Los incidentes relacionados a la supuesta rebelión encabezada por el grupo Wagner, una organización de mercenarios, que pelean las guerras por encargo, contra el estado mayor ruso, según palabras del jefe del grupo Yevgeny Prigotzin, muestra al mundo, que ha quedado boquiabierto, la realidad de las guerras hibridas o de ultima generación, que se están librando en la actualidad.
Las guerras ya no son, o no pueden ser convencionales, es decir, que un país o estado, le declara la guerra a otro, luego del fracaso de los probables esfuerzos diplomáticos, comienza la escalada bélica y el conflicto se agudiza.
Ya no, ahora una guerra de grandes proporciones e inversión, porque las guerras mueven las economías de los países, puede comenzar válidamente con un tweet. El actual conflicto que se desarrolla en Ucrania, fue utilizado para anunciar el cierre de la pandemia del COVID 19, y fue diseñada por el Think tank estadounidense, RAND Corporation, en 2019, aunque los movimientos para facilitar el montaje de las cosas, ya estaba en curso desde hacia casi diez años, por el despliegue, sistemático y sostenido de personal, bases y armamento de la OTAN, en las fronteras rusas, lo que visto de modo bien descarnado, obligó a la Federación rusa a entrar en Ucrania y, de paso, abrir las puertas a la corporación guerrera USA/OTAN, y el acceso a los recursos de Ucrania que es la verdadera víctima de un conflicto que comenzó en 2014, y no el 24 de febrero de 2022.
El presidente de Rusia ha declarado y admitido haber pagado más de mil millones de dólares, de dinero del estado ruso, a los mercenarios de Wagner, encabezados por Prigotzin, quien paso, de ser un vendedor ambulante de hamburguesas en las calles de San Petersburgo, a convertirse en el Chef de Putin y encargado de suministrar, con su próspera empresa, toda la comida para el ejército ruso.
Occidente y su prensa hostil a todo lo ruso, se adelantó a tejer la narrativa de que Putin había huido víctima de un golpe de estado del grupo Wagner. Sin tomar en cuenta que Prigotzin habló desde Rostov, en la frontera Ucraniana, y que de esa ciudad supuestamente tomada por Wagner, hasta Moscú, hay 1077 kilómetros de distancia, y debería desplazarse con sus tropas, para llegar al Kremlin y deponer a Putin, dentro del territorio continental ruso, algo imposible, porque Rusia ha sido hasta ahora, históricamente invencible, Moscú nunca ha sido tomada, ni por Alejandro Magno, ni por Napoleón, ni por Adolf Hitler, quienes, en su momento, salieron a tomar la ciudad, y resultaron derrotados por las tropas rusas y situaciones propias del implacable invierno, menos habría de ser tomada por un mercader de la guerra, que no se pronunció contra Putin, sino contra el ministro de defensa, Sergei Shoigu, y el estado mayor ruso.
Con la destrucción de Tanques Leopard y Abrams, además de una flotilla de aviones caza F16, por los misiles Kinshal, que significa daga y los cazabombarderos SU 57, rusos, los arquitectos de esta guerra, para contener a un país que no ha invadido a nadie desde la navidad de 1979, en que ocupó a Afganistán por diez años, convirtiéndolo, con el diseño por parte de Brzesinsky de los Muyahidines, en el Vietnam soviético, ha quedado demostrado que la capacidad relativa de combate, según los expertos en el mortal arte de la guerra, es abismal, entre la Rusia contemporánea y la Ucrania, que significa la marca, la frontera, que es cultural, racial y civilizatoriamente rusa, que proclamó su independencia el 14 de agosto de 1991, aunque la primera ciudad rusa, es Kiev, capital de Ucrania.
Parece que los gestores, propagandistas, accionistas y diseñadores de esta guerra, se han cansado de ella, o no tienen el interés aparente de continuarla. Pero debe haber guerra permanente, ya que la guerra es un negocio y la paz no es rentable. Esta ha sido la primera guerra de aportaciones, donde los países, y es triste poner a Europa de ejemplo, se han dedicado a desgarrar sus economías peleando una guerra ajena, convirtiéndose en euro peones de los Estados Unidos y la OTAN.