Nunca he sentido la necesidad de exhibir y publicar mi orgullo de ser heterosexual, por eso me parece una necedad ese clamoroso orgullo gay haciendo alardes que no vienen al caso.

La homosexualidad es tan antigua como la antigua Grecia y testimonios de ello vienen de más atrás con la historia en culturas pre-grecorromanas. Ha habido información de preferencias homosexuales y de grupos célibes en culturas orientales.

En mi caso particular fui seminarista jesuita durante 8 años y antes de entrar a la teología decidí salir porque entendí que podía ser un buen cristiano laico sin sacrificar mi fuerte atractivo por las mujeres durante toda la vida.

Fui consistente con lo que entendía que era el momento evolutivo de mi personalidad y me coloqué ante Dios proyectando mi existencia en ese momento histórico. El motivo de mi decisión y cambio de vida no fue la actual esposa que me ha acompañado durante 54 años, pues no la conocía en ese momento histórico. Se trataba de una tormenta existencial que estaba viviendo en el día a día en el mundo de las mujeres que iba conociendo en mi vida.

Este bendito orgullo gay que quiere parecer como un descubrimiento del siglo XXI es más viejo que el frio y que el agua tibia. Parecería algo novedoso envuelto en una publicidad que parece crear mucha confusión en gente joven que se está asomando a la etapa adulta de la vida.

Hace unos años que la asociación Psiquiátrica Americana, por una votación muy cerrada entre los expertos, sacó la homosexualidad del manual de trastornos mentales. Eso me pareció justo y necesario. Al igual que la vida célibe que permite que muchos hombres y mujeres opten por ese camino por la convicción profunda de sentirse llamados por Dios para ese tipo de vida, sin que haya que identificar motivaciones psicopatológicas, así también puede haber muchos hombres y mujeres  que descubren sentir atracción por el mismo sexo sin que eso este motivado por traumas o patologías psicológicas.

Naturalmente los profesionales de salud mental sabemos por experiencia que tanto la vocación religiosa, la opción homosexual, la incapacidad de sostener una sola pareja toda la vida y la total incapacidad de ser fiel a sus parejas, cualquiera de esas cosas pueden estar motivado por alteraciones de la personalidad o trastorno psicológico importante.

La historia de abuso sexual infantil puede estar en la historia clínica de cualquiera de los casos mencionados, como también experiencias traumáticas en las relaciones humanas durante la adolescencia. Hoy en día se le da mucha importancia al núcleo familiar y a las relaciones con el padre y la madre tanto en el caso de los varones como de las hembras. De ahí la necesidad de descartar con ayuda profesional cualquier motivación patológica tanto para optar por la homosexualidad, entrar en un convento o seminario, ser incapaz de sostener relaciones emocionales o matrimonios duraderos.