Está a la vista de tirios y troyanos que el presidente Abinader forma parte del liderazgo derechista latinoamericano, hoy uniforme en el cuestionamiento del “régimen dictatorial de Maduro”. No hay ofensa en el aserto.
Lo que luce fuera de molde es la postura de vanguardia del gobierno dominicano en la prédica crispante y desestabilizadora contra un gobierno extranjero. Y la verdad, no se advierte en ello prudencia alguna, aunque sí la búsqueda espuria de beneficios carambolas.
Y es que la postura del presidente Abinader conlleva un empeño orientado a limar asperezas y hacer más visible su incondicionalidad ante el “norte revuelto y brutal”, pronto a instalar un cawboy del expansionismo despiadado, respecto del cual faltó en su momento, del lado dominicano, la oportuna prosquinesis.
Estamos pues frente a una apuesta presidencial calculada. Las presuntas manifestaciones de desconfianza de Washington respecto a cierta “dejadez” del gobierno dominicano se edulcoran con intromisiones y ofensas en la directriz conveniente, de modo que aquel (EEUU) no se sienta animado a tomar el rebenque contra un esclavo en hinojos, dúctil hasta la súplica y la auto flagelación.
Son las intríngulis que no se ven a simple vista en la postura beligerante del presidente dominicano, acaso porque como decían los latinos: la verdad está en el pozo (en lo profundo).
Es como durante la Inquisición Española: el cristiano converso, sospechoso de trato con infieles (Torquemada a la cabeza, que tenía antepasados conversos) era el más empeñado en quemar herejes.
A la caza de camándulas para su rosario, el presidente dominicano ha insistido en exacerbar las relaciones contra el gobierno de Venezuela, a tal punto que hoy lo tenemos ejerciendo la indignidad en materia de irrespeto a la soberanía de un país hermano.
Da pena y vergüenza. El mantra que sustenta la furia del presidente Abinader enfatiza que “a todas luces” el proceso venezolano fue fraudulento, por lo que Maduro carece de “legitimidad democrática”. Por supuesto, el proceso tendría toda la legitimidad si hubiese ganado la oposición. Conste que parte “creíble” de las “luces” que dan legitimidad al relato del “fraude” las aporta el Centro Carter, en manos de Elon Musk….
¿Y la Unión Europea? Bien gracias; encarnando sin decoro el viejo refrán: Pastor que canta, oveja que baila.
Sobre la postura extremista del presidente Abinader cabe preguntar ¿Dónde está la entereza, la ecuanimidad de un gobernante que escuece una narrativa de rechazo e intriga en desprecio del veredicto del Consejo Nacional Electoral, instancia institucional consensuada que regenteó el proceso venezolano? ¿Con qué derecho?, como gritaría en su momento el dominico Antón de Montesinos.
Diríase que para desacreditar al gobierno venezolano todos los medios son legítimos. Acabamos de ver una muestra en la estruendosa condena internacional por el “apresamiento” de María Corina Machado, acción “criminal” llevada a cabo por el “dictador Maduro”. Pero en realidad, Corina Machado nunca fue apresada….
Evidente: los “demócratas” contrarios al gobierno venezolano hace rato que rebasaron las estratagemas, subterfugios y ardides expuestos por Schopenhauer en su Dialéctica erística o El arte de tener razón (sin tener razón).
Y no anda solo el esperpento. Como dice el adagio: Rey que pelea y trabaja delante de los suyos obliga a ser valiente.
Así pues, el “trabajo” del presidente Abinader en contra del gobierno venezolano no ha tardado en lanzar al ruedo a figuras de la talla de “Entren tó, coño”. Este, no sólo ha corrido tras la pelota movida por el presidente, lo que resulta normal. El caso es que lo ha superado de tal modo que se espera que en cualquier momento pida el fusilamiento del ex ministro sin cartera, Miguel Mejía, porque éste, en respaldo de la legalidad del gobierno venezolano, osó criticar que el Palacio Nacional fuese puesto al servicio de la conspiración internacional en las personas del derrotado Edmundo González Urrutia y sus acompañantes: Vicente Fox, Andrés Pastrana y otros ex presidentes harto desacreditados.
¡No Pedro, por esta vía nunca llegaremos a Pénjamo!