Una semana después de las devastadoras inundaciones en España, algunos pueblos siguen aislados del mundo. Un ejército de voluntarios ha paliado las ausencias de esta orfandad. Los habitantes de Alfafar, a cinco kilómetros de la ciudad de Valencia, reciben a familiares, amigos y espontáneos que les llevan agua, enlatados y artículos básicos. También les ayudan a barrer el fango que enlodó sus vidas.
Antes de la furia devastadora del río, el tren desde Valencia hasta Alfafar tardaba siete minutos. Desde hace cinco días, el trayecto dura cuarenta minutos. También se llega por las vías del tren. Pero a pie. La riada dejó sin agua y electricidad a este municipio de la periferia sur de la capital valenciana y cortó del mundo a sus habitantes.
En el camino por la carrilera del tren, suspendido desde las inundaciones, algunas personas cargan bidones de agua y bolsitas con comida. Varios de ellos son voluntarios y amigos de los damnificados. Hacen parte de esos miles de valencianos que, de manera espontánea, se han ido presentando para amparar a la población víctima del siniestro.
El paisaje es el de un cementerio de lata. Pilas de cientos de automóviles a los que arrastró la furia del río. Electrodomésticos tirados por todas partes. Y restos de lo que alguna vez fue parte de un hogar.
"Aún no ha venido nadie a ayudar"
En la ruta encontramos una familia de sobrevivientes al temporal. Ahora ayudan a los vecinos. "Vamos a buscar a unos amigos que viven en una casa y no teníamos noticias y ahora sabemos que están bien. Vamos a ver si podemos ayudarles. Damos las que gracias de que estamos bien, pero han habido muchos daños materiales y hay gente que ha perdido la vida. Damos gracias que tenemos salud, que es lo importante, pero hay gente que no va a poder contarlo", cuenta uno de los familiares.
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La mujer confirma que ha sido la población la que ha tomado las riendas para salir del fango y la hambruna la reconstrucción: "Aún no ha venido nadie a ayudar, son los vecinos quienes están bajando los coches".
El centro histórico del municipio es un inmenso lago de barro al que los vecinos no paran de barrer con escobas intentando sacar el lodo de sus casas, sus calles y sus vidas.
Victor Frau, uno de los afectados, afirma que lleva dos días "sacando agua y tirando trastos" para poder limpiar mejor, porque la planta de abajo está "para tirar".
El temporal acabo con la planta baja de la casa de Víctor Frau. Arrancó marcos de las ventanas, rompió los vidrios y la puerta e irrumpió en el interior de la vivienda hasta alcanzar dos metros de altura. Él no estaba esa noche. Pero sus hijas y su mujer pasaron horas de terror refugiadas en el piso de arriba. Ahora que el agua se ha ido de su casa dejando destruido la primera planta, ellos se encuentran solos tratando de recomponerla. "A mi nadie a venido a ayudarme", reconoce Víctor.
"No podíamos seguir estudiando, teníamos que hacer algo"
Clara, Luis, Alberto, Juan y Dani son estudiantes de Ingeniería y administración en la Universidad de Valencia, ubicada a solo cinco kilómetros de Alfafar. Milagrosamente, la ciudad capital no fue tocada por la Dana. Sin embargo, estos jóvenes prefirieron las escobas y los víveres a las aulas y las terrazas.
"Teníamos exámenes, pero los han aplazado. Habíamos quedado en la biblioteca a estudiar, pero hemos visto lo que había y no nos hemos podido quedar estudiando. Nos hemos juntado y hemos dicho ‘tenemos que hacer algo’. Hemos pasado por casa, nos hemos ido a Mercadona (conocido supermercado de España) y hemos venido aquí como hemos podido a intentar ayudar", relata uno de los jóvenes.
Otro de los estudiantes de ingeniería explica: "Hemos traído comida, la hemos dejado en el punto de recogida y ahora estamos ayudando a limpiar un poco las casas"
"Hemos ido por todo el pueblo buscando a gente que necesitara ayuda y nos hemos encontrado a una mujer que vivía sola en una planta baja y que tenía la casa llena de barro", detalla una de las jóvenes. "Estaba sola sacando agua de su casa y de su cama. No podíamos pasar y dejarla allí", asegura la universitaria.
"Entonces nos hemos dedicado a ayudarla todo lo posible a esta señora mayor".
Nosotros tenemos suerte porque vivimos en zonas que no han sido afectadas, pero viendo lo que hay en la gente que vive al lado, que son nuestros vecinos y lo están pasando tan mal, no podíamos hacer otra cosa que no sea venir y estar aquí". Venir a ayudar, darles nuestro tiempo y comprarles lo que sea que necesiten y arrimar el hombro. En situaciones como estas es lo que hay.
Esto es un palo que hemos encontrado para aplicarle los enganches de la escoba y achicar el agua. Hemos tenido que que tirar las escobas que teníamos antes de lo sucias que estaban, pero mañana compraremos más y seguiremos ayudando. Y es que el que no vive para servir, no sirve para vivir".