Avraamov dirigiendo a la ciudad de Bakú en 1922.

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Hace cien años, un compositor ruso de 36 años llamado Arseny Avraamov se subió a una torre especialmente construida en Bakú (Azerbaiyán), entonces parte de la Unión Soviética.

Observando el paisaje urbano que tenía ante sí, levantó dos banderas rojas y comenzó a agitarlas de un lado a otro. Lo que ocurrió a continuación fue uno de los acontecimientos musicales más extraordinarios del siglo XX. Uno que, hasta hace poco, permanecía casi completamente olvidado.

Se trató de la Sinfonía de las Sirenas, una obra musical que incorporó a la ciudad de Bakú como orquesta.

Se escenificó el 7 de noviembre de 1922, para celebrar el quinto aniversario de la Revolución de Octubre e incluyó a toda la flota del Caspio, cañones, locomotoras, regimientos de artillería, hidroaviones, sirenas de fábrica, campanas, sirenas de niebla, bandas musicales y un coro masivo.

Avraamov no sólo dirigió una orquesta, sino una ciudad.

Un concierto único

Al ondear Avraamov sus banderas se produjo el primer disparo de cañón, que hizo sonar las sirenas de las fábricas.

Soldados rusos con cañones del ejército durante la revolució de octubre.

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Los cañones del ejército sirvieron para marcar las distintas etapas de la inédita producción musical de Avraamov.

El quinto disparo de cañón invitó a las sirenas de los muelles a unirse. El decimoquinto cañonazo dio la señal a las sirenas de la flotilla, mientras una banda de música militar empezaba a tocar y a marchar hacia el puerto.

Pronto aparecieron las bocinas de las locomotoras y los disparos de las ametralladoras, seguidos de las melodías del magistral, un instrumento inventado por Avraamov para esta representación, que consistía en 50 silbatos de vapor unidos a tubos, que podían accionarse de forma independiente como las teclas de un piano.

Avraamov agitó su bandera. Esa fue la señal para que los hidroaviones despegaran mientras un coro de miles de personas gritaba: "¡Viva!".

Otro cañonazo provocó el silencio, salvo por las inquietantes melodías del magistral. De repente, se oyó un tenue coro de voces cantando. Se unieron más voces y sonó el inconfundible himno de la Internacional.

Una multitud en tiempos soviéticos.

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Avraamov buscó que las masas participaran en sus obras y en particular en la famosa Sinfonía de las Sirenas.

A medida que el coro crecía, las sirenas volvieron a sonar y los hidroaviones volvieron a descender sobre el puerto. La banda de música volvió a tocar otra melodía conocida: La Marsellesa. Los cañones dispararon al mar y las ametralladoras descargaron en el cielo.

Las campanas de las iglesias -hasta entonces en silencio- comenzaron a repicar cuando el ruido alcanzó su clímax.

Luego, el silencio, más interpretaciones de la Internacional, antes de que las sirenas, el magistral, la banda de música y el coro volvieran a sonar para un último acorde extático que inundó la ciudad.

Un revolucionario musical y político

Lo ocurrido fue, en muchos sentidos, la culminación de la extraordinaria y peripatética carrera de Avraamov. Un visionario que trató de fusionar la política y la música hasta que ninguna de ellas pudiera distinguirse de la otra.

Fue un inventor, un modernista, un futurista, un revolucionario, un compositor y un excéntrico. Brilló con luz propia, pero al final fue enterrado por el mismo sistema político que contribuyó a su formación.

Un trabajador de una fábrica soviética.

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Avraamov creía que cualquiera podía producir música y disfrutarla y, por ello, en su Sinfonía de las Sirenas unió a músicos profesionales, con trabajadores, soldados y ciudadanos.

En gran medida olvidado tras su muerte en 1944, pese a que sus innovaciones prefiguraron algunas de las tendencias musicales más importantes de la segunda mitad del siglo XX.

Mucho antes de que Pierre Schaeffer grabara las locomotoras de la estación de Batignolles, mucho antes de que John Cage redefiniera los parámetros de la música, mucho antes de que Karlheinz Stockhausen decidiera pegar un cuarteto de cuerda a los helicópteros. Mucho antes de todo eso, estaba Avraamov.

Nacido en Novocherkassk (Rusia) en 1884, los primeros años de Avraamov giraron en torno a la escritura de música y sus tiempos en la cárcel por su agitación comunista.

