Un dibujo satírico de la doctrina Monroe

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La doctrina Monroe fue un pilar de la política exterior de EE.UU. durante décadas.

“América para los americanos” es la frase que resume una de las políticas exteriores más antiguas y emblemáticas de Estados Unidos, de la que se cumplen 200 años: la Doctrina Monroe.

La expuso el 2 de diciembre de 1823 el presidente James Monroe (1817-1825) en un discurso ante el Congreso de EE.UU.

En su mensaje, Monroe lanzó una advertencia a las potencias europeas para que se mantuvieran fuera del continente americano. Aquellos eran los años posteriores a las independencias que ganaron las naciones americanas frente a las monarquías de España, Francia o Portugal.

“Los continentes americanos, por la condición de libres e independientes que han asumido y mantienen, no deben ser considerados en adelante sujetos de futura colonización por ninguna potencia europea”, dijo Monroe ante el Congreso de su país.

Afirmó que cualquier intervención sería tomada como una agresión al propio EE.UU. y aseguró que su país no se involucraría en ninguna disputa de Europa.

Pero más allá de verse como un gesto solidario hacia otros países de la región, la doctrina que expuso el mandatario derivó en una política expansionista y de protección de los intereses económicos estadounidenses en el Hemisferio Occidental (y en menor medida los de sus socios británicos).

“El significado de la Doctrina Monroe ha variado constantemente desde que el presidente Monroe la enunció en su discurso al Congreso de 1823. Las discrepancias varían dependiendo de cómo individuos específicos han interpretado la doctrina en los últimos 200 años”, le explica a BBC Mundo el profesor Alex Bryne, un especialista en historia de EE.UU.

Y es que, en nombre de la Doctrina Monroe, en los últimos dos siglos ha habido numerosas intervenciones políticas, militares y económicas estadounidenses en América Latina, región que por ello llegó a ser bautizada como el "patio trasero" de Washington.

Por qué surgió la doctrina

El discurso del presidente Monroe se dio pocos años después de que en Europa se formara la llamada Santa Alianza (1815) entre los imperios de Rusia, Austria y Prusia, que tenía como objetivo la defensa de las monarquías absolutistas y la lucha contra los movimientos revolucionarios.

En ese contexto, Gran Bretaña -que había asumido buena parte del comercio que las naciones independientes cortaron con el resto de Europa- se alió con EE.UU. para evitar el retorno de otras potencias europeas al continente americano.

James Monroe

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James Monroe fue el quinto presidente de Estados Unidos.

Monroe y su secretario de Estado, John Quincy Adams, formularon una política que establecía que EE.UU. asumía la defensa de la soberanía de América con el apoyo del poderío naval británico, del que carecía su país.

“Consideraríamos peligroso para nuestra paz y seguridad cualquier intento por su parte [de las potencias europeas] de extender su sistema a cualquier parte de este hemisferio”, les dijo Monroe a los congresistas.

Advirtió que cualquier acción contra los países independientes de América “con el propósito de oprimirlos o controlar de cualquier otra manera su destino” por parte de cualquier potencia europea sería visto “como la manifestación de una disposición inamistosa hacia Estados Unidos”.

Para el profesor Alex Bryne, esta declaración “en su forma más pura” es una proclamación “en la que se afirma que Estados Unidos considerará cualquier nueva colonización de los subcontinentes americanos como una amenaza para sus intereses nacionales”.

Pero poner en práctica esta doctrina no era fácil, ya que en ese entonces Estados Unidos no era la potencia que conocemos hoy.

“EE.UU. llevaba años como país independiente (1776), pero era todavía un país débil, limitado a la costa este de su territorio", explica a BBC Mundo el historiador Veremundo Carrillo, especialista en relaciones panamericanas del Colegio de México.

El verdadero efecto de la Doctrina de Monroe, señalan los expertos, se vería décadas después en cómo esta fue interpretada e implementada, sobretodo a fines del siglo XIX y durante la mayor parte del XX.

La flota británica en Panamá

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La flota naval de Reino Unido era clave para la defensa de los intereses de EE.UU. en el siglo XIX.

Los inicios de la doctrina

Entre los países de América Latina, las palabras de Monroe fueron bienvenidas.

Las naciones independizadas buscaban el reconocimiento internacional y EE.UU. fue de los primeros países en dárselo. Por su parte, Reino Unido se convirtió en un “banco” que financiaba a las nuevas naciones americanas, lo cual le favoreció a Londres para acceder al rico comercio del continente.

El libertador Simón Bolívar declaró en 1824: “Inglaterra y Estados Unidos nos protegen”. De forma similar, el vicepresidente colombiano Francisco de Paula Santander aseguró que contarían con aliados “en caso de que su independencia y libertad fueran amenazadas por las potencias aliadas”. Chile y Argentina también expresaron su gratitud.

En México, el canciller Lucas Alamán buscaba que EE.UU. facilitara recursos de todo tipo “para el sostén de la independencia y de la libertad".

