Este 9 de enero, cientos de miles de filipinos rinden homenaje al Nazareno Negro, un Cristo de piel de ébano heredado de la época colonial española. Marchan en procesión durante unas 15 horas detrás de la estatua hasta la iglesia de Quiapo, en Manila, donde se celebra una misa. Según la tradición, los creyentes deben tocar los pies del Nazareno Negro con la esperanza de obtener un milagro.

Con Nemo Lecoq-Jammes, la corresponsal de RFI en Manila

Bajo un sol sofocante, Rose de la Cruz lleva tiempo esperando su turno: “Ya llevamos seis horas de cola”, dice. Pero no tiene intención de quejarse. Para tener el honor de tocar al Nazareno Negro y hacer realidad sus deseos, hay que sufrir: “Le damos nuestra penitencia para demostrar que estamos motivados, para demostrar que somos gente honrada y creyente”, precisa. 

La estatua fue traída de México en el siglo 16 y sobrevivió a un incendio a su llegada a Manila, que tiñó su piel de negro. Desde entonces, ha resistido el paso del tiempo, las guerras y los desastres naturales. Los fieles la consideran un amuleto de buena suerte. “¡Soy devota del Nazareno Negro desde hace 18 años gracias a los milagros que ha obrado en mi vida!”, exclama otra mujer.

“El Nazareno Negro también sufre”

Y si los filipinos le son tan devotos, es porque tienen mucho en común con el Cristo de piel negra: “También es la tez de los filipinos, la tez de la gente que trabaja en trabajos difíciles, en las minas, con las manos. El Nazareno Negro también sufre, así que es otra forma de que los filipinos se identifiquen con él. Especialmente los que sufren la pobreza, la enfermedad y la injusticia”, explica Randy Dellosa, psicólogo y especialista en religiones. 

Las autoridades eclesiásticas esperan que más de dos millones de personas de todo el archipiélago asistan al evento, uno de los mayores actos de devoción católica del mundo. Y como se identifican con el Cristo Negro, los peregrinos están dispuestos a todo. Las celebraciones tienen fama de ser intensas, físicas y a veces incluso violentas. Según la Cruz Roja filipina, el año pasado resultaron heridas 700 personas.