Polonia ha puesto fin a ocho años de gobierno ultranacionalista del partido Ley y Justicia después de que el Parlamento del país eligiera nuevo primer ministro al expresidente del Consejo Europeo Donald Tusk. Tusk, que fue primer ministro polaco entre 2007 y 2014, vuelve al poder dispuesto a conducir al país hacia un acercamiento a la Unión Europea, tras un largo periodo de enfrentamiento entre Varsovia y Bruselas.

Por el corresponsal de RFI Márcio Damasceno

El partido ultraconservador Ley y Justicia (PiS) fue el más votado en las elecciones de octubre, pero no obtuvo la mayoría en el Parlamento ni contaba con los socios necesarios para formar una coalición. Aun así, el presidente polaco, Andrzej Duda, originario del PiS, dio a este partido el mandato de formar gobierno alegando que, según la Constitución, este privilegio corresponde al partido más votado en las elecciones.

De este modo, el PiS dispuso de un importante respiro para reforzarse financieramente y hacer algunos ajustes antes de abandonar el poder. Según los críticos, el partido aprovechó los dos meses para asegurar nuevos puestos a colaboradores y aliados que ahora perderán su trabajo en la maquinaria pública, y también para plantar aliados en instituciones importantes, a veces con puestos vitalicios.

El partido también aprovechó este periodo para mover algunos engranajes institucionales, como el judicial, de forma que fuera más difícil deshacer las polémicas reformas llevadas a cabo por PiS en el sector, que en la práctica aumentaron el control del ejecutivo sobre los jueces. Las reformas judiciales, consideradas una amenaza para el Estado de Derecho, han sido un punto de fricción entre la Unión Europea y Polonia en los últimos años.

Acercamiento a Bruselas

Estas reformas, que afectaban a la independencia del poder judicial, llevaron a la Unión Europea a castigar a Polonia con la retención de miles de millones de euros en fondos. Ahora corresponderá a Tusk trabajar en el acercamiento a Bruselas.

Este es uno de los retos a los que deberá enfrentarse el nuevo gobierno, aunque aparentemente el menor. Al fin y al cabo, Polonia estará ahora dirigida por un primer ministro proeuropeo que fue presidente de la Comisión Europea. El tono del diálogo entre Varsovia y Bruselas cambiará. Tusk tiene previsto viajar esta misma semana a una cumbre de la Unión Europea para debatir el futuro de la ayuda a Ucrania.

La guerra en el país vecino, por cierto, también es un punto espinoso a tratar. El primer ministro húngaro, Viktor Orban, el mayor aliado de Rusia en la Unión Europea, exige que se retire de la agenda la adhesión de Ucrania al bloque y la financiación de miles de millones de euros para Kiev.

El gobierno polaco fue inicialmente uno de los mayores aliados de Ucrania, pero los lazos se vieron sacudidos por la competencia económica de los productores de grano ucranianos, acusados por los agricultores polacos de ser una amenaza para el mercado alimentario del país.

Desafíos en política interior

Otro reto para el nuevo gobierno de Tusk será probablemente la política interior, ya que el PiS sigue siendo un partido con un fuerte apoyo popular y podría dificultar la labor del nuevo gobierno en tareas como la vuelta a políticas más acordes con las reglas del Estado de Derecho, la liberalización de la prensa estatal, desfigurada como mero aparato de propaganda del gobierno ultraconservador, o la flexibilización de la restrictiva política abortista del país, por ejemplo.

El PiS sigue teniendo una amplia bancada parlamentaria, la más fuerte del Parlamento polaco, con 194 de los 460 escaños, y cuenta con un fuerte apoyo entre la población, especialmente entre los más católicos, en el este de Polonia y en las zonas rurales. Además, controla varias instituciones del Estado y tiene a su favor un poder judicial que ha sido remodelado según su sesgo ultraconservador durante estos ocho años en el poder.

Y no hay que olvidar que el presidente polaco sigue siendo Andrzej Duda, que tiene poder de veto sobre las leyes aprobadas por el Parlamento. Estos vetos sólo pueden anularse con una mayoría parlamentaria de dos tercios, y la coalición tripartita de Tusk no tiene esa mayoría.