El poder se nos ha vendido como cosa de hombres, sin embargo, la participación y presencia mundiales, el mantenimiento, coloniaje y proyección de poder e influencia, del Imperio británico, ha sido obra de tres reinas. Sobresale el innegable aporte de Sir Winston Churchill, durante la segunda gran guerra europea del 1939 al 1945, pero eso es otra cosa y otros escenarios.
El imperio británico exploró, invadió, y conquistó más del 73 por ciento de la superficie terrestre, en un período de casi tres siglos, en manos de dos reinas, y la recién fallecida Isabel II de Inglaterra, quien se ocupó de sostener el imperio, adaptándolo a los cambios globales y gobernándolo por casi 70 años. También puede ser considerado con justicia, como el primer narcoestado mundial, aunque la palabra sea muy nueva, considerada en términos históricos.
El imperio británico oficializó la piratería con las llamadas Patentes de Corso, es decir la autorización legal para atacar buques extranjeros, saquearlos, cobrar peaje marítimo y otras actividades abiertamente delictivas. Por ello Francis Drake, el 1 de enero de 1586, efectuó la toma de Santo Domingo, colonia española de ultramar, ocupándola durante dos meses y cobrando un rescate de 25,000 ducados, que eran entregados, como botín de guerra, a la Corona británica.
En 1839 comenzó la primera de las dos guerras del Opio, o guerras Anglo Chinas, que se caracterizaron por la estrategia del imperio británico, de inundar a China con opiáceos y derivados procesados del opio o adormidera, que obtenía mediante la ocupación en la Guerra Anglo Afgana, de 1839 a 1842, durante el reinado de la Reina Victoria. Los ingleses, tal como hizo la Unión Soviética desde el 24 de diciembre de 1979, hasta su caída en 1989-1991, y los Estados Unidos el 7 de octubre de 2001, invadieron Afganistán cosechando y controlando el mercado de la exportación al resto del mundo. Afganistán, es el principal productor global de la droga.
La primera de estas tres soberanas es la Reina Isabel I, apodada la reina virgen, que nació el 7 de septiembre de 1533, hija de Enrique VIII, quien tuvo seis esposas y había decapitado a la madre de Isabel, Ana Bolena, como una salida ante la negativa de la Iglesia de Inglaterra de disolver su matrimonio, y casarse de nuevo, enfocado en engendrar un hijo varón, como sucesor al trono.
Isabel fue coronada el 17 de noviembre de 1558 y reinó hasta el día de su muerte, el 24 de marzo de 1603. Así como la segunda monarca, la Reina Victoria, encabezó la Era Victoriana, ella estableció la Era Isabelina en el manejo del gobierno, las batallas y campañas militares de conquista, y el avance del Imperio.
Tras Enrique VIII de Inglaterra repudiar a la primera de sus seis esposas, la española Catalina de Aragón, se casó con su amante embarazada, Anna Bolena, quien ya le había dado una hija, María, quien más tarde reinaría como María I, de Inglaterra. De ese embarazo nació la futura reina Isabel I, la Reina Virgen, o la Buena reina Bess. El Vaticano reprobó la conducta del rey de Inglaterra, lo excomulgó y por ello, años después es creada la Iglesia de Inglaterra o Iglesia Anglicana.
Durante su reinado se consolidó el imperio, Isabel vio la derrota de la Armada Invencible,
El establecimiento de la Iglesia Anglicana, la consolidación de la monarquía, e Inglaterra paso a ser, gracias a sus conquistas, una gran potencia mundial europea.
Isabel había dicho de si, Se que soy dueña de un débil y frágil cuerpo de mujer, pero tengo el corazón y el estómago de un Rey, más aún, de un rey de Inglaterra. Termina la cita.
La segunda forjadora del Imperio británico es la Reina Victoria, o la reina viuda, que había nacido el 24 de mayo de 1819 y fue coronada en la Abadía de Westminster, el 28 de junio de 1838, y gobernó el imperio hasta su fallecimiento el 5 de agosto de 1901. Días antes el arzobispo de Canterbury se arrodillaba ante la futura reina para informarle que sería reina del Imperio, ante la muerte de sus dos tíos Jorge IV y Guillermo IV, quienes ocuparon el trono desde 1820 a 1837.
El 10 de febrero de 1840 la reina Victoria se casó con el príncipe Alberto de Sajonia-Coburgo- Gotha, a quien otorgó este rango monárquico, cuando adquirió plenos derechos al hacerse ciudadano inglés, ya que era de origen alemán, este habría de fallecer el 14 de diciembre de 1861, quedando en estado de viudez hasta su muerte, que, extrañamente, fueron los mejores años de su reinado y el verdadero y gran esplendor de la llamada Era victoriana, de gran influencia y poder, que concluyó con su muerte en 1901.
Durante su reinado, en 1877, fue coronada Emperatriz de la India, luego de dominar allí la gran rebelión nacional y religiosa de los Cipayos. El imperio tuvo en esos años la más grande expansión colonial de su historia, cuando el imperio inglés llegó a comprender más del 24 por ciento de todas las tierras emergidas y 450 millones de nuevos súbditos de la Corona, sumados a los 37 millones de la metrópoli, además de lograr el control del Canal de Suez. Las armas inglesas llegaron así a ejercer dominio, control e influencia imperial en Asia, África y Oceanía además del Caribe y todos los mares conocidos.
La tercera de las monarcas británicas es Elizabet Alexandra Mary Windsor, o Isabel II. Esta soberana nació el 21 de abril de 1926, en el Castillo de Balmoral y falleció este cercano 8 de septiembre de 2022, asumió el trono el 2 de junio de 1953 hasta el día de su muerte. Es la soberana de reinado más largo comparado con el de cualquier monarca europeo. Es, además, la reina de la Inglaterra de la pos segunda guerra mundial y del establecimiento definitivo del nuevo orden mundial, de la guerra fría, de la era nuclear británica, de la entrada en la Organización del Atlántico Norte y de la Unión Europea y del Brexit o salida de la unión.
Isabel II ha sido testigo e influyente, de los grandes acontecimientos mundiales de la guerra fría, la globalización, la muerte de las ideologías, según Fukuyama, la reunificación alemana y la implosión o desmembramiento de la Unión Soviética, pero también de la Guerra de Vietnam y el sudeste asiático, junto a la consolidación de la Iglesia Anglicana, como un nuevo y disidente Vaticano, para el Imperio Británico. Ella marcó sin duda un sentido pragmático y nacionalista, ante todo del poder, y fue un referente, ya entrada en la historia, de la fortaleza y permanencia del Imperio, por encima de los grandes cambios globales de los últimos setenta años.