Sus dos intereses confluyeron un poco después de la Revolución Rusa, cuando fue nombrado ministro de Cultura del Comisariado del Pueblo para la Educación. Uno de sus primeros actos fue preguntar a Vladimir Lenin si podía quemar todos los pianos del país, por considerarlos símbolos del antiguo orden político y musical.

No consta la respuesta de Lenin, aunque la existencia de pianos en la Rusia soviética sugiere que su propuesta no fue aceptada.

Retrato del músico ruso Arsenyt Avraamov.

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Arseny Avraamov era un revolucionario convencido, que buscó cambiar la manera como se producía la música, porque consideraba la forma tradicional era burguesa.

Avraamov dedicó gran parte de su tiempo a desarrollar su propia teoría microtonal, que creía que emanciparía a la gente de los grilletes de la tradición musical occidental basada en la octava y los 12 tonos.

Más adelante en su carrera, desarrolló técnicas de muestreo y síntesis de sonido, lo que le convirtió en uno de los pioneros de la edición de sonido.

Después de trabajar en la banda sonora de la primera película sonora soviética –Plan velikikh rabot (El gran experimento, en España y el Plan de las grandes obras en América Latina), de Abram Room-, empezó a experimentar con la creación de sonidos a través del dibujo, y el musicólogo Andrey Smirnov le atribuyó el mérito de ser el inventor del sonido gráfico.

Todo esto convirtió a Avraamov en uno de los progenitores del género que hoy llamamos música electrónica.

Pero su obra más revolucionaria fue la Sinfonía de las Sirenas.

Una imagen de Lenin en San Petersburgo en 2017.

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Avraamov ocupó puestos de responsabilidad durante los primeros tiempos del régimen soviético y mantuvo contacto estrecho con Lenin

"Un nuevo mundo requiere una nueva música", teorizó Avraamov. No sólo nuevos sistemas tonales e instrumentos, sino una concepción totalmente nueva de la música. ¿Qué era, para quién era, dónde se interpretaba y cómo se experimentaba?

"Después de la Revolución Rusa surgió la idea de que había que hacer algo en la calle, que había que escapar de la aburrida sala de conciertos burguesa y hacer música para la gente que trabaja en las fábricas. Música no para los ricos, sino para todo el mundo", explicó a BBC Culture Sergey Khismatov, premiado compositor y musicólogo.

Experiencia transformadora

Avraamov pretendía crear una obra musical para el proletariado, utilizando los sonidos de las máquinas y las fábricas que ahora estaban bajo el control de los trabajadores.

En lugar de espectadores, buscaba la participación activa de todos en la representación, ofreciendo una experiencia transformadora que simbolizara la unidad, la agencia y el poder revolucionario de decidir la propia historia.

Una orquesta

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El ruso quiso sacar la música de las salas de conciertos, por considerarlas aburridas e inaccesibles para las masas obreras.

En su visión, las sirenas de las fábricas, que regulaban el inicio y el final de la jornada laboral, se transformaban de símbolos de opresión en sonidos de emancipación. La Sinfonía de las Sirenas fue, en muchos sentidos, el sonido de un nuevo mundo que nacía.

Avraamov sostenía que la música occidental -en su teoría, composición e interpretación- reforzaba la hegemonía cultural de la clase dominante y, por tanto, alejaba a los trabajadores del potencial de la música como forma artística organizadora y emancipadora.

Argumentaba que era importante para los propósitos de la clase dominante separar a los trabajadores de los medios para crear y experimentar la música.

"La música tiene, entre todas las artes, el mayor poder de organización social", escribió.

"Tuvimos que llegar a la Revolución de Octubre para lograr el concepto de la Sinfonía de las Sirenas. El sistema capitalista da lugar a tendencias anárquicas. Su miedo a ver a los trabajadores marchando en unidad impide que su música se desarrolle en libertad", agregó.

Un adelantado a su tiempo

Más allá del mero espectáculo -nunca nadie había intentado incorporar todo el paisaje urbano a una actuación musical, por no hablar de hidroaviones y acorazados-, Avraamov rompió varios límites musicales y prefiguró la dirección que tomaría la música en la segunda mitad del siglo XX.

Un DJ tocando música electrónica.

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Expertos musicales consideran que Avraamov sentó las bases para formatos musicales que hoy son populares alrededor del mundo, como la música electrónica.

"Avraamov prefigura el arte ambiental sónico de (el alemán Karlheinz) Stockhausen, ampliando con imaginación la noción de espacio en el que puede desarrollarse una pieza musical", explicó a la BBC David Stubbs, autor de "Mars by 1980: The Story of Electronic Music".

