En 1925, dos años antes del establecimiento del poblado que luego llamaron Pedernales, el sitio era un llano abrupto “con dos bohíos y una docena de personas”.
Sabana Juan López le llamaban en evocación a un español que, decían, había hecho vida allí. Pero el “titán de hierro”, Clemente Pérez, aseguró que ni señales vio de él, aunque sí escuchó muchos runrunes sobre un europeo que poseía un horno para panes situado en el camino Anse -a- Pitre, Haití, por donde luego se esfumaría sin que nadie supiera jamás de su paradero.
El larguirucho e inquieto activista del PRD de los tiempos de represión gubernamental, moriría a inicios de febrero de 2022, a las puertas de un siglo de edad. Era una mina de experiencia. Rememoró durante una entrevista que antes de la fundación de la colonia, en 1927, había escasas personas en aquellas tierras inhóspitas de la parte más austral del territorio nacional, en la frontera con Haití, que hacían agricultura y criaban ganado en pasto libre. Citó a Genaro Pérez Rocha y Manuelica Méndez.
Su padre, Alfredo Ferreras, nativo del El Estero, provincia Baoruco, y su madre, María Francisca Pérez (Mandín), de Duvergé, provincia Independencia, con solo tres años, le llevaron a caballo, por el camino de la agreste sierra Baoruco.
Su familia fue la única reclutada en esa comunidad para, junto a otras, poblar la sabana Juan López (hoy centro de Pedernales), proceso que el Gobierno llamó colonización y colonia a la comunidad. El resto era damera (Las Damas o Duvergé).
A los 99 años, lúcido y resuelto, quiso dejar claro que la vida en aquellos tiempos era azarosa. El lugar donde echó los dientes era un insufrible guasabaral con algunos caminos pedregosos y un sol achicharrante, plagado de parajes y otros lugares con nombres en creole, aún vigentes entre los pedernalenses (Bucanyé, Bucampolo, Bucancarángana, Bucandebas, Trudillé, Maipioró, Trunicolá (Hoyo de Nicolás, luego llamado Charcos de Romeo).
“Esto era duro, insoportable; a veces, teníamos que pasar a Ansapito a comprar sal y azúcar”, refiere.
Listín Diario del 6 de enero de 1930 publicó fotos de 1925 que reflejaban la sabana agreste y despoblada en víspera de la colonización.
LA VISITA DE BOSCH
Pero un ambiente hostil requería de gente perseverante y resistente, dura como la piedra pedernal que abunda en el río y le da nombre a la comunidad, conforme explicaría con su estilo pedagógico el presidente del Partido Revolucionario Dominicano, profesor Juan Bosch, durante su discurso ante los pedernalenses, en el parque del pueblo, en la antesala de las elecciones presidenciales del 20 de diciembre de 1962.
Después de las palabras de bienvenida, a cargo de la estudiante Juana de los Reyes Pérez y Pérez (Juanín), 17 años, el destacado líder político y escritor explicó algo que el auditorio desconocía:
“Pedernales significa piedra dura, y el que vive en Pedernales es más duro que la piedra”.
Días después, Bosch ganaría ampliamente las primeras elecciones democráticas desde la elección de Horacio Vásquez en 1924.
Desde 1927, hasta hoy, esta comunidad distante 307 kilómetros del Distrito Nacional, ha capeado mares de temporales. Los valores fundantes sembrados por las primeras familias, como solidaridad, responsabilidad, respeto, puntualidad, honradez y honestidad han contribuido a forjar un pueblo tranquilo caracterizado por el trabajo y escasa violencia social, pese a la exclusión oficial. Se resisten a morir ante potentes amenazas.
Pese al empobrecimiento de 57% y el muy desnutrido Índice de Desarrollo Humano, en casi un siglo como garantía de dominicanidad en la frontera, Pedernales ha resistido todos los avatares. Con poco más de 34 mil habitantes y un territorio de 2,080 kilómetros de superficie, con zonas altamente vulnerables como la cordillera y las fronteras marítima y terrestre, aún es tranquilo. Aún se puede andar por sus calles y disfrutar sus atractivos con relativa paz.
Las bajas por conflictos de parejas, atracos y riñas callejeras se acercan a cero. Atractivo para el buen turismo. La gestión actual del Gobierno ejecuta el proyecto de desarrollo turístico desde Cabo Rojo, distante 23 kilómetros al sureste del pueblo. Y dice que será sostenible, con preservación de los recursos naturales y los candados puestos para.
Pero hay indicios ominosos en el ambiente: auge de drogas prohibidas y legales, ruido, tráfico caótico, transgresión a las normas elementales de convivencia, irrespeto a las leyes, irresponsabilidad familiar, falta de autoridad e integración social, afán de enriquecimiento para satisfacer las altas exigencias del sistema.
Andrés Pérez y Pérez, ingeniero pedernalense residente en Estados Unidos, pero activista sistemático en favor de Pedernales, opina que los valores inculcados originalmente por los padres fundadores del pueblo se han ido perdiendo.
“Y esto está trayendo intranquilidad a nuestro pueblo. Es un problema generalizado en el país, y ha sido una degradación estimulada desde arriba… La solución está en la educación; esto es, formar individuos que puedan pensar críticamente con un alto sentido de responsabilidad social. Es un proceso lento, pero hay que insistir, pues es lo único que puede garantizar la actuación de nuestros ciudadanos en un marco de respeto a las leyes y a los demás”.
Unos 23 kilómetros al sureste pueblo, en Cabo Rojo, obreros trabajan en las obras del proyecto de desarrollo turístico de 12 mil habitaciones en edificios de cuatro pisos, una terminal de cruceros y amenidades.
De acuerdo al viceministro de Cooperación Internacional de Turismo y director ejecutivo del proyecto, Carlos Peguero, se trata de una iniciativa sostenible en el marco de un programa de desarrollo social integral de la Región Enriquillo (Pedernales, Barahona, Baoruco e Independencia), blindada frente a las debilidades de planificación con que nacieron otros polos del país.