El desarrollo turístico de Pedernales planteado por el Gobierno como buque insignia para lograr el objetivo del desarrollo socioeconómico integral de la región Enriquillo  está en una etapa decisiva que requiere apartar un momento para reflexionar sobre su avance y puntos de mejora.

En la fase inicial del proceso hay dos hoteles a término, la terminal turística aún no acabada ya ha recibido cuatro cruceros; han inaugurado parte de las obras de provisión de servicio de agua potable a la zona turística; la empresa española Acciona ha iniciado las obras del aeropuerto internacional; Eted y Edesur siguen con su relato de solución a la vuelta de la esquina del precario servicio eléctrico y del muy obsoleto alumbrado moderno; la vital carretera Barahona-Pedernales, única de entrada y salida (124 kilómetros) sigue agotando años a paso de oso perezoso. Todo eso es distante 23 kilómetros al sureste del municipio cabecera, en Cabo Rojo y cercanías, donde abundarán el lujo y el disfrute.

Entretanto, en los dos municipios de esta provincia del extremo sudoeste (Pedernales y Oviedo) no se ve ejecución de infraestructuras que nos haga pensar en un balance aceptable respecto de la ciudad de lujo y, por defecto, en la posibilidad de romper con la pobreza estructural grave predominante en las cuatro provincias que integran la región para enrumbarse hacia el prometido bienestar general.

Pedernales, Barahona, Baoruco e Independencia tienen una superficie de 6,796.31 kilómetros cuadrados, la población es 439,611, densidad poblacional de 64 habitantes por kilómetro cuadrado. Registra 45.2 de pobreza y 8.4%  de pobreza extrema, según el Boletín de Estadísticas Oficiales sobre Pobreza Monetaria, 2019, del Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo (Mepyd). En Pedernales la pobreza se acerca al 60%.

DEUDAS PENDIENTES

El presidente Luis Abinader ha entrado a su quinto año de gestión. Agota un segundo cuatrienio tras su victoria en las urnas el 19 de mayo de 2024, y a los pedernalenses aún nos debe el frente marino en la playa local (kilómetro y medio de paseo, viviendas, plazas comerciales, salones de belleza, oficinas de servicios, atractivos, muelle para pescadores), diseñado por arquitectos para anteriores gestiones y rediseñado por los actuales técnicos del Ministerio de Turismo (Mitur).

El mandatario informó el inicio del proyecto, la mañana del miércoles 23 de junio de 2021, en el marco de la presentación del Plan Municipal de Ordenamiento Territorial Turístico de Pedernales-Zona Urbana, durante un acto en el “maleconcito” de Pedernales.

En la ocasión anunció la transferencia de RD$350 millones a Turismo para el inicio de la obra pensada para crear ambientes de esparcimiento y activar la economía local. Hubo estruendosos aplausos. Nada se ve. Nos lo debe.

También nos debe el tramo vial de 50 kilómetros para empalmar la carretera de la bauxita del municipio Pedernales con Puerto Escondido, desde Aceitillar, Sierra de Baoruco. No sería una obra de lujo ni invento de maridaje entre políticos y empresarios corruptos para exprimir al erario un barril de pesos.

La carretera nos pondría a tiro de unos 40 minutos de Duvergé, provincia Independencia, y de la olla del lago Enriquillo en la provincia Baoruco, en vez de la peligrosa vuelta de cuatro horas por la ruta Barahona.

Es decir, la nueva opción nos ahorraría tiempo, dinero, estrés y riesgos de lesiones o muertes por siniestros viales. Y restablecería la conexión originaria de los padres fundadores de la sabana de Juan López (1927), llegados a lomo de mulos desde Duvergé.

Pedernales carece de vías de escape ante recurrentes bloqueos naturales (El derrumbao), o humanos (huelgas) en la carretera hacia Barahona.

Abinader nos debe la eliminación de la cárcel y cuartel policial, vergüenza nacional en el mismo centro del pueblo, y construir en su lugar un anfiteatro, un centro cultural, un museo, un parque acuático o infantil y algún proyecto inmobiliario.

Nos debe las carreteras hacia las lomas agrícolas, el agua potable de Oviedo, la restauración del proyecto de desarrollo agrícola del valle de Juancho (Prodevaj), el nuevo mercado municipal, un nuevo edificio de oficinas gubernamentales, mejor regulación migratoria, control de las fronteras marítima y terrestre y atención sostenida para nuestras islas e islotes adyacentes (Beata, Alto Velo, Los Frailes).

