Recibí, con mucha emoción, la profunda reseña de «La Danza de los Saltimbanquis» redactada por el Dr. Roberto Cassá. Hace muy pocas horas, en una carta anterior, comentaba al Dr. Cassá la importancia de su labor para la construcción de una isla diferente. En estos tiempos que parecen apocalípticos, él nos invita con sinceridad y honestidad a tomar en serio la historia de Haití. Con profundo respeto, insistí en comentarle que sus artículos en Acenta tienen una dimensión patriótica, para quienes deseen entender lo que está sucediendo históricamente.
La reseña del Dr. Cassá me recuerda la sonrisa filosófica de Don Virgilio Díaz Grullón. Hoy, no es «un día cualquiera» y no estamos hablando de «fantasmas». Toda la estructura metálica -acero blindado- del verdadero poder haitiano se constituye por una increíble cadena de saltimbanquis que dominan su partitura respectiva, desde antes de entrar en el primer círculo. Y desde allí se ejecuta una tremenda danza más impresionante que la «del fuego» de Manuel de Falla.
Encontré al embajador Arcelin a principios de siglo. Apasionadamente, él intentaba explicar a unos jóvenes amigos la trayectoria del coronel Caamaño. Pocos meses después publicó en francés «Ataúd bajo el brazo». Título con circulación reducida pero muy premonitorio. Con perfume de prólogo de la obra actual. A partir de 2004, todos asistimos cómo los saltimbanquis de izquierda y de derecha se apoderaron de las arcas. Como se pusieron de acuerdo para despedazar un país ya exsangüe. Todo se hizo con un marketing de primera. Y vino el terremoto de enero de 2010. Entonces la «comunidad internacional» tuvo que inventar otro marketing para «salvar las apariencias». Saltimbanquis magistralmente adiestrados se unieron con los maestros nacionales para organizar ferias baratas de tiro de gracia bajo anestesia. Para explicarme claramente: es como si me prestan dinero a largo plazo para construir 10 Torres Caney; me compro 100 tiendas de campaña y hago una fiesta con 1000 periodistas el día de la inauguración. Tras este capítulo de la «Danza» alrededor del terremoto, siempre decimos en voz baja, «Chávez falleció enojado y Fidel se fue disgustado»…
En la mañana de hoy, con profundo respeto, invito al embajador Arcelin que ice la bandera a las 8 con el Dr. Cassá. Testimonio de respeto y admiración hacia un futuro diferente en nuestra isla.