Las redes sociales y gran parte de los medios de comunicación son en la actualidad mecanismos de crear mentiras e ilusiones para consumo de miles de millones de seres humanos que padecen de estulticia. Grave enfermedad que va destruyendo la libertad personal y de la sociedad, por tanto socava la democracia, anula el pensamiento científico y el razonamiento crítico, estimula odios y prejuicios contra grupos de personas o liderazgos y, sobre todo, inhibe la capacidad de acción política de las personas. Es un mundo falso, a la manera en que Platón lo describe en el capítulo VII de la República.
El caso reciente más sonado en nuestro lar es la declaración del senador Marcos Rubio de Estados Unidos -que quien conoce bien su historial no le cree nada- que para hacerle el juego a sus socios de extrema derecha en nuestro país soltó la tonta idea de que su país quería hacer campamentos para haitianos en el lado dominicano. Periódicos, opinadores, y hasta un jurista reconocido y un empresario, estallaron en reacciones nacionalistas -algunas con sesgos claramente racistas- oponiéndose a lo que consideraban un hecho. Poco duró el ruido en el gallinero cuando el senador Espaillat y la Embajada de Estados indicaron que era una mentira. Y nadie va a llamar a la Embajada mentirosa porque todos quieren visa.
Semejante pasa con hechos de tanta trascendencia mundial como la Guerra en Ucrania o el conflicto entre el gobierno de Israel y el grupo Hamás. Todas las informaciones que sirven los medios, incluso la selección de las fotos o videos, reflejan una arquitectura ideológica para sembrar en la mente de los consumidores de esos relatos una imagen que favorece a la agenda política de Estados Unidos, Europa y sus socios. Toda guerra es parte de un estímulo al negocio de las armas y un incremento en las ganancias de las grandes compañías de combustibles fósiles. La guerra es un negocio para quienes la arman y la sostienen, la muerte para los jóvenes que la pelean y una perversa distracción para los consumidores de noticias.
En las redes sociales las noticias de las grandes cadenas son ofertadas con un gran cuidado en los argumentos, los datos y hasta la intencionalidad de quienes articulan como adversarios. Los bots y los opinadores de las redes divulgan mentiras con apariencia de veracidad y para muchos espectadores la realidad es lo que ven y oyen por sus celulares. Recientemente hasta Milei, el presidente de la motosierra de Argentina, citó un bot que favorecía su política económica con datos falsos. Definitivamente el mundo de las redes sociales y los canales masivos de noticias son campos minados de mentiras que están configurando un mundo virtual para favorecer a minorías autoritarias y codiciosas.
En lo personal es poco lo que encuentro de provecho en Facebook o X. Hay veces que entro en el metro de Barcelona y descubro que soy el único que no está absorto en su móvil. En pocas ocasiones he encontrado jóvenes y adultos leyendo algún libro, pero cada vez es más escaso. Cuando vivía en Chicago en los 90 muchos libros leí en mis viajes de metro. Recuerdo que El Nombre de la Rosa en su edición en inglés lo completé en el metro de la ciudad de los vientos en poco menos de un mes.
El contribuir a que más personas, sobre todo los jóvenes, recuperen el gusto por estar atentos y percibir lo que pasa en el presente es de primera importancia. Lo visual es adictivo, ya Aristóteles indicaba que la mayor parte de lo que conocemos es a través de la vista. Esa es la seducción de las redes sociales, los videos breves y hasta la pornografía. No por azar casi todos los candidatos a diputados redujeron su campaña a imágenes, sin ninguna propuesta. La credulidad en aumento de lo que muchos consideran verdadero porque lo vieron en un video o lo leyeron en un mensaje de X, apunta a una sociedad de estúpidos que requieren ser despabilados antes de hundan la democracia y el desarrollo de la ciencia.
Basta saber que Estados Unidos están sacando libros de las bibliotecas escolares por miedo a lo que dicen los autores, la mayor parte de ellos considerados prestigiosos literatos e intelectuales, o que en ese mismo país hay escuelas donde la biología se enseña desde una “óptica” creacionista, lo que bloquea a esos alumnos a ser en el futuro médicos o científicos, porque tienen la cabeza llena de basura.
No es la primera vez que la humanidad tiende mayoritariamente hacia una sociedad de oligofrénicos o que se suman a respaldar guerras y genocidios porque sus líderes los convencen. Lo grave del presente es que a través de los celulares millones y millones constantemente reciben dosis de estulticia que consumen con frenesí.
Hace pocos días encontré en el blog de una antigua estudiante, religiosa ferviente, una imagen de propaganda del ejército de Israel, y ella cándidamente pidiendo que oremos por Israel, sin la menor referencia al genocidio en Palestina. Es compleja la maraña que todos enfrentamos al recibir información por esos medios, pero si ejercemos nuestra razón y abordamos lo que nos dicen desde el pensamiento crítico, es posible liberarnos de ese mundo falso. Como dijo Platón, uno de los amarrados en el fondo de la cueva se liberó de sus ataduras, subió hacia la superficie y vio el mundo iluminado por el sol.