Nos debe eso y otras cositas. La deuda social acumulada es larga en esta provincia fronteriza. Ni hablar del resto de la región Enriquillo.

¿Y NOSOTROS, QUÉ?

Ahora bien, nosotros, los pedernalenses, le debemos al presidente, a su gestión en el Gobierno en tanto promotor y patrocinador, y al país todo, una potente articulación social que se empodere del proyecto sin importar colores partidarios, y postule por las obras que urgen en los municipios, más allá de Cabo Rojo, si no queremos repetir los costosos errores cometidos en la formación de los polos del norte y el este (caos en el manejo de suelo, contaminación, arrabalización, inseguridad, drogas, prostitución adulta e infantil, daño al medioambiente).

En Pedernales es muy alto el nivel de dispersión social y la reticencia al compromiso. Muy altos el individualismo, la adulonería y el fanatismo.

Las organizaciones sociales de nuestra provincia no se han sentado para reflexionar sobre el impacto negativo que ya tiene para el pueblo esa actitud de displicencia frente a los nuevos desafíos.

Mucha gente se aterroriza con solo pensar en decirle al Gobierno, especialmente al presidente Abinader, cuán mal lo hace o cuánto le engañan. Por la búsqueda de objetivos personales, se sacrifica el destino de la comunidad. No muy tarde lo lamentaremos si seguimos por ese derrotero.

Hay grandes retos por delante. Las características geoestratégicas de Pedernales (frontera terrestre y marítima con Haití y en las narices del Caribe colombiano y venezolano) son sui géneris; por tanto, exigen la convergencia de instituciones, organizaciones y líderes de todas las áreas para un abordaje integral.

En Pedernales ya tenemos una réplica del Friusa de la provincia turística y agropecuaria La Altagracia, misma de Punta Cana y Bávaro, en la otra punta del  sur (sureste). Es una especie de gueto en el lado suroeste del cementerio, resultado de la crisis haitiana, la migración irregular y el oportunismo de dominicanos al construir barrancones para aprovecharse de la vulnerabilidad de los extranjeros.

En Pedernales ha crecido el tráfico y consumo de drogas. El trasiego de lo que sea por la frontera. La delincuencia  callejera. El sexo de adultos con menores. Las enfermedades transmisibles. El caos en el tránsito. La violencia.

Ante ese drama, la Oficina de Turismo no debería ser un simple local con un escritorio y una silla con una encargada o un encargado que nombran los políticos como cumplido de campaña para que haga nada porque sabe nada y de paso carece de recursos y personal con las competencias necesarias. Los desafíos son monumentales.

La designación de Minerva Montero como encargada de la Oficina de Turismo en Pedernales es plausible y debería ser el punto de partida de la búsqueda de un capital humano a tono con las demandas actuales.

Pedernalense de origen humilde, buena profesional con hambre permanente de aprender, muy activa en diferentes instancias de la comunidad, incluyendo softball, sencilla y nunca ególatra, honrada hasta prueba contraria, debería representar el punto de inflexión hacia el turismo el turismo sostenible que nos han prometido las autoridades, que son muchas y comienzan por la participación real de la comunidad en cada proceso y el aprovechamiento de los recursos naturales con el menor impacto negativo.

La timidez en el reclutamiento de personal idóneo para acompañar al Proyecto de Desarrollo Turístico ha sido una de las cojeras del Gobierno que –según luce- ha preferido distraer mucho dinero y tiempo en burbujas mediáticas desde la capital sin ninguna sustentación en la planificación situacional de la comunicación.

La  elaboración de notas de prensa hechas en cuartos fríos en la urbe y cabildeadas con amigos en medios de comunicación deviene en práctica estéril, como estériles son los “mediatur” con periodistas de la capital. Ellos no tienen la posibilidad de mirar y capturar los  procesos comunicacionales formales e informales determinantes que se dan en nuestras comunidades. Pero tampoco les llevan a eso. Comoquiera la comunicación en tanto proceso es mucho más que esas acciones aisladas y debe abordarse desde y con las comunidades del destino.

Con la sobreexposición mediática, a ratos sin correspondencia con la realidad, se crea ilusiones que terminan en frustración cuando la bruma se despeja y la realidad se ve imponente.

El momento crucial que vivimos no es para improvisar ni complacer caprichos politiqueros, sino para planificar. Lo he advertido y requeté advertido desde el día 1 del proyecto turístico (2021). Se hace tarde.