El agitado y complejo periodo de nuestra incipiente transición democrática, entre 1961 y 1965, fue hervidero de encendidas pasiones, debates y divergentes posicionamientos ideológicos, todo signado por la profunda tensión bipolar que se constituyó en singular característica del periplo histórico transcurrido entre 1946 y 1990, ya consagrado en el lenguaje académico internacional como guerra fría.
En este particular contexto, tras la muerte de Trujillo y con diferencias de apenas meses, fueron los dominicanos de entonces testigos de excepción de dos memorables debates políticos, impensable novedad en nuestro país tras 31 años de clausura del libre juego de las ideas.
Y es que a pesar de las particulares características y diferencias sustantivas entre las diversas corrientes ideológicas entonces prevalecientes, nuestro pueblo, carente, a su pesar, de formación política, no estaba dotado de las herramientas teóricas para diferenciarlas, lo cual constataría Juan Isidro Jiménes Grullón, al afirmar:
“… nuestro país vive, en lo que respecta a las teorías políticas, dentro de un profundo confusionismo. Ignórase el contenido de ellas, razón por la cual, se habla frecuentemente de socialismo, de fascismo, de comunismo, indebidamente”.
Sobre el primero de ambos debates, el escenificado el 17 de diciembre de 1962 en Radio Santo Domingo a través del programa "Actualidades", dirigido por el periodista Salvador Pittaluga Nivar, entre el profesor Juan Bosch, entonces candidato a la Presidencia por el Partido Revolucionario Dominicano, y el sacerdote jesuita Láutico García se ha escrito profusamente, lo que se explica, en gran medida, por haberse suscitado apenas tres días antes de las elecciones que condujeron a Bosch al triunfo electoral el 20 de diciembre, primer gobierno resultante de la voluntad popular después de tres décadas de poder unipersonal.
No ha ocurrido lo mismo, sin embargo, en torno al debate que, menos de dos años después, el 28 de junio de 1964, ya en el poder el gobierno de facto del triunvirato tras el madrugonazo septembrino del 25 de septiembre de 1963, protagonizaran el entonces joven político dominicano Caonabo Javier Castillo, secretario general del Partido Reformista Socialcristiano, y el veterano ex dirigente comunista peruano Eudocio Ravines.
1.- Los orígenes de Debate.
Ganado por las ideas de la derecha capitalista, de las cuales se constituyó en abanderado y defensor a ultranza, tras largos años de militancia en la izquierda comunista en todo el espectro latinoamericano, Eudocio Ravines, siguiendo a pie juntillas el guión norteamericano, vio en el comunismo el peligroso enemigo a vencer, objetivo que se tornó más agresivo y perentorio tras el ascenso al poder de Fidel Castro Ruz y el triunfo de la revolución cubana al despuntar enero de 1959.
En aquella campal batalla ideológica, la desinformación y manipulación interesada del discurso tomaron carta de ciudadanía, tanto desde el litoral soviético como norteamericano. Si para los primeros, todo aquel que se opusiera a sus ideas expansionistas y totalitarias era encasillado bajo en el canon de los “reaccionarios”, en el caso de los segundos, quien profesara ideas de cambio social, partido o dirigente, sin importar si las mismas se enarbolaban desde la más absoluta convicción democrática, era inmediatamente encasillado con el estigma de “comunista”.
¿No fue esta la fementida razón con base en la cual los golpistas civiles y militares de la asonada septiembrina del 25 de septiembre de 1963 derrocaron a Bosch y a otros presidentes de la región, a pesar de que su adscripción ideológica se enmarcaba en los postulados de la socialdemocracia?.
Si en el enmarañado contexto electoral de 1962 un artículo del padre Lautico García, escrito en el periódico La Nación el 13 de diciembre de 1962, acusando a Bosch de comunista, se constituyó en el detonante que dio origen al célebre debate sostenido por ambos cuatro días después, en el caso del debate entre Caonabo Javier Castillo y Eudocio Ravines, el factor determinante estuvo en unas declaraciones de este último enjuiciando con su consabido sesgo ideológico el proceso electoral que se llevaba a cabo en Chile, polarizado entre Eduardo Frei, candidato de la democracia cristiana, de un lado, y de otro, por Salvador Allende, representante de las fuerzas socialistas.
De Allende, afirmaría Ravines, en envenadas declaraciones pronunciadas en Miami, que de ganar las elecciones “colgaría a los burgueses de un poste”, pero con no menos insidia afirmaría de Frei que este también lo haría, pero “ofreciéndole la oportunidad de la confesión”.
Para fundamentar su aserto, mostraba, además, unas declaraciones de Radomiro Tomic, dirigente democristiano de Chile, en las que este calificaba la decisión de excluir a Cuba de la OEA de “un crimen jurídico y una estupidez política”.
De esta forma tanto, socialistas como socialcristianos quedaban estigmatizados bajo el alegato de estar “infiltrados” por el comunismo.
Al día siguiente de aquellas insidiosas declaraciones de Ravines, se publica un artículo del Dr. Antonio Rosario, presidente del PRSC, quien retaba a Ravines a un debate para aclarar la supuesta “infiltración comunista” en los partidos socialdemócratas.
Ravines aceptaría el reto lanzado por Rosario, bajo el alegato de que de esta forma podría demostrar que los socialdemócratas dominicanos no eran más que “comunistas de contrabando”.
