La retórica sobre política exterior que ha mantenido el expresidente Donald Trump a través de sus intentos por regresar a la Casa Blanca, es la de ser un pacifista y gran candidato al Premio Nóbel de la Paz.

Trump, en su condición de candidato presidencial por el Partido Republicano, ha afirmado en repetidas ocasiones que rápidamente pondría fin al conflicto bélico en el Medio Oriente y Europa en caso de ser elegido de nuevo presidente de los Estados Unidos.

Ha manifestado que tiene la influencia, el poder y la clave para lograr que se ponga fin a la guerra entre Israel y Hamás, y que de igual forma lo lograría en la contienda entre Rusia y Ucrania.

"Como presidente de los Estados Unidos, traeré paz al mundo, y pondré fin a la guerra que ha costado tantas vidas y devastado a innumerables familias inocentes", escribió Trump en un mensaje a través de su plataforma Truth Social, el pasado 20 de julio.

La administración Biden-Harris siempre ha tenido un distanciamiento frente a los gobernantes Vladimir Putin, de Rusia; Kim Jong-un, de Corea del Norte, y Xi Jinping, de China.

Sin embargo, Trump parece entenderse muy bien con esos líderes dictatoriales, con los que se ha reunido en diferentes oportunidades, lo que le asegura -según su propio criterio-, que con un simple diálogo o una cumbre lograría el fin de las guerras entre Rusia y Ucrania, así como entre Israel, Hezbollah y Hamás.

¿El plan de Trump es realmente buena noticia para los fabricantes de armas más reconocidos de EEUU, en cuanto a lograr la paz y el fin de las guerras?

De ninguna manera. Esas industrias armamentísticas, que generan miles de millones de dólares anuales por ese concepto, si no se oponen públicamente a los planes de Trump, buscarían la forma de convencer directa o indirectamente al electorado a no votar por el candidato republicano.

Atentar contra los intereses de esas poderosas e influyentes corporaciones, es lo mismo que atentar contra la existencia de estas empresas.

En EEUU hay más armas de fuego que civiles, lo que ha incrementado el crimen y la violencia, enlutando con ello a familias estadounidenses en diferentes estados.

Ni Trump ni Kamala Harris, vicepresidente y candidata por el Partido Demócrata, han planteado soluciones creíbles sobre cómo controlar la fabricación de armas de destrucción masiva. O de evitar que tantos civiles y delincuentes sean  portadores de armas de fuego en la Unión Americana.

La guerra que protagoniza Israel -con el apoyo de EEUU- contra los grupos Hamas y Hezbollah se encamina rumbo a la expansión territorial con otros países árabes.

Las recientes explosiones simultáneas de los aparatos de radio comunicación inalámbricos “Beepers” en poder de los miembros chiitas de Hezbollah ocurridas el pasado martes y miércoles en Damasco y Beirut, han dejado un saldo de 32 muertos y más de 3,200 heridos.

En el primer ataque del martes, el embajador de Irán en El Líbano, Mojtaba Amani, resultó ser uno de los heridos.

Los líderes de Hezbollah y los gobiernos de Siria y El Líbano, han  responsabilizado al estado de Israel de esas explosiones y han amenazado a los líderes de Tel Aviv de responder con grandes represalias por esos ataques.

De comprobarse la culpabilidad de Israel en estos atentados, ¿De qué manera pretende el ex presidente Trump o la vicepresidente Harris lograr un alto al fuego definitivo en Oriente Medio si alguno de ellos es electo presidente el próximo 5 de noviembre?

Ambos candidatos han dicho en repetidas ocasiones que apoyan y seguirán apoyando a Israel de forma incondicional en su guerra contra los grupos islamistas.

Si los gobiernos de Siria y el Líbano decidieran tomar represalia contra Israel al acusarlo de los recientes ataques sangrientos, los EEUU no se quedarían con los brazos cruzados, un escenario bélico de consecuencias impredecibles en la que podrían participar otras naciones occidentales, asiáticas y europeas.