1.- Miolán perseguido recibe protección diplomática
Conforme lo relatara dos décadas después del golpe militar que derrocó al profesor Bosch, en aquella pesarosa madrugada septembrina, Don Ángel Miolán se sobrecogió de espanto, siendo la máxima autoridad del Partido Revolucionario Dominicano, cuando la tranquilidad, en las inmediaciones de su apartamento, situado en la calle 19 de marzo, se vio abruptamente interrumpida con la llegada de unos cincuenta agentes armados de ametralladoras que llegaron con órdenes de detenerle.
Fue para él la manifestación más que palpable, de que se había consumado el hecho fatídico en pos de cuya materialización no había cesado el laborantismo que alentaba en las sombras, pues como el mismo Miolán reconocería, tras la elección de Bosch, llegó un momento en que estaban en marcha unas once conspiraciones para impedir su ascenso al poder .
Dando muestras de refinada habilidad, Doña Carmen Palacios, la esposa de Don Ángel logró persuadir al oficial que comandaba la tropa, a fines de alejarse un tanto de la residencia, tiempo que permitió al Embajador Guido Groscor, de Venezuela, aproximarse hasta la vivienda en el vehículo oficial de la Embajada, trasladándole hasta un lugar seguro.
La protección diplomática que la embajada venezolana pudo brindarle a Don Ángel fue forzosamente efímera. Y es que a pocos momentos de su ingreso a la sede diplomática, el jefe de estado venezolano Rómulo Betancourt ordenó, en acto de protesta, el cierre de su misión diplomática en el país.
La Embajada de Venezuela acordó, entonces, que el presidente del PRD fuera acogido por la Embajada de Colombia, cuyo jefe de misión lo era entonces Don Jesús Zárate Moreno.
Aunque le hizo objeto de todas las atenciones y cortesías que le fueron dables en aquellas horas extremadamente inciertas y sombrías, el Embajador Zárate hizo de conocimiento a su ilustre huésped de la diferencia que existía entre “un ciudadano en el libre ejercicio de sus derechos, y la de un asilado, bajo la sede diplomática de una nación amiga…”.
2.- Conversa con Luis Amiama Tió y Antonio Imbert en la sede de la embajada de Colombia
El país era un hervidero de rumores y especulaciones. Inciertas eran las fórmulas políticas que se barajaban. ¿Cuál sería la fisonomía del nuevo gobierno?
Por un lado, se barruntaba que sería un régimen civil, en torno al cual se articularían los diferentes grupos políticos que resultaron derrotados en las elecciones del 20 de diciembre de 1962. Desde otro ángulo, se alentaba la instauración de un régimen enteramente militar, liderado por la cúpula golpista.
A pesar de los constreñimientos que le imponían las circunstancias, Miolán se propuso articular una propuesta que, conforme su criterio y experiencia, coadyuvara, como él mismo indicara, a “irradiar un rayo de luz en el ámbito de las tinieblas desatadas”.
Obtenida la anuencia del Embajador Zárate, formula una invitación a los héroes nacionales Luis Amiama Tió y Antonio Imbert Barreras, con el propósito de exponerle un plan que había concebido, destinado a afrontar la crisis política desatada en el país tras la asonada golpista.
El primero en acudir a la Sede Diplomática, acogiendo la invitación de Miolán, fue Luis Amiama Tió. Llegó de forma sopresiva y de inmediato, Miolán le expuso, a consideración, su plan de cinco puntos, a saber:
1.- Un gobierno militar para tomar las riendas del poder;
2.- Exclusión de los líderes políticos de toda participación en el nuevo gobierno;
3.- Señalamiento de una fecha razonable para la celebración de nuevas elecciones;
4.- Libertad y garantías para el libre juego de los partidos políticos, con vista a una campaña electoral;
5.- Respeto a las garantías constitucionales
Refiere Miolán, que posteriormente acudiría a verle el general Imbert Barreras, cortejado por un amplio séquito de ayudantes militares. Antes de ingresar al recinto, hizo registrar con escrupulosa minuciosidad, palmo a palmo, cada rincón de la sede diplomática, hasta el extremo de que Don Àngel, que le dispensaba confianza, en una ocurrencia de buen humor, se vio precisado a decirle: “mira, no te preocupes, que aquí no te va a pasar nada”.
Al igual que lo hizo previamente con Amiama Tió, enteró a Imbert de los aspectos fundamentales de su propuesta. Refiere Miolán que, con mucha tranquilidad, Imbert le contestó:
“A mí me parece muy bueno el plan. Lo malo es que ya se hizo compromiso con los jefes de los partidos…Yo trataré el asunto y te avisaré”.
La respuesta de los generales a Miolán fue demorando, entre tanto se publicaría un comunicado en el cual se indicaba que “los partidos políticos podrían seguir funcionando, con plenas garantías, y que se convocaría a elecciones”, comunicado que, preciso es reconocerlo, faltaba a la verdad, dado que contra la dirigencia del PRD se desató una feroz persecución, la cual posteriormente culminaría con el destierro a Puerto Rico y otras partes del mundo de parte de la misma.
Miolán confiesa que en el momento, no obstante, ante el referido comunicado, sintió un poco de alivio, pero que ese estado anímico desapareció al recibir una llamada de su gran amigo y destacado ciudadano Don Francisco Comarazamy, quien le manifestó que “no cayera en ganchos; que eso se había hecho para que él saliera de la Embajada, y poderlo agarrar en la calle”.
Aunque presa de la incertidumbre, Don Ángel se determinó a abandondar la sede diplomática de Colombia, contrariando el parecer tanto del Embajador Zàrate como del Embajador Groscor, quienes juzgaron temeridad su disposición a salir a la calle ante el ominoso panorama de acechanzas y delaciones a que estaban expuestos.
No obstante, ante la determinación invariable decisión de su huesped, decidieron acompañarle en su retorno a casa, previa realización de discretas gestiones diplomáticas destinadas a obtener garantías de protección para su vida.
Luego vendría la detención en su hogar, pero en aquellos angustiosos instantes, confesaría Miolán, sintió en aquel gesto noble de los embajadores de dos países amigos “la solidaridad de la democracia en acción. Hombres de Venezuela y Colombia no podían rehuir un gesto de solidaridad con la democracia dominicana.
El Presidente del perredeísmo histórico, -no obstante la dureza del aquel momento-, pudo experimentar la satisfacción que produce, un sincero y abierto gesto de amistad”.
No obstante, prisionero de los golpistas en la sede de gobierno el presidente legítimo, y luego conminado a emprender el amargo sendero del proscrito, ya nada impediría que nueva vez, como otras tantas en nuestro accidentado devenir histórico, ganaran la partida el autoritarismo, los intereses creados y la intolerancia.