La industria azucarera del “Nuevo Mundo” durante la colonización española se inicia en el enclave de Haina-Nigua-Nizao. En las cercanías de este último lugar, como en los otros, había varios Ingenios azucareros. A la caída del azúcar Nizao se convirtió en un hato ganadero, del cual surgió Pizarrete, resultado de unos terrenos adquiridos por varias familias al producirse la expulsión de la Orden de los jesuitas de los territorios españoles después del 1767.
Este núcleo poblacional se dedicó luego a la agricultura y hoy es un espacio privilegiado de arroz, tomate, cebolla, frutos menores, enclavada en una hermosa llanura que tiene al sur a la comunidad de Santana, el norte Arroyo Hondo, al este al Río Nizao y al oeste a la comunidad del Carretón, Provincia Peravia, en las cercanías de Baní.
Cerca de este río legendario, cómplice de historias y leyendas, una mañana llena de mariposas abrió los ojos por vez primera, antes de llegar al azul del mar Caribe, una niña trementina que antes de decir mamá dijo: “pan y libertad”, aunque nadie la entendió.
Creció, se graduó de bachiller y era parte de la Confederación de Mujeres del Sur. Llegó a la UASD y de inmediato ingresó al Frente Estudiantil Flavio Suero (FEFLAS), grupo radical progresista y entró a la Confederación Nacional de Movilización Popular. ¡Seguía el camino revolucionario de sus compueblanos banilejos, el generalísimo Máximo Gómez y la valiente escritora antitrujillista Carmita Landestoy!
Virtudes, mujer de principios, de utopías y de sueños, se comprometió con el bienestar del pueblo, defensora reivindicativa de los derechos de la mujer, dirigente del Movimiento Independencia, Unidad y Cambio (MIUCA), el cual dirigió varias huelgas y desarrolló una resistencia contestaria en contra de la dictadura-ilustrada Balaguerista.
Luego, fue dirigente del Frente Amplio y secretaria de Relaciones Exteriores del Partido Comunista del Trabajo (PTC), siempre militante, siempre comprometida, permanentemente luchando, entregando su vida por un país diferente, por una patria libre, por las reiniciaciones y revalorizaciones del papel de la mujer en esta sociedad, por la libertad, la independencia y la paz.
Virtudes es de la estirpe de las heroínas de la patria, que surgen en cada época. Entre otras, como María Trinidad Sánchez, Juana Saltitopa, Hnas. Mirabal, Elsilia Pepín, Salomé Ureña, Sina Cabral, Tomasina, Asela Morel, Dulce Tejeda, Mirian Morales, Sagrada Bujosa, Teresita Espaillat, Brunilda Amaral, Emma Tavarez, Piky Lora, Josefina Padilla, Mamá Tingó, Sonia Silvestre, María Teresa Cabrera, la China y Tina Basuca.
Virtudes no es solamente una militante, una activista, es profundamente reflexiva, con visión de país, investigadora de la realidad política-social y de la situación de la mujer, haciendo una labor antropológica y sociológica que la han convertido en una escritora comprometida, con libros- aportes, de dimensiones pedagógicas-educativas en una lucha contra el olvido. “Mujeres, Huellas y Resistencia” y “Mujeres del 16” así lo atestiguan.
Desde el 2010, hace exactamente 14 años, viene publicando sin interrupción una Agenda de la mujer dominicana. En su primer aporte, Virtudes “realiza una biografía de 55 mujeres internacionales destacadas en la lucha de sus respectivos pueblos por mejores condiciones de vida, por la libertad y la paz.”
Cada Agenda es un tema, que van más allá de las fechas, por ejemplo, en el 2018 fue dedicada a “La Mujer y la Danza” y en el 2023, a “Mujer y Café”, ambas descriptivas y problematizadoras, como todas, con una visión crítica, objetiva y cuestionadora. En este 2025, esta Agenda está dedicada a “Mujer y Pan”. Y como ella misma dice: “rinde un homenaje a esas trabajadoras, a los pequeños y medianos empresarios del pan y la yuca. Pretendemos contribuir al fortalecimiento y creación de escenarios, para discutir, proponer y exigir del Estado la definición política que las visibilicen, que dignifiquen y valoren el trabajo, así como sus aportes económicos y sociales.”
Su visión es global porque cuando habla del pan, están contemplados no solo los producidos con harina de trigo, como el pan sobao, el pan de agua, el pan de huevo y la telera, sino también el casabe, el pan de yuca, el pan de maíz, el pan con coco, el pan de yautía amarilla, el pan de guayiga, el pan bautizado como bobote y el pan de fruta.
El pan el un alimento imprescindible, con historias, leyendas, tradiciones y acontecimientos de transformaciones sociales, como fue el grito de “Pan, tierra y libertad” de la revolución de octubre en Rusia. Está presente en la humanidad, en todas las sociedades y en todos los tiempos. Ha incidido su presencia en momentos sorprendentes como el milagro de Jesús en la multiplicación de los panes y de los peces en el Lago de Galilea, en la última cena y en la eucaristía actualmente en la misa de la iglesia católica. Incluso, Jesús nació en Belén, que significa pan.
El cazabe, bautizado por los colonizadores españoles como el pan de las Indias; por la trascendencia en la alimentación de sus pueblos, por iniciativa de Dominicana, con el apoyo de Haití, Cuba, Venezuela y Honduras, la UNESCO acaba de colocar el casabe en el listado de patrimonios oral e intangibles de la humanidad y ya tenemos seis.
En la religiosidad popular dominicana, el casabe con arenque y batata “sancochada” es la ofrenda especial para el Barón del Cementerio, uno de los Luases más socorrido para conseguir los números de la lotería y uno de los más querido a nivel popular en nuestro país.
El pan es sagrado. Para Gabriela Mistral, “el pan huele a mi madre cuando dio su leche”, para Mirla Troncoso, “el pan es un sentimiento” y para Virtudes en este año, ¡Vayamos por más pan y más rosas”!