Pero la implementación inicial de la Doctrina Monroe no fue la que esperaban los gobiernos latinoamericanos.

La toma de las islas Malvinas/Falklands por parte de Reino Unido se produjo en 1833 sin intervención de EE.UU.

Luego los británicos reforzaron su control sobre Belice, Jamaica y otros territorios del Caribe, también sin intervención estadounidense.

Un ilustración de la guerra de EE.UU. por Nueva Orleans

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EE.UU. se concentró en el siglo XIX en la expansión de su territorio.

“Hubo varios momentos en los que se cuestionó la Doctrina Monroe, pero correspondía a los políticos estadounidenses determinar si realmente era válido el cuestionamiento”, señala Bryne.

“Después de todo, la Doctrina Monroe no comprometía a Estados Unidos a ninguna acción”.

La doctrina expansionista

Fue el presidente James K. Polk (1945-1849) el que dio una primera reinterpretación a la doctrina “como una política de expansión de EE.UU.”, señala Carrillo.

Washington ejecutó la invasión de México, por la que este país fue obligado a ceder 55% de su territorio, en 1848. También ocupó en varios momentos República Dominicana y Panamá.

El caso de la intervención francesa en México (1862-1867), mediante la cual Napoleón III instauró un imperio efímero con el apoyo de los conservadores mexicanos, fue otra prueba de que el espíritu original de la Doctrina Monroe no era aplicado uniformemente.

Estados Unidos no mostró mayor oposición. El hecho de que ese periodo coincidiera con la Guerra Civil estadounidense (1862-1865) limitó en gran medida el apoyo de Washington al gobierno liberal de Benito Juárez.

Una ilustración de militares de EE.UU. en Ciudad de México

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México se vio obligado a ceder el 55% de su territorio para poner fin a la ocupación de EE.UU.

“Estados Unidos no tuvo poder para aplicar la doctrina durante la mayor parte del siglo XIX”, considera Bryne.

El presidente Rutherford B. Hayes (1877-1881) también hizo su propia interpretación de la Doctrina Monroe, cuando declaró a Centroamérica y el Caribe como región de influencia exclusiva de EE.UU.

Por ese entonces ya era clave el control de Nicaragua y Panamá como pasos estratégicos para el comercio entre el Pacífico y el Atlántico.

En otro momento clave de su política expansionista, en 1898 Estados Unidos intervino a favor de las independencias de Cuba y Puerto Rico, colocando a las islas caribeñas bajo su tutela.

El “policía” de América

Estados Unidos también había mediado a fines del siglo XIX en el conflicto entre Venezuela y Reino Unido por la colonia británica de Guayana (actual Guyana).

Y en 1903 Washington medió de nuevo para poner fin al bloqueo naval que los británicos impusieron a Venezuela por el pago de unas deudas.

Fue entonces cuando el presidente Theodore Roosevelt (1901-1909) estableció un nuevo corolario para la Doctrina Monroe: EE.UU. podía intervenir en los asuntos internos de una nación latinoamericana si esta cometía faltas flagrantes.

En las décadas posteriores, ya con una fuerza militar y económica que lo convirtieron en potencia mundial, EE.UU. se erigía como “el policía americano con el pretexto de resguardar el continente”, señala Carrillo.

Y Washington llevaría a cabo una treintena de intervenciones en los países de América Latina.

Militares de EE.UU. en Panamá

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El poder militar de EE.UU. en el siglo XX fue determinante en varias intervenciones en América Latina.

En las dos Guerras Mundiales, Estados Unidos ejerció un mayor control del continente para evitar la influencia de las potencias enemigas. Y durante la Guerra Fría, los diferentes presidentes de EE.UU. “invocaron el peligro comunista” para justificar sus numerosas intervenciones en América Latina.

“Se habla de muchas doctrinas: la Truman, la Kennedy, la Johnson. Pero desde una lectura más panorámica, todas son reinterpretaciones de la Doctrina Monroe”, considera Carrillo.

¿Sigue vigente?

Donald Trump en la ONU

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Donald Trump dijo en 2018 que EE.UU. debe seguir la Doctrina Monroe para proteger a América de influencias exteriores.

¿Sigue la Doctrina Monroe vigente en la actualidad?

“Creo que la Doctrina Monroe no puede aplicarse hoy de la misma forma que en el pasado. El mensaje original de Monroe se enunciaba firmemente contra el colonialismo, lo que no es relevante en la actualidad”, considera Brynes.

“Personalmente creo que la Doctrina Monroe ya no tiene sentido, es un significante vacío al que se le han atribuido demasiados significados diferentes a lo largo del tiempo”.

Sin embargo, Carrillo considera que “la idea que dio origen a la Doctrina Monroe sigue vigente: EE.UU. sigue teniendo un papel preponderante respecto a sus vecinos”.

“Una de las paradojas que tiene EE.UU. es ser una república imperial, con valores del republicanismo democrático, que muchas veces ha actuado en función del imperialismo más clásico, con intereses meramente comerciales”, concluye.

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BBC

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