Hace veinticinco años, el mundo tecnológico era casi un lujo reservado a unos pocos. Conexiones a internet que parecían más bien un susurro, teléfonos móviles que apenas servían para llamadas, y computadoras tan costosas como misteriosas. Hablar de inteligencia artificial o computación en la nube era algo que solo existía en las películas de ciencia ficción. Sin embargo, el tiempo nos ha llevado a una realidad que supera cualquier guión: un mundo hiperconectado, donde la tecnología no solo define cómo vivimos, sino también quiénes somos.

En 1998, apenas el 4% de la población mundial tenía acceso a internet, y quienes lograban conectarse lo hacían con velocidades que apenas alcanzaban los 56 kbps. Hoy, más del 66% de las personas están conectadas, con velocidades que superan los 100 Mbps gracias a tecnologías como la fibra óptica y el 5G. República Dominicana, que en 2005 contaba con solo el 5% de su población conectada, ha dado un salto extraordinario: para 2023, más del 75% de los dominicanos tienen acceso a internet, según el Instituto Dominicano de las Telecomunicaciones (Indotel). Este avance no es solo un número; es la historia de comunidades rurales que, gracias a la conectividad, han accedido a educación, trabajo remoto y nuevas oportunidades de desarrollo.

Los teléfonos móviles, por su parte, han protagonizado una transformación igual de asombrosa. En el año 2000, había unos 740 millones de suscriptores móviles en todo el mundo; hoy, esa cifra supera los 8,600 millones. En República Dominicana, con más de 9 millones de líneas activas, los dispositivos móviles han pasado de ser simples herramientas de comunicación a convertirse en plataformas esenciales para la educación, el comercio y la interacción social. La llegada del 5G en 2021 fue un momento decisivo, colocando al país en la vanguardia tecnológica del Caribe y permitiendo avances como aplicaciones agrícolas que optimizan cultivos en tiempo real.

Mientras tanto, Europa ha liderado con un enfoque ético y regulatorio. La implementación del Reglamento General de Protección de Datos (GDPR) en 2018 marcó un hito global, estableciendo un estándar para la privacidad digital. En contraste, Estados Unidos ha sido la punta de lanza en innovación, con gigantes tecnológicos como Apple, Google y Microsoft moldeando industrias enteras y representando una parte significativa de la economía global.

Durante la pandemia de COVID-19, República Dominicana enfrenta uno de sus mayores desafíos, demostrando una capacidad de adaptación que marcó la diferencia. El gobierno distribuyó más de dos millones de dispositivos tecnológicos a estudiantes y docentes, asegurando la continuidad educativa en un momento crítico. Según Indotel, estas iniciativas beneficiaron directamente a más de 1.5 millones de personas, reduciendo la brecha digital y permitiendo a miles de estudiantes de zonas rurales acceder a recursos que antes eran inimaginables. Fue un momento que no solo garantizó el presente, sino que proyectó al país hacia un futuro más conectado.

La inteligencia artificial, que en 1997 capturó la atención mundial cuando Deep Blue de IBM venció al campeón de ajedrez Garry Kasparov, hoy está integrada en casi todos los aspectos de nuestra vida. Según PwC, la IA generará $15.7 billones para la economía global en 2030. En nuestro país, la IA promete transformar sectores clave. Proyectos en desarrollo prevén su uso para mejorar el tráfico vehicular, reducir tiempos de espera y optimizar cosechas agrícolas, mientras que en el ámbito financiero ya se emplean herramientas para detectar fraudes y proteger transacciones.

Sin embargo, esta revolución no está exenta de riesgos. En 2023, los ciberataques representarán un costo global de $8.4 billones, según Cybersecurity Ventures. En este contexto, el Centro Nacional de Ciberseguridad (CNCS) de República Dominicana ha tomado medidas significativas, incluyendo simulacros nacionales y programas educativos, para fortalecer la defensa digital del país. Estos esfuerzos, aunque valiosos, subrayan la importancia de seguir invirtiendo en una ciberseguridad robusta y colaborativa.

Al mirar atrás, estos últimos 25 años no solo han sido una historia de avances tecnológicos, sino también de resiliencia humana. República Dominicana, con su rápida transformación digital, demuestra que la tecnología no es exclusiva de las grandes potencias. Es una herramienta universal que, utilizada con visión y propósito, puede cerrar brechas, abrir puertas y cambiar vidas.

Hoy estamos frente a una nueva era, con la computación cuántica, la IA, el internet de las cosas y los avances en biotecnología prometiendo redefinir aún más nuestra realidad. Pero el verdadero desafío no radica en las herramientas que desarrollamos, sino en cómo las usamos para construir un mundo más justo y sostenible. Si algo hemos aprendido en estos 25 años, es que el futuro no se construye solo; está en nuestras manos, y depende de nuestras decisiones.