Cortesía de CONNECTAS/Fabiola Chambi*

Yolanda Perea, una activista afrocolombiana, ha hecho un recorrido a pulso: lideresa social, defensora de los derechos de las víctimas de violencia sexual, estudiante, empleada de servicio doméstico, madre y hoy aspirante a senadora. Pero semejante carrera no la libera de recibir críticas machistas: “Si usted está embarazada, ¿por qué hace política? Eso es muy duro, déjeselo a los hombres”.

Perea relató este hecho en un Space de Twitter titulado ¿Qué tanto hemos avanzado en la participación política de las mujeres? Una pregunta que supone ante todo una transformación cultural que claramente aún no ha llegado en la región, ni en el mundo.

Lo ocurrido la pasada semana en el marco de la cumbre Unión Europea – Unión Africana lo demuestra con creces. Allí bastaron 20 segundos para que un incómodo momento captara la atención mediática cuando el ministro de Exteriores de Uganda, Jeje Odongo, pasó de largo e ignoró en el saludo protocolar a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ante la mirada del presidente de Francia, Emmanuel Macron, y el presidente del Consejo Europeo. Lo sucedido rememoró el famoso “Sofagate” de hace un año con el presidente turco, Recep Tyyip Erdogan.

La prensa se ha referido a este hecho como un “desplante o desaire machista”. Pero refleja bien, no solo en Europa sino en todo el mundo, los estereotipos arraigados en sociedades que aún se cuestionan, por ejemplo, “si la política es cosa de mujeres”.

La equidad de género aún es difícil de alcanzar. En 2021, solo el 6,7% de los Jefes de Gobierno (13 de 193) pertenecían al género femenino, según datos de la Unión Interparlamentaria (UIP) y ONU Mujeres. Y en América la cifra es aún peor: apenas dos, Honduras y Barbados, de los 35 países.

No es que las mujeres hayan estado alejadas del poder. Así lo demuestran la vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris; la expresidenta chilena y ahora alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet; la expresidenta brasileña Dilma Rousseff; la vicepresidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner; la expresidenta de Costa Rica Laura Chinchilla, o la flamante mandataria hondureña, Xiomara Castro, por mencionar a algunas figuras. Sin embargo, al mirar las cifras estadísticas, la presencia femenina resulta muy marginal, muchas veces asociada a roles tradicionalmente asignados a ellas.

En América Latina, según la Cepal, las mujeres participan en gabinetes ministeriales solo en un 28,5%. “Los promedios regionales de participación de las mujeres por tipo de cartera ministerial están concentradas en el área social y participan menos en las áreas políticas y económicas”, detalla su análisis.

Para la mexicana Nasheli Noriega, coordinadora de Feminismos y Justicia de Género en Oxfam Internacional, “todavía no podemos hablar de una democracia paritaria porque es incipiente en nuestra región y sin una participación real de las mujeres no puede ser efectiva”.

Sin embargo también hay señales importantes en América Latina. El presidente electo de Chile, Gabriel Boric presentó a su nuevo gabinete conformado por 14 ministras y 10 ministros. Además, las carteras de Seguridad, Defensa y Minería serán presididas por mujeres, cuando generalmente habían estado destinadas a los hombres. La primera foto ya hizo historia.

En 2021, México alcanzó el mayor número de gobernadoras mujeres en su historia, un avance destacado aunque también revelador respecto a lo mucho que falta por construir y deconstruir. La jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, se ha referido a estos cambios con la “cuarta transformación” asegurando que el país está preparado desde hace mucho tiempo para tener a una mujer al frente de la Presidencia.

Y aún así este contexto no garantiza una mayoritaria presencia femenina en los gobiernos, como es el caso de la presidenta Xiomara Castro. En Honduras solo 17 de las 298 (5,7%) y 25% diputaciones (periodo 22-25) son mujeres, según Oxfam Brasil en su informe “Democracia inacabada”.

Mientras tanto, en Colombia este año puede ser clave para promover la participación política de las mujeres y la paridad se abre camino en el debate del escenario electoral, pero esto, como en otros países, no necesariamente significa una apuesta real por la inclusión. Muchos nombres en las listas están allí solo para llenar el requisito legal y evitar sanciones.  El abogado bogotano Héctor Riveros, experto en temas de derecho constitucional,  planteó en su columna del portal La Silla Vacía que “no hay opción realista de que una mujer sea la próxima presidente de Colombia y el aumento de la participación femenina en el Congreso no será considerable”.

