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Centro de Derechos Reproductivos

Fue a buscar agua al río como todos los días. De pronto, dos hombres la tomaron por la espalda, le pusieron un cuchillo en la garganta, la golpearon y uno de ellos la violó.

Producto de esa violación, Fausia* quedó embarazada.

A partir de ese momento, comenzó un calvario que cambiaría su vida para siempre.

Los agresores, a quienes conocía perfectamente, la amenazaron de muerte -a ella y a toda su familia- si denunciaba lo que había ocurrido.

Fausia, quería interrumpir su embarazo, pero en Honduras el aborto es ilegal en todas las circunstancias. No importa si la mujer fue violada, si su vida está en peligro o si el feto tiene malformaciones graves.

Tampoco tuvo acceso a la pastilla anticonceptiva de emergencia (PAE), que le habría evitado un embarazo, porque en ese momento estaba prohibida.

Ella es una mujer indígena perteneciente al Pueblo Nahua y una defensora de derechos humanos en su país.

Honduras es una de las seis naciones en América Latina y El Caribe -junto a El Salvador, Nicaragua, República Dominicana, Haití y Suriname- en las que el aborto está completamente prohibido.

El Centro de Derechos Reproductivos y el Centro de Derechos de Mujeres (CDM) presentaron esta semana el caso ante el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas con el objetivo de demandar “justicia para Fausia” y que Honduras modifique el marco legal que criminaliza totalmente el aborto.

BBC Mundo contactó al gobierno de Honduras para conocer su reacción pero hasta el momento de la publicación de este artículo no habíamos recibido respuesta.

Este es el testimonio de Fausia contado en primera persona a partir de una entrevista. Algunos detalles del relato fueron omitidos para proteger su identidad.

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Como en la casa no teníamos servicio de agua potable, fui al río a buscar agua para preparar la cena. Estaba en eso, cuando dos hombres, que estaban escondidos en una mata de zacate (forraje), me atacaron por la espalda. Me pusieron un cuchillo en la garganta y luego me agarraron las manos hacia atrás.

Yo les decía que no me hicieran daño, que por favor me dejaran, que no tenía dinero, pero me taparon la boca y me golpearon. Uno de ellos me violó.

Estos hombres son descendientes de una familia que le había usurpado parte de unas tierras a mi padre. Unos meses antes, había pasado un incidente por lo de las tierras. Un familiar de los agresores fue a tirar una cerca en la tierra nuestra y me dijo “me las vas a pagar, te voy a tirar a la mara”.

No tomé en serio sus palabras, pero después de la agresión se fue armando como un rompecabezas de lo que había pasado y nos dimos cuenta que era una represalia por lo de las tierras.

Con la violación quedé muy mal. Pasaron unas semanas y cuando fui al médico me dijo que estaba embarazada.

Es inexplicable lo que sentí en ese momento. Me sentí mal, me sentí sucia, era algo que no estaba en mis planes, que no deseaba, y menos de la manera en que sucedió.

Mi reacción fue negativa, fue de rechazo.”No quiero, no quiero, no quiero”, pensé.

“Esto no puede ser posible, me violaron y quedé embarazada, no puedo continuar con este embarazo”.

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El aborto no solo está penalizado en Honduras, sino que además, lo prohibe la Constitución del país. En enero de 2021 el Congreso Nacional aprobó en un solo debate una reforma constitucional que establece la prohibición absoluta de la interrupción del embarazo.

Actualmente la vía legal para despenalizar el aborto en Honduras implica reformar la Constitución y para modificar la Carta Magna, se requiere el voto a favor de un 75% de los congresistas.

Cada días tres niñas menores de 14 años quedan embarazadas producto de una violación, según datos de la Secretaría de Salud (2022).

Honduras tiene una de las tasas más altas de embarazos adolescentes en América Latina.

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El médico me preguntó que qué me había sucedido. “¿Ya puso la denuncia?”, me dijo. No, le contesté, porque me habían amenazado con que me iban a matar si denunciaba.

Él me recomendó que lo hiciera, que fuera a interponer una denuncia. Fui al Ministerio Público y ahí me atendió un médico forense.

Me examinó y me dijo: “Ya sabemos que estás embarazada. Si abortas o nos damos cuenta de que ha pasado algo con este embarazo, te vamos a meter presa porque el aborto está prohibido en el país”.

Yo no quería continuar con el embarazo. Llegué a un momento de angustia, de desesperación y ya no quería seguir con ese sufrimiento.

Era un embarazo de riesgo, no me alimentaba, pasé los nueve meses con náuseas, mi estado de salud física era cadavérico porque no podía comer.

Pasó el tiempo y en varias ocasiones pensé en suicidarme porque sentía que no valía nada. Hasta que lo intenté.

Me acuerdo que había un árbol de mango y en ese árbol de mango había una hamaca. Mi mamá no estaba en ese momento, se había ido al río a lavar ropa con mi hija pequeña.

Estaba yo sola. Ahí fue cuando lo intenté. Como no me alimentaba estaba muy débil, no tenía fuerzas. Puse una silla, pero la silla se cayó y no lo logré.

