Manifiesto conspiracionista
El Manifiesto conspiracionista (2022) el cual referí en mi entrega anterior intenta dar una visión crítica y alternativa de la situación social y política durante la pandemia de COVID-19. Para tales propósitos este manifiesto se fundamenta en fuentes diversas y documentadas, que van desde informes científicos, periodísticos o jurídicos, hasta testimonios, filtraciones e investigaciones independientes.
Este manifiesto se adentra en el anonimato como parte de una intrincada red de inteligencia artificial que penetra en todas las esferas del cibermundo. Estas redes de IA operan en el corazón mismo de las plataformas digitales, donde los sujetos cibernéticos de la generación de aplicaciones (variantes de los nativos digitales) han comenzado a reconstruir sus perfiles y a limitar su exposición en línea. Comprenden que, al compartir sin filtros en estas plataformas, como es el caso de las redes sociales, su información personal puede ser manipulada y que quedan marcados de por vida. La IA, de manera acelerada, va reconfigurando el cibermundo
Partiendo de esto el Manifiesto que se pierde en el anonimato, comienza criticando las argumentaciones del filósofo Popper, lo acusa de ser conspiracionista más que anticonpiracionista, lo asocia a los grandes proyectos neoliberales:
“El inventor de la retórica anticonpiracionista es Karl Popper con la sociedad abierta y sus enemigos en 1945: Dos años más tarde funda con su amigo Friedrich Hayek, que le había buscado un puesto en la London School of Economics, la conspiración más exitosa de la segunda mitad del siglo XX: La sociedad Mont Pelerin(…). A lo largo de treinta años de trabajo metódico y tenaz, unas veces subterránea otras veces pública, la sociedad Mont Polerin dio carta de naturaleza al neoliberalismo. Lo llevó al poder en la cabeza antes que, en los palacios presidenciales chileno, francés, británico o norteamericano” (p.28).
Este grupo de intelectuales contribuyó de acuerdo con el Manifiesto a fomentar y difundir el movimiento anti conspiracionista dado que “Echó raíces en todos los ámbitos y se extendió por metátesis hasta el último rincón del mundo, a través de cientos de departamentos de universidades, think tanks” ib.29).
Muchos de estos argumentos son débiles, ya que presentan supuestas referencias científicas no confiables, aun así, se plantea varios objetivos fundamentales como predicar que la pandemia fue un entramado de mentiras y una narrativa orquestada por una élite global. Esta élite persigue controlar a la humanidad y sostiene que el virus fue creado en un laboratorio y que las vacunas podrían ser utilizadas tarde o temprano como una política para implantar microchips en el cuerpo humano
Este texto que intenta argumentar la tesis conspiracionista como ideología, interpela el orden, ante la democracia que deviene en caos, en desorden; de ahí que su mezcolanza cuestionadora al sistema capitalista cibernético va desde la teoría anarquista, marxista, populista hasta la ultraderechista. No es raro encontrar en este Manifiesto ideas como la siguiente: “¿Marx, Nietzsche, Freud…todos los que han sido clasificados como pensadores de la sospecha? Hoy pasarían por conspiracioncitas al acecho permanente de las fuerzas oscuras que operan en el seno de las apariencias” (p38); filósofos como Deleuze, Guattari por su crítica a la sociedad de control, poetas como Rimbaud, Baudelaire son: ¡todos conspiracionista hasta la medula ¡(ibid.).
En el texto se asume que la facultad de conspirar es inherente a toda existencia, que ningún ser vivo se queda sin esa marca de la conspiración. Esto hace del Manifiesto más que un conspiracionismo, todo un conspiranoidismo, en el que se interpreta determinados acontecimientos como resultado de una conspiración secreta y malévola, ilógica y falta de prueba.
El manifiesto distingue la conspiración del complot. De acuerdo con sus planteamientos: “El complot evocan la imagen de los conjurados reunidos en una misma habitación, urdiendo juntos un plan preciso según una voluntad explicita y compartida. El complot se basa en un secreto común que por lo tanto puede ser fácilmente traicionado. La conspiración, por el contrario, no tiene ninguna necesidad de reunir a sus miembros. La conspiración flota. Su elemento es aéreo. El acuerdo, aquí, puede ser tácito, difuso, tan inasible como una idea” (p.42).
Esta distinción se vuelve opaca por las secuencias de insultos y descalificaciones e ir contra el consenso científico, la racionalidad y contribuir a difundir desinformación en la sociedad, cargada de epítetos a sujetos (Trolls, estúpido..) o instituciones que defiende postura de acuerdo a la comunidad científica, arremeten contra toda versión oficial de los hechos: además de construir un relato en el que se intenta demostrar una supuesta conspiración desde hace tiempo y que tiene que ver con “conspiraciones objetiva” resultado de estructura sociales abstracta, sin especificidad política, social y cultural: “El mundo actual, es sin ninguna duda, el resultado de dos siglos de una conspiración objetiva de los ingenieros cuyo perímetro en todas partes y cuyo centro en ninguna (…). Las conspiraciones, con su carácter transversal, sobrepasan las finalidades conscientes de quienes están implicados en ellas” (ibid.).
El manifiesto conspiracionista no es una obra falsa, ni de total negacionismo, carente de argumento, en parte deja entrever muchas formas de valor de verdad, típico de toda ideología, como sistema de creencias excluyente y aferrado al dogmatismo: “Lo que está aquí en juego, no es solo que, desde entonces, los que tienen el destino de la humanidad entre sus garras. Ni siquiera que hayan logrado que el continente entero sean rehenes de esa estúpida red de catástrofes latentes que son las centrales nucleares. Es que el mundo mismo se ha convertido en un inmenso proyecto Manhattan (…). Este mundo ha sido sometido en todos sus aspectos a una empresa de ingeniería general cuya última palabra es la guerra.” (p.99)
El manifiesto no trata de ser una obra de denuncia, aunque sí se puede inferir, intenta más bien ser de resistencia a los que se oponen a tales teorías conspiracionista. Se infiere cierta rebeldía ante los acontecimientos que brotan del cibermundo: “En el régimen cibernético, la crítica queda reducida a mero bucle de retroalimentación, a función de estabilización del sistema. Puede que la propia manifestación física tradicional, que postula que el acto de desfilar en masa en el espacio público constituiría por el mero hecho de darse, un gesto político, sea una forma periclitada. (Manifiesto, pp.290-291).
Las teorías conspirativas se entrelazan con la ciberpolítica y la inteligencia artificial. Existe una tendencia a desconfiar de este tipo de inteligencia, ya que se cree que está controlada por una ciberélite secreta que la utiliza para manipularnos en todos los aspectos. Sin embargo, el manifiesto que circula se basa más en mitos que en realidades concretas. En él se mezclan concepciones del anarquismo, marxismo, populismo, ultraderechismo e hiper autoritarismo. A pesar de sus afirmaciones, no existe evidencia científica o empírica que las respalden. De hecho, los propios argumentos y datos presentados desmienten estas afirmaciones.