"También se anticipó a la musique concrète de (el francés Pierre) Schaeffer, en la que los muros entre el arte y la vida cotidiana se derrumban, y la materia sonora del mundo realmente existente se convierte en una fuente para la música", agregó el experto.

"Podemos decir que con la Sinfonía de las sirenas, Avraamov fue pionero en la idea de utilizar instrumentos no tradicionales tanto para la composición como para la interpretación", añadió Khismatov.

En obras posteriores, Avraamov incorporaría a su música herramientas como sierras, hachas y mazos.

En lugar de una partitura tradicional, utilizó instrucciones escritas y una notación musical tan simplificada que cualquiera podía entenderla.

"La Sinfonía de las Sirenas ejemplifica un modo de hacer música en el que se prescinde del virtuosismo, la notación o los métodos tradicionales de arreglo musical en favor de un enfoque más conceptual", dijo Stubbs.

"Se trata de cómo se secuencian y yuxtaponen los elementos. Esto es tan cierto para el trabajo más reciente del músico electrónico británico Burial como para Avraamov", agregó.

Con la mirada en los cielos

La Sinfonía de las Sirenas se intentó una vez más, un año después en Moscú, aunque a una escala muy reducida.

Un Zeppelin.

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Uno de sus últimos proyectos incluía colocar altavoces desde dirigibles para difundir música sobre Moscú.

Sin inmutarse, Avraamov empezó a planear su siguiente proyecto: instalar potentes megáfonos en zepelínes y hacerlos volar sobre Moscú. No contento con dirigir una ciudad, Avraamov tenía ahora los cielos en su punto de mira.

Pero había dos problemas. En primer lugar, Avraamov estaba arruinado. En segundo lugar, el ambiente revolucionario en Rusia, que había fomentado una vanguardia artística radical, estaba llegando a su fin.

"La Sinfonía (de las Sirenas) representa lo mismo que mucha de la primera música electrónica: una utopía, un futuro perdido", explicó Stubbs.

"Se encargó en un momento en el que todavía se sostenía con optimismo que la gran perspectiva revolucionaria e igualitaria de la Unión Soviética podía funcionar de la mano de la vanguardia artística. Desgraciadamente, eso fue anulado con el tiempo bajo Stalin", agregó.

Foto de Stalin.

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Con la llegada del estalismo, el gran compositor fue execreado y olvidado hasta no hace muchos años.

El proyecto Zepelín nunca salió de la mesa de dibujo, y Avraamov murió en la pobreza y la oscuridad. El interés por su obra no resurgió hasta la década de 1990, y la primera reconstrucción de la Sinfonía de las Sirenas, basada en las notas de Avraamov, tuvo lugar en 2008.

Al año siguiente, Khismatov estrenó su propia reconstrucción (bajo su traducción preferida, Sinfonía de cuernos industriales) en un fuerte de San Petersburgo.

Posteriormente el maestro ruso apareció en la exposición alemana Documenta 14 y ha pasado a influir en una nueva generación de compositores electrónicos, vanguardistas y con motivaciones políticas.

En 2017, Avraamov tuvo un espacio en el documental BBC "Tunes for Tyrants" (Sonidos de los Tiranos), en el que la presentadora Suzy Klein ensalzó al ruso como uno de los genios olvidados de la música, e incluso realizó su propio homenaje a Sinfonía de las Sirenas mientras se situaba en una azotea de Moscú y agitaba dos banderas rojas de lado a lado.

Avraamov en 1923.

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Avraamov cuidó hasta el último detalle de su gran Sinfonía y no dudó en mezclarse con los trabajadores, a los que veía como intérpretes y espectadores.

Mucho después de su muerte, Avraamov recibe por fin el reconocimiento merecido.

"Ahora sabemos que era un genio, pero en su momento la gente pensó que estaba loco. No podían ver lo que él veía", dijo Khismatov.

La tragedia de Avraamov fue que se adelantó demasiado a su tiempo. Rompió barreras demasiado pronto y el ecosistema musical que creó no pudo sobrevivir fuera de su incubadora.

Muchas de sus ideas, ahora habituales, fueron ridiculizadas y su obra acabó siendo silenciada por un régimen soviético cada vez más conservador y reaccionario.

Esta historia fue publicada originalmente en BBC Culture. Lee aquí el artículo en inglés.


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