En eso la niña me vio y fue corriendo a decirle a mi mamá que yo estaba colgando. Entonces mi mamá vino a rescatarme. Creo que perdí el conocimiento, no recuerdo lo que pasó después.

Solo recuerdo que desperté en una cama. Estaba mi niña y mi mamá al lado de la cama. La niña me decía llorando: “Mamá no te mueras, mamá no te mueras”.

Eso fue muy duro porque tenía el deseo de desaparecer de esa realidad, pero también quería estar con mis hijos. Sentí que tenía que agarrar fuerzas y seguir adelante.

Durante la campaña electoral previa a las últimas elecciones presidenciales en noviembre de 2021, la presidenta de Honduras, Xiomara Castro, prometió modificar la legislación vigente para que el aborto fuese despenalizado en tres circunstancias: violación, riesgo de la vida de la madre, o malformación del feto.

Sin embargo, hasta ahora, el cambio legal no se ha concretado porque la decisión radica en el Congreso y no en el poder ejecutivo.

Y es muy poco probable que el Congreso, dominado por la oposición, apruebe una enmienda a la Constitución (según quedó establecido en enero de 2021) que permita interrumpir el embarazo cuando se presenta alguna de esas tres condiciones.

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La experiencia del parto fue muy difícil. Fui al hospital para que me programaran una cesárea. Ese día llegué con dolor, me dijeron que tenía dilatación y que me iban a ingresar al quirófano. No estaba preparada para dar a luz porque había ido a que me programaran la cesárea.

En ese momento llegó un doctor con una hoja y me dijo que firmara el papel, me dijo que tenía que firmar porque me iban a hacer la ligadura de trompas para que no tuviera más hijos.

Yo le dije que no, que no quería firmar, entonces se enojó muchísimo y me dijo: “Bueno, no lo firmes pero te veré aquí dentro de dos años otra vez pariendo”.

Yo le insistí en que no quería firmar porque no sabía lo que conllevaba, porque no me habían informado antes. Él quería que a fuerza yo le firmara ese documento. Se enojó tanto que empezó a insultarme.

Luego de eso me llevaron para el quirófano y cuando me confirmaron que iba a dar a luz, no paré de llorar.

Me iban a poner la anestesia y una doctora me preguntó por qué lloraba. Entonces le dije que el embarazo era producto de una violación. Me dijo: “tranquila y me sobó la cabeza”.

Después de eso, cuando la niña nació, una de las enfermeras me dijo que la besara. Yo me negué. Le dije que no quería verla, que por favor la retirara.

Después me pasaron a la sala de recuperación. Llegó el momento en que había que alimentar a la niña.

Me la llevaron otra vez y la acostaron en mi cama para que la alimentara. Ella lloraba y lloraba porque tenía hambre y yo no quería alimentarla.

La enfermera me regañó, me quiso decir algo así como ¡qué tipo de madre!, como qué tipo de animal era yo por no querer alimentar a mi hija.

No me dieron una alternativa para darle un biberón mientras yo asimilaba lo que estaba pasando.

Pasé dos días en el hospital, luego me dieron de alta y tuve que regresar a la zona. No regresé a la comunidad porque nos habíamos ido de la casa mientras estaba embarazada.

Fuimos desplazados por las amenazas de muerte de los agresores. Me decían que me iban a matar, que iban a matar a mis hijos y a mi familia.

Nuestra casa fue saqueada y destruida. Nunca más regresamos.

Foto genérica embarazada

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El caso de Fausia fue presentado esta semana al Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas (foto genérica).
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La violación ocurrió el 13 de noviembre de 2015. Los agresores fueron capturados en 2017 y enviados a la cárcel por 4 meses, hasta que se revocó la prisión preventiva y quedaron en libertad.

En junio de 2022 fue renovada la prisión preventiva de los agresores.

Desde diciembre de 2023 el violador cumple una condena de 14 años y de 9 años el cómplice.

Sin embargo, las organizaciones que representan a Fausia temen que la defensa de los agresores presente un recurso legal (recurso de casación) en los próximos días que podría anular la sentencia y dejarlos en libertad.

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Han pasado ocho años. Después de toda esta experiencia, una de mis aspiraciones es que el Estado replantee las leyes de este país sobre el aborto.

Seguimos viviendo en una sociedad donde impera el machismo, en una sociedad donde el aborto es un tabú, donde la religión les dice a las personas que abortar es un pecado, que sos una asesina, que no tendrás el perdón de dios.

Espero que las cosas cambien porque lo que yo viví le puede pasar a cualquier otra mujer hondureña.

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El equipo jurídico que representa a Fausia ha realizado las siguientes gestiones judiciales en Honduras:

  • Proceso penal por violación sexual
  • Proceso penal por la tentativa de homicidio de la hermana de Fausia
  • Proceso penal por usurpación de tierras
  • Solicitud de medidas de protección ante el Comisionado Nacional de los Derechos Humanos
  • Solicitud de medidas de protección para Fausia y su familia ante el Mecanismo Nacional de Protección

(* Fausia es un nombre ficticio).

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