A la lista de razones para emigrar en Ecuador que incluye una violencia galopante, la crisis económica y social, los cortes de electricidad que llegan hasta las 14 horas al día, se suma la 'vacuna', un nombre demasiado bonito para hablar de extorsión. Reportaje de corresponsal en Ecuador, Eric Samson.
Mauricio Núñez es uno de los cantantes de música romántica más populares de Ecuador. Forma un dúo con su hermano cuyo éxito no ha pasado desapercibido para los chantajistas.
"Muchos conocen nuestros números telefónicos. Los delincuentes nos llaman, nos amenazan, nos piden dinero. Yo fui víctima de 'la vacuna' con mi hermano. La primera vez, aceptamos y pagamos. La segunda hicimos una demanda ante la Fiscalía, y luego no volvieron a llamarnos. Nos pedían 1000 dólares mensuales", cuenta Nuñez.
Los periodistas tampoco están a salvo de las extorsiones. Los grupos de delincuencia organizada, o a veces simples delincuentes que se hacen pasar por mafiosos, no dudan en atacar a la prensa. Isabela Ponce, editora del portal GK, lo ha experimentado en carne propia.
’Después de una primera amenaza, un jueves, recibí otro mensaje el sábado. Una de nuestras fuentes en la policía nos dijo que la información para las amenazas provenía de Internet. Esto nos tranquilizó y pusimos una demanda en la Fiscalía. Nos pedían dinero por toda publicación que hacíamos sobre ellos", dice Ponce.
Las ciudades costeras sufren de lleno el flagelo de la "vacuna". En Guayaquil, algunos habitantes deben pagar simplemente por tener un techo. Víctor Pinta, tendero en el sur de la ciudad desde hace casi nueve años, da su testimonio: "Roban a todos los almacenes, inclusive a los más pequeños. Piden una colaboración para protegernos. Pero, ¿quiénes son ellos para pretender protegernos?".
Víctor se niega a ceder. Da su testimonio a cara descubierta, a pesar de las constantes amenazas. Para protegerse, cambia su número de teléfono móvil con regularidad. '"Me han atacado tres veces. En una ocasión, un cartucho de dinamita no explotó. Una semana más tarde, volvieron a intentar atracarme cerca del parqueadero. Y esta vez sí explotó. Luego intentaron de ponerle fuego", explica.
Pero, a pesar de todo, se muestra inflexible: "No, no voy a pagar. Con la bendición de Dios. Mis vecinos me apoyan. Si vemos gente sospechosa, lanzamos la alerta e intentamos capturarlos para que la policía los detenga", sostiene.
Otros han decidido huir en lugar de luchar. Es el caso de una joven que encontramos en la frontera de McAllen, en Texas, y que prefiere mantenerse en el anonimato. Era propietaria de una pequeña papelería en Quito. "Las extorsiones comenzaron a cambio de no robarnos. Me pedían 300 dólares por semana, siendo que, cuando me va bien, ganó 80. Pero hay que pagarles porque sino te matan", dice.
Hoy en día, esta mujer vive en Estados Unidos con su esposo y sus dos hijos. La situación en Ecuador, marcada por la falta de trabajo, empleos y recursos, la impulsó a huir. Sin embargo, el sector rural sigue siendo menos afectado por este flagelo, según Flor Córdova, miembro de la comunidad indígena de Iluman. "En las comunidades indígenas, los ladrones son castigados con agua helada, les propinan latigazos, son golpeados. En ocasiones son ofrecidos a la Pacha Mama, la diosa de la Tierra, y enterrados vivos".
A lo largo de la frontera norte, la evolución del tráfico de drogas ha provocado un aumento de las extorsiones, según Pablo Iturralde, director de la ONG "Tierras para Todos". "La 'vacuna' en la frontera norte ha aumentado las rutas blancas utilizadas para la exportación de la cocaína que dejaron de ser terrestres y pasaron a ser marítimas, vía el Pacífico. Todos estos jóvenes que eran observadores o traficantes perdieron sus ingresos y comenzar a extorsionar a los profesores, los pequeños comerciantes, los transportistas locales con sus camionetas", dice.
Este fenómeno explica en gran parte por qué cada vez más ecuatorianos buscan emigrar hacia los Estados Unidos, ya sea que se encuentren en situación regular o no.