Era, pues, bien conocido el papel que habría de jugar al venir a la República Dominicana, pues como afirma el destacado periodista Carlos T. Martínez:
“Ravines había sido un prominente miembro de las Brigadas Internacionales, concebida por los estrategas soviéticos para dar expresión efectiva al “ internacionalismo proletario" y apoyar la causa de la revolución en distintas partes del mundo. Conquistado por los servicios de inteligencia norteamericanos para su causa, se lanzó a una cruzada abierta contra cualquier movimiento de orientación revolucionaria, fuese o no comunista. Bastaba con que tuviese postura disonante frente a la estrategia norteamericana para que pretendiese colgársele el sambenito de “comunista”, una de las armas de enmarcamiento y represión favoritas de la reacción en toda América Latina”.
Y agrega: “Eudosio Ravines vino al país con esa encomienda expresa: la de obligar a los socialcristianos dominicanos a disociarse de las posturas que sustentaban partidos del mismo signo ideológico en América Latina, o improntarlos con el mismo estigma de que eran agentes o aliados de la “ infiltración comunista”, “ pecesitos rojos nadando en agua bendita” y etiquetas por el estilo”.
2.- Incidencias previas al debate.
No es casual, a la luz de lo expuesto, que tras su llegada al país, y previo al debate que se llevaría a efecto el 28 de junio de 1964, compareciera previamente Eudocio Ravines, en la noche del lunes 27, para ofrecer una disertación en la sede de la organización derechista Acción Dominicana Independiente (ADI), la cual jugaría un papel protagónico en los aprestos del golpe contra Bosch.
La misma versaría sobre la alegada “infiltración comunista” y durante la misma no tuvo empacho en afirmar, refiriéndose a Cuba, que “apenas unas millas de aquí tenemos un país que ha tenido la desgracia de haber caído bajo el yugo comunista”.
Afirmaría, además, que en Latinoamérica “nos encontramos con una orfandad doctrinaria, aquí el comunismo es algo “fofo”, putrefacto por dentro…los comunistas se limitan servilmente a repetir los “slogans” lanzados desde cualquiera de los órganos comunistas rusos, demostrando con eso un coloniaje mental…”.
Al referirse a la propaganda comunista, sostuvo que la misma “ha copiado las normas y métodos de Goebbels durante el nazismo” y en augurio de las ideas que al día siguiente defendería a ultranza, ya en directa alusión a su contricante, afirmaría: “…no podemos comparar una doctrina tan elevada como es el cristianismo, con el comunismo, que es la perversión del espíritu…nuestros sistemas capitalistas tienen sus errores, pero a los comunistas hay que combatirlos con las encíclicas del pensamiento cristiano que pueden resumirse en “ama a tu prójimo como a ti mismo”.
De esta forma quedaba bien servida la mesa para aquel martes 28 de junio de 1964 en que toda la atención estaba puesta en la sensacional disputa dialéctica que al día siguiente se escenificaría a través de la televisora estatal Radio Santo Domingo Televisión, dirigida por Julio Félix Gimbernad.
La responsabilidad de moderar el debate recayó sobre el académico e intelectual Dr. Jorge Tena Reyes.
A pesar de su corta edad, pues cifraba apenas los 30 años, Caonabo Javier Castillo no era ni mucho menos un improvisado polemista. A su bien cultivada destreza comunicativa aunaba el joven político, oriundo de Tenares, San Francisco de Macorís, donde había nacido un 9 de marzo de 1934, una profunda formación filosófica, la cual adquirió durante sus años de formación en el Seminario Santo Tomás de Aquino, donde destacó como un estudiante brillante y un líder natural, con una facilidad pasmosa para cultivar la amistad y las relaciones humanas.
Tras discernir que su vocación no era el sacerdocio, dejó el seminario, pero manteniendo firme los principios cristianos y humanísticos adquiridos. Estaba altamente preparado para el debate, pues en la formación clásica recibida en el seminario no solo era imprescindible el conocimiento a fondo de los grandes maestros del pensamiento sino que, al propio tiempo, el alumno se ejercitaba en el arte de la retórica, lo cual supone el dominio cabal del arte de argumentar.
Muy consciente, además, estaba Castillo del papel asignado a Ravines durante su cruzada derechista en suelo dominicano. A este respecto, revelaría al periodista Carlos T. Martínez:
“Nosotros (los socialcristianos dominicanos) habíamos recibido pruebas contundentes que desenmascaraban y ponían al desnudo a este señor, quien para servir a la inteligencia americana se valía del mismo maquiavelismo y cinismo amoral que había aprendido cuando era stalinista y que, luego de su deserción del bando comunista, se prestaba a la faena infame de estar acusando a diestra y siniestra de “comunista” a todo aquel que no era genuflexo con sus posiciones”.
Y agregaba: “ni Ravines ni quienes lo trajeron supieron nunca enfrentar a los marxistas como lo hicimos nosotros, pero el tipo de afrontamiento que llevamos a cabo fue desde una posición revolucionaria, de la verdadera revolución inspirada en la doctrina más bella que ha conocido la humanidad. Cuando se avinieron a discutir ideas, planteamientos, nuestras ideas y las debatimos, pero cuando perdieron sus argumentos y quisieron agredirnos, la juventud socialcristiana supo comportarse a la altura de las circunstancias, cosa que nunca hicieron los que movían los hilos del señor Ravines”.
Continuará