Las circunstancias en las que el señor Louis Borno (1922-1930) llegó al poder le colocaron bajo la completa dependencia del alto comisionado americano, el general John H. Russell (febrero de 1922-noviembre de 1930). “Con la elección del presidente Borno”, señala Buell, “la oposición del gobierno haitiano a las exigencias de las autoridades estadounidenses terminó. El gobierno de Borno transfirió el Banco Nacional de la República de Haití al National City Bank de Nueva York, consintió en el establecimiento de la Comisión de Reclamaciones, transmitió a los funcionarios del tratado la administración de las Contribuciones Internas, la dirección de la Escuela de Medicina y el Servicio de Educación Agrícola, algo que el gobierno anterior había rechazado”.
Naturalmente, una situación así tendría el efecto de crear una agitación extrema en los círculos de la oposición. Una ley de diciembre de 1922, reforzada en 1924 con la aprobación del alto comisionado, restringió la libertad de asociación y de reunión e impuso graves limitaciones a la independencia de la prensa. La prisión estaba llena de periodistas, algunos de los cuales pasaron largos meses en cautiverio sin poder ser juzgados. El estado de ánimo se volvió verdaderamente preocupante.
En el exterior, la campaña por la liberación de Haití se había reanudado con mayor fuerza. Se comprendió que la reforma, prometida por el presidente Harding en respuesta a la petición del presidente Dartiguenave de enero de 1921, y como conclusión de la investigación Medill McCormick de 1922, era ilusoria; que por el contrario consolidó la ocupación militar y civil de Haití por parte de Estados Unidos. Los diversos acuerdos o aprobaciones firmados por el gobierno con las autoridades americanas en materia de salud pública, agricultura, obras públicas, policía, educación, habían convertido al general Russell en el jefe supremo de la administración haitiana. El secretario de Estado Charles Evans Hughes, hablando en Minneapolis ante la American Bar Association el 30 de agosto de 1923, no dudó en declarar que "un asesor jurídico estadounidense estaba sentando las bases para Haití para una organización judicial sólida". Ninguna declaración fue mejor hecha para ilustrar a los patriotas haitianos sobre el claro deseo de los estadounidenses de asegurar un control total sobre la vida nacional.
El 26 de marzo de 1924, el Senado de los Estados Unidos recibió un proyecto de resolución presentado por el senador republicano de Illinois Medill McCormick. Este proyecto de resolución decía: “La continuación de la ley marcial en Haití y el sometimiento de los ciudadanos haitianos al juicio de los tribunales militares de los Estados Unidos constituyen actos antidemocráticos, contrarios al ideal estadounidense”. En abril de 1926, el senador demócrata de Utah, William H. King, presentó a su vez un proyecto de resolución en el que pedía el fin de la ocupación militar y civil de Haití. Muchas veces, la elocuente voz de William Borah, senador republicano progresista por Ohio, se alzó en el Senado de Estados Unidos a favor del pueblo haitiano.
El 12 de abril de 1926, Louis Borno, con el claro apoyo de las autoridades americanas, fue reelegido por el Consejo de Estado como presidente de la República para un nuevo período de cuatro años. El 6 de junio partió hacia los Estados Unidos en medio de manifestaciones populares que casi adquirieron el carácter de motín. A su regreso fue recibido con manifestaciones hostiles igualmente violentas.
Los progresos realizados en determinadas ramas de la administración pública no tuvieron la virtud de apaciguar los espíritus. El Servicio de Higiene (actual Ministerio de Salud y Población) y la Dirección General de Obras Públicas (actual Ministerio de Obras Públicas Transportes y Comunicaciones), en particular, han logrado mejoras notables: se han creado o equipado hospitales de forma moderna; se había dotado a la Facultad de Medicina de un edificio (que Estados Unidos volvió a construir después del terremoto de enero de 2010, USAID), laboratorio y equipo adecuados; se ha abierto una Escuela de Enfermería; se han emprendido obras sanitarias en diferentes zonas del país infestadas de paludismo; se habían construido carreteras transitables que conectan las principales ciudades de la República; se habían reparado o tendido puentes sobre varios ríos; se habían construido buenas escuelas, etc. Pero estas mejoras materiales, muy costosas y de las que las autoridades estadounidenses se atribuyeron todo el mérito, no pudieron compensar la pérdida de autonomía nacional ni justificar los excesos de una ocupación extranjera cada vez más invasiva.
En 1928, Louis Borno hizo aprobar mediante plebiscito enmiendas constitucionales que debilitaron aún más los privilegios del poder judicial y ampliaron excesivamente los poderes del jefe de Estado. La celebración con la República Dominicana de un tratado del 21 de enero de 1929, en el que -se afirmaba- se habían sacrificado los intereses de las poblaciones fronterizas, fue una nueva causa de descontento. La situación se volvió extremadamente tensa cuando se supo que el señor Borno, en un mensaje fechado el 5 de octubre de 1929, se negaba obstinadamente a convocar a los ciudadanos a las urnas para las elecciones legislativas que debían tener lugar el 10 de enero de 1930, lo que significaba que Borno quería ser elegido por tercera vez por el Consejo de Estado o elegir a una persona de su elección, de la que sería el maestro.
Su declaración del 25 de noviembre de que no se presentaría a la reelección dejó a todos escépticos. Se organizó una “Liga de Acción Constitucional” de ciudadanos prominentes: no favorecía a ningún candidato en particular a la presidencia, pero pedía la implementación de la enmienda constitucional que prohibía un tercer mandato; cumplimiento de los requisitos de la Constitución respecto de la Asamblea Nacional; y la reintegración de la nación haitiana a sus derechos de soberanía. El gobierno respondió a estas demandas con medidas más severas. Se prohibió cualquier reunión para discutir la situación política y la policía prohibió la publicación de ciertos periódicos en Puerto Príncipe y Cabo Haitiano. En una proclama fechada el 4 de diciembre, el Jefe de la Ocupación declaró la ley marcial.
Fragmentos de «Histoire du peuple haïtien» (1953) por Dantès Bellegarde.
Traducido al español por Gilbert Mervilus