¿Podemos hablar de una teocracia liberal en el siglo XXI?
Recojo el tema de la Teocracia como el marco conceptual originario del «poder», allá el paleolítico tardío, cuando el hombre de las cavernas inscribió las paredes de las cuevas con figuras cotidianas de la caza y las actividades; se especula que fueron los inicios de la “experiencia religiosa” del sapiens sapiens. De ahí a identificarse con “alguna” representación de la divinidad solo hay un paso.
Se dio el paso de denominar a seres potentes detrás de cada “misterio” inexplicable a su conciencia en formas de “mitos” en la “cuna de la civilización humana” (en una versión occidental y ario-céntrica) en la Mesopotamia que, con la antromorfización de la divinidad, los dioses tomaron formas humanas, como lo demuestra el mito de Zeus y los dioses del Olimpo…
Luego vino la diseminación del politeísmo y la aparición del monoteísmo a partir de la fe de Abraham, de donde nacieron: el judaísmo, el cristianismo y el islam. También existe otro monoteísmo ateo: el budismo de Siddhartha Gautama, pero que lo dejaremos fuera para concentrarnos en el concepto teocrático “per se”.
En resumen: la epopeya que se inició con la Paz de Westfalia –que puso fin a la Guerra de Religiones entre el bando católico y el protestante– y dio inició a la modernidad y a la sociedad secular con la democracia liberal y la estructura científico-tecnológica.
Mientras nos asombramos de un “futuro probable”, determinado por los avances de la quinta revolución tecnológica, nos espantamos como se desprecia la democracia y nos convertirnos en regímenes autocráticos de derecha e izquierda, que nos quieren retrotraer a una «edad media universal», basados en versiones integristas, sectarias, en el odio y la exclusión.
Para muestra, el rol de la iglesia ortodoxa en la ideologización de la Rusia de Putin; el uso del “mileniarismo” de los evangélicos estadounidenses; la disidencia de figuras del episcopado con el proceso de la “sinodalidad” en la Iglesia católica y, el mejor ejemplo, el rol del “Islam yihadista” en la sociedad moderna.
Por último, la situación de Israel –producto del judaísmo secular y socialista, conocido como “sionismo”–que en su fundación hace setenticinco años, David Ben Gurion decidió no dotar de una Constitución Política del Estado “en consideración a los ultra-ortodoxos que no aceptan otra Ley por encima de la dictada por Jehová”.
Ahora, esos ultra-ortodoxos se han apoderado de la rama ejecutiva aliándose al primer ministro Benjamín Netanyahu y quieren “sacrificar a la rama judicial” de los Poderes del Estado, ya que pretenden que la Ley religiosa no sea subalterna de la Ley secular aprobada por el Parlamento. Esto lleva a la sociedad religiosa a equipararse con las teocracias islámicas que rodean al Estado de Israel pretendiendo nulificar al Tribunal Supremo.
Luego, veremos cómo aterriza este dilema en nuestra República Dominicana en la tercera y última entrega. Lo que sí está claro es que en la base se encuentra que la fe se ha devaluado al nivel de la adoración del dinero constante y sonante…