En este panorama la renuncia de la candidata vicepresidencial Paola Ochoa resultó muy emblemática. La periodista, recién nombrada por el candidato Rodolfo Hernández,  argumentó la necesidad de cuidar a su familia y salvar su matrimonio como prioridad sobre la contienda política a la que según ella no podría dedicarse plenamente. Y es que este no es un caso aislado, miles de mujeres en el mundo postergan sus aspiraciones profesionales y personales por los roles de cuidados que históricamente les han sido asignados.

Como dice Nasheli Noriega, “las mujeres siguen estando sobrerrepresentadas entre la mano de obra peor remunerada y más desprotegida del mundo, ya que las desigualdades de género en la división entre el trabajo remunerado y no remunerado también se mantienen”. Y lo que es peor, la misma paridad democrática tiene límites invisibles que se convierten en un verdadero techo de cristal. Por eso el informe “La paridad más allá de la paridad”, sobre la participación política de las mujeres bolivianas, se cuestiona por ejemplo ¿qué pasa una vez que llegan a superan las barreras de acceso y logran tener presencia en un órgano legislativo?, ¿en qué condiciones asumen el ejercicio de su función como representantes electas?

Bolivia fue el primer país en aprobar una ley de paridad y tener una ley de violencia política de género, dos hechos históricos reconocidos a nivel internacional. Pero esta última llegó luego de un oscuro episodio, cuando el 12 de marzo de 2012, Juana Quispe, una concejal de origen aimara de la población de Ancoraimes, de La Paz, fue asesinada luego de denunciar reiteradamente agresiones en su círculo político por mantenerse en su cargo. Juana era la primera mujer de esa región en ocupar un cargo en el Concejo Municipal.

Eso demuestra que no solo se trata de aumentar la participación de las mujeres, que de hecho viene creciendo, sino de hacer frente a la violencia y ante esta problemática el debate ya resulta inútil. En efecto, se necesitan medidas sancionatorias, justicia transparente y monitoreo permanente. “Se trata de un tema de cultura democrática paritaria. Hay muchas representaciones que hacen que la sociedad predetermine cómo debiera comportarse una mujer en política y esto hace que sus condiciones de competencias sean inequitativas respecto a los hombres”, explica la politóloga Verónica Rocha.

Las fuertes barreras institucionales y sociales no solo afectan a las mujeres sino también a las minorías, y esos sesgos llevan a cuestionar la capacidad de estar en un lugar, de tener una voz, de tomar decisiones. Entonces no solo se trata de una  representación de las necesidades de las mujeres, sino de que puedan asumir un papel protagónico que trascienda los estereotipos y ese es el primer paso para fortalecer la democracia. “Hay avances pero tenemos desafíos adicionales enormes, es un proceso y hay que estar abiertas a evaluaciones críticas para ver cómo mejorar y no retroceder. Finalmente, todo es un asunto de cultura, y la paridad puede hacer avanzar más rápidamente ese cambio, pero no es suficiente”, reflexiona la senadora boliviana de oposición Cecilia Requena.

Que la mujer tenga un espacio por simple corrección política no le garantiza el poder y la libertad para actuar y promover cambios. Dar el siguiente paso valdrá la pena porque “cuando pocas mujeres entran a la política, las mujeres cambian, pero cuando muchas mujeres entran a la política, la política cambia”, como diría Michelle Bachelet.  O como respondió Yolanda Perea a las críticas por hacer campaña en plena gestación: “La política  también es para las mujeres, porque estoy embarazada, no enferma”.

 

* Miembro de la Mesa Editorial de CONNECTAS. Periodista. Corresponsal en Bolivia de la Voz de América (Washington), coordinadora del MediaLab en la Fundación para el Periodismo y docente universitaria. Fue editora web del diario Los Tiempos y gestora del LT DATA, primera unidad de datos de Bolivia en un medio. Publicó la investigación “Papeles de Panamá- Capítulo Bolivia”.