Al momento que escribo para hacer de ustedes la experiencia que vivo, en éste preciso instante, me preparo para salir de viaje a la celebración del primer año de vida de mi primer nieto Alberto Emmanuel. No puedo negar las emociones que se agolpan en mi pecho ante el encuentro.
Sus padres, como sus abuelos y muchos otros, le han ido dando el amor y el cariño que hace del ser humano lo que es. En su caso, un ser portador de luz que se manifiesta en su sonrisa abierta, de una mirada que busca y brilla, que abraza amorosamente y sonríe, de una actitud de que “él ya puede”, en fin, de una vida humana en ciernes.
La celebración de éste, tu primer año, Alberto Emmanuel, será primero, para dar gracias al creador, al Padre por ti, al que ha hecho posible que seamos uno con el universo; en segundo lugar, para estar contigo y celebrar, celebrando la dicha de tenerte pues tu has traído gozo y felicidad.
Pero, además y, en tercer lugar, para estrechar lazos de dos familias que hasta ayer no se conocían, que vivían en mundos distintos y distantes, pero a la vez tan cercanos; que el amor por ti ha ido estrechando y les ha permitido ir aprendiendo a unir latidos y suspiros, siendo tú el motivo permanente de este acto de amor.
Te hemos visto crecer muy rápido, pues apenas ayer eras esa criatura frágil que nuestros brazos acogían y protegían, más hoy tendremos que ir “aprendiendo” a dejarte caminar “aún como borracho” pero cada vez más seguro y decidido a valerte por ti mismo. Esa es la vida, como todos dicen.
El tiempo nos ha corrido como el agua entre los dedos, casi sin darnos cuenta. Por más que quiera detenerlo sé que será imposible y lo dejo ir, y con él, te veo a ti yendo deprisa como quien no quiere que ese mismo tiempo se le escape. Apenas empezaste a gatear cuando de pronto te vi erguido, retándote a mantenerte de pie.
Cómo no recordar la canción de Joan Manuel Serrat, “Esos locos bajitos”, que tanto nos deleitó y hoy no es solo un poema, sino que se ha convertido realidad en ti:
“A menudo, los hijos se nos parecen/ y así nos dan la primera satisfacción/Esos que se menean con nuestros gestos/echando mano a cuanto cae a su alrededor. Esos locos bajitos que se incorporan/con los ojos abiertos de par en par/Sin respeto al horario ni a las costumbres/Y a los que, por su bien, hay que domesticar…
Sin embargo, Alberto Emmanuel, no deseo que cargues con nuestras creencias y menos aún, con nuestros rencores y nuestros porvenires. No quiero dejar contigo mis frustraciones, como tampoco mis deseos y sueños incumplidos, y por supuesto, todo aquello que por indiferencia o quien sabe qué, no cumplí como hubiese querido.
Y sé como dice el poeta: Y nada ni nadie puede impedir que sufran/que las agujas avancen en el reloj/Que decidan por ellos, que se equivoquen/Que crezcan y que un día nos digan adiós.
Mañana, no solo caminarás tus caminos sino también que soñaras tus sueños y tus deseos, y tus propios pensamientos te impulsarán a buscar camino, aquellos que irás construyendo en tus primeros años de niñez y juventud. Solo deseo estar ahí, si fuera posible, cuando necesites respuestas a tus preguntas de por qué y de qué manera.
Te legamos un mundo difícil, donde ya dos más dos no parecen ser cuatro, sino incluso, todo lo contrario. Que hay quienes viven de la codicia aun cuando esta suponga la pobreza, la exclusión y la muerte de muchos. Peor, aquellos que solo encuentran en lo que produce muerte, su modo y motivación de vida.
En ese mismo mundo tengo la certeza de que florecerán nuevas esperanzas, nuevos sueños y nuevas de maneras de ser y de vivir con los demás; tengo la esperanza de que vendrán de ti y de muchos que cómo tú soñarán nuevos sueños, soplando nuevos vientos de amor y solidaridad.
Mientras disfrutemos tu primer año, cargados de tu sonrisa que brota por todas partes y nos embriaga…