidad” que servirán al mandatario electo.
“Orsi va a ser el presidente con un partido que es muy disciplinado” y “que llega con un programa, que ya definió su ministro de Economía, con cuadros políticos formados que ya estuvieron en tres períodos de gobierno”, dice Queirolo a BBC Mundo.
Pero Garcé anticipa que al próximo presidente uruguayo “lo van a presionar de todos lados, porque luce débil”.
“Lo van a presionar los sindicatos y lo van a presionar las cámaras empresariales”, anticipa. “Y él va a tratar de articular, porque esa es otra cosa muy propia de la escuela tupa y de Mujica: son personas negociadoras”.
Como cuando lo sorprendió aquella ambulancia, Orsi está a punto de iniciar una nueva etapa en su vida. Pero ahora, en lugar de un antiguo almacén de barrio, su destino es administrar una república.
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