Es evidente la influencia de nuestros padres en nosotros, tanto por la vía genética como por las enseñanzas transmitidas. Constantemente se escuchan expresiones como: saliste a tu padre o tienes la misma sonrisa de tu madre. Hablamos de genes compartidos y de hábitos aprendidos.
Tanto la herencia genética como la crianza, no garantizan de forma absoluta la transmisión de rasgos o características de los padres, pero evidentemente gran parte de lo que somos lo recibimos de ellos. Respecto a los genes sabemos que la genética no siempre se impone y una de las razones es porque la Epigenética puede determinar que un gen específico se manifieste o se inhiba. Siendo de mucha importancia el saber que tenemos cierta posibilidad de dirigir la epigenética para modificar nuestra transmisión genética, aunque no sea tan sencillo. Respecto a un mismo tipo de crianza de unos padres, sabemos que puede producir un hijo excelente y muy valorado por la Sociedad, mientras que otro podría ser un vago o delincuente.
Es innegable que en el desarrollo de la mente humana es de vital importancia la influencia parental, un cerebro humano para desarrollarse necesita conectarse con otros cerebros, principalmente con el de los padres, lo que estimula en edades tempranas, que se incremente el coeficiente de inteligencia. Al nacer nuestro nivel de consciencia estaría cercano al del hombre prehistórico, pero la relación con nuestros padres nos transmite cientos de miles de años de civilización en pocos años.
Carl Jung comprobó que en nuestro esquema mental teníamos unos determinados arquetipos o ejes conceptuales en torno a los cuales se desarrollaba nuestra psiquis, se han definido como: “patrones universales y simbólicos de pensamiento y comportamiento, que se encuentran en el inconsciente colectivo de la humanidad”. Entre estos arquetipos se encuentran los llamados la Madre o Gran Madre y el Padre o Gran Padre, estos arquetipos son de vital importancia para el sano funcionamiento de la mente humana. Quien nace sin alguno de sus padres, lo adopta entre las personas de su entorno.
Nuestros padres ejercen un condicionamiento, programación o modelaje, que se mantendrá en nosotros en mayor o menor grado, hasta la muerte. Producen una impronta indeleble que siempre formará parte de nuestra conciencia, incluso hasta en los casos en que la modifiquemos.
Es preciso saber que, si no tuvimos relaciones parentales o éstas fueron muy deficientes, presentaremos a lo algo de nuestras vidas, deficiencias para la amistad, la relación de parejas, para educar nuestros hijos e incluso para poder disfrutar de la vida. Aunque podríamos ser ricos, difícilmente seríamos felices.
Solemos pensar que somos carne que produce pensamientos, pero realmente somos entidades energéticas que animan materia orgánica e inorgánica, y que, de acuerdo con nuestros pensamientos, fluye nuestra energía, se activan nuestros neurotransmisores y se desarrollan nuestros procesos fisiológicos y hasta nuestra vida social. Crisis, traumas o conflictos a nivel parental, no superados, vendrían a ser en el curso de nuestros pensamientos, similares a escombros o basuras que entorpecen el flujo de las aguas de un río. A menudo al detectarlos, comprendes finalmente por qué las cosas no iban bien en tu vida. Podemos vivir con mucha basura en nuestro interior, pero no vale la pena.
Puedes y debes restablecer la relación con tus padres, ellos no necesariamente tienen que estar presentes o colaborando, aunque si pudieras hacerlo con ellos sería mucho mejor.
Mediante la meditación es posible relajarte, profundizar en tus niveles mentales, encontrarte con la zona de tus vinculaciones parentales, detectar los fenómenos o recuerdos que te afectan posiblemente sin que lo sepas y reprogramar esos conceptos y emociones, de manera que pueda reestablecerse la armonía en tu mente. Tal vez parezca que hacer las paces con los padres es cosa de niños, pero si no se hace, no se puede ser un adulto verdaderamente sano y maduro. No importa si tus padres hace años que no están, el tiempo y el espacio son muy relativos en tu mundo interior. Puedes volver a vivenciar cualquier experiencia de tu pasado, porque todas las viviste en un mismo lugar, tu mente. También es posible, preferiblemente con ayuda profesional, sanar o transformar la huella de experiencias difíciles de tu vida, desde un aquí y ahora con protecciones.
De niños, no podíamos salir a la calle sin la compañía o el permiso de nuestros padres y si lo hacíamos, nos sentíamos inseguros. Para relacionarnos con el mundo exterior necesitamos armonizar nuestro mundo interior y sin importar la edad que tengamos, nuestros vínculos parentales deben estar sanados. Normalmente le das mantenimiento a tu auto, tu casa, tu computadora, pero: ¿cuándo piensas darle mantenimiento a tu mente?
La Biblia dice en varias versículos (Efesios 6: 2-4, Deuteronomio 15: 16, Mateo 15: 4) que debemos honrar a nuestros padres y curiosamente, es un mandamiento que se acompaña de una promesa: y tendrás larga vida. Algunos bloqueos mentales, simplemente limitan tu calidad y cantidad de vida.