De todas las desgracias del colonialismo, una de las peores fue quitarnos a los indígenas y llevárselos para siempre y para nunca de nuestras tierras, de nuestras mentes y de nuestros corazones.
Anhelo poder ir a un restaurante taíno y comer casabe con pescado; poder participar con ellos en un areíto, en pleno cielo abierto o en una guácara (cueva); poder sentarme en el bohío sobre un duho, junto a los descendientes de Guarionex (cacique de esta región que incluia a Samaná), o de Caonabo, o de Cayacao, o de Anacaona; poder jugar batú (pelota) en el batey; y poder también hablarle a Yocahú Bagua Maoricoti a través del rito de la cohoba; sin incluir muchas otras prácticas sociales, culturales y religiosas.
¿Se imaginan poder ir a una tienda taína y comprar sus cosas, como una hamaca hecha a mano con fibras artesanales o beber en una copa de jilgüero su asua, joba o naiboa (bebidas de maíz fermentado), guaro (fuerte bebida de caña fermentada), o el uikú (bebida embriagante hecha del jugo de la yuca)?
Todo eso y más nos lo robó La colonización.
Pero la peor desgracia de la colonización es darnos una identidad blanca, española y católica, a excepción de todas las demás, excluyendo a taínos y cimarrones (negros), creando en nuestro psiquis estructuras mentales excluyentes.
Con razón nunca incorporamos a los taínos en nuestro pensar, en nuestro hablar, en nuestro orgullo cultural. Tampoco rendimos honor a su valentía y orgullo y, en su lugar, los llamamos salvajes, enemigos y agresores a Dios, a la virgen y a la madre patria.
La peor de las colonizaciones es mental, es espiritual, es en el corazón. Es seguir los esquemas heredados de 5+ siglos de colonia y de 100 años de agringamiento.
Para mestizarnos, para tainizarnos, aunque sea un poquito, debemos abandonar ciertos esquemas y descubrir más de esos nativos que poblaron nuestros valles, montañas, cuevas, playas y ríos, disfrutándolos sin destruirlos.
Los taínos nos llaman con su futú y nos l invitan a enriquecer, ampliar y profundizar nuestra identidad cultural. Sus cuerpos fueron maltratados, ahorcados, decapitados, quemados, violados, mutilados e ignorados, pero sus espíritus pueden sembrarse en nuestras mentes y corazones.
Próximamente será el 5 de diciembre el comienzo del genocidio taíno en esta isla. Es una bonita fecha para comenzar a pensar en ellos, abrazarlos, llorar con ellos, pero también gozarnos con ellos en la preservación de su historia, su presencia, sus agonías, sus victorias, su identidad y su cultura.
Ojalá que en lugar de George Washington, Winston Churchill, Abraham Lincoln y John F. Kennedy tuviéramos a nuestras principales avenidas nombradas a nombre de Guarocuya (Enriquillo), Anacaona, Caonabo, Guarionex y otros, porque detrás de esos nombres anglosajones se esconde quizás el Guacanagarix en todos nosotros!
Te extraño, taíno de mi corazón.