Mucho ante de presentarse la presente coyuntura electoral, habíamos alertado a las entidades de izquierda, progresistas, democráticas y populares la necesidad de configurar una unidad de cara presencial al momento y poder aprovechar el espacio histórico y cíclico creado ante el descrédito moral, ético y político de dirigentes envejecidos por su mala práctica.
Pero que va, no oyeron ni leyeron el menaje, no le hicieron caso. Cada uno tenía su agenda propia para posicionar su organización en alianzas con los partidos tradicionales y de derecha, mientras otros mantienen su posición de rechazar las elecciones en las condiciones actuales. El uno y el otro no podrán avanzar en un camino difícil dominado por una partidocracia que utiliza para su provecho su paso por el poder.
Fueron evidentes las violaciones a la Ley Orgánica de Régimen Electoral No. 15-19 en las pasadas elecciones municipales. Desde la compra de votos, transfuguismo, uso y abuso de recursos públicos, publicidad y propaganda a destiempo y desproporcionada. Infracciones fragantes sin sanciones ejemplarizadoras. En esta ocasión, a los antiguos inquilinos de la casa de gobierno les pagaron con la misma moneda.
No comprendo cómo se puede avanzar sin guardar distancia, diferenciándose con los que usan y abusan de recursos públicos para su beneficio. Todos los gobiernos, en las últimas décadas, dilapidan los fondos estatales para hacer campañas irritantes, muy bien disimuladas, en los procesos electorales. Al aliarse con ellos, se envía un mensaje equivocado a la población, de muy mal gusto. Si no hay diferenciación con los partidos tradicionales de derecha, se puede terminar de mala manera.
La historia reciente de las relaciones muy mal llevadas de sectores de izquierda con la derecha ha terminado con el debilitamiento ideológico, político y organizativo de ese segmento de revolucionarios. En otros casos, el sistema capitalista se lo come con yuca hasta lograr su desaparición, permitiéndole solo recordar sus momentos de glorias. Nunca se ha presentado el caso de que la derecha pase a la izquierda. Es el negocio de capar perro cuando se prostituye un comportamiento táctico y circunstancial.
Cuando se contamina un comportamiento táctico en una coyuntura, los resultados se ven de inmediato. Y en este caso, las elecciones municipales que acaban de celebrarse son la mejor muestra del descalabro electoral, sin justificación alguna. Es una locura intentar presentarse de izquierda y de progresista, si no puede vivir sin la derecha. Una incoherencia lamentable que confunde a la población y produce un dolor de cabeza a su militancia.
Es preciso tener en cuenta que las reglas del juego, en esta etapa democrática, las impone la clase o grupo social dominante, donde las entidades de izquierda y progresistas están en desventajas. Es decir, la correlación de fuerzas existentes no les favorece. Pero con posibilidades de crecer orgánica y en la voluntad política de la gente, si logra dominar con independencia las distintas formas de luchas y de organización de la población y los trabajadores.
Si se quiere alcanzar el cielo, no se debe estar con Dios y con el diablo al mismo tiempo. Si es Juan o es Juana, no somos locos. El pueblo no es bobo en materia electoral, conoce al cojo sentado y al ciego durmiendo. La izquierda, los revolucionarios con creatividad, destreza e inteligencia, está compelida a unir fuerza y voluntad para vencer las dificultades que impiden avanzar en un terreno fértil, pero que no encuentra la forma de levantar cabeza ante un pueblo sometido por los partidos “mayoritarios” y tradicionales, de derecha