A medida que avanzamos en el 2023, la necesidad de una gestión de datos más eficaz y accesible en la República Dominicana se ha vuelto más apremiante, especialmente en el contexto de los desafíos climáticos que enfrentamos. América Latina y el Caribe, siendo una de las regiones más propensas a desastres naturales, según la Oficina de la ONU para Asuntos Humanitarios (OCHA), requiere una estrategia de datos renovada y adaptada a las realidades actuales.
El informe "Desastres Naturales en América Latina y el Caribe" del 2020 nos recuerda la frecuencia y severidad de las inundaciones en la región. A pesar de esta realidad conocida, la gestión y disponibilidad de datos relacionados con estos desastres en nuestro país sigue siendo un desafío. Instituciones como la Oficina Nacional de Meteorología (ONAMET) y la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE) proporcionan datos valiosos, pero a menudo en formatos no óptimos para su uso práctico y análisis en tiempo real.
En este año, con el impacto reciente de eventos climáticos extremos del 18 de noviembre, es evidente la necesidad de mejorar la forma en que se recopilan, procesan y distribuyen los datos relacionados con fenómenos atmosféricos y catástrofes naturales. La disponibilidad de datos en formatos abiertos y reutilizables es esencial para una respuesta rápida y efectiva a estas situaciones de emergencia.
La transición hacia una estrategia de datos debe ser una prioridad por encima de la integración de tecnologías emergentes como la inteligencia artificial y el aprendizaje automático. Los datos hiperlocales con intención juegan un papel crucial en la predicción, mitigación y gestión de desastres naturales.
Dentro de las acciones de mitigación de riesgo, es fundamental fomentar una cultura de alfabetización en datos entre las autoridades, el sector privado y la sociedad civil para garantizar que todos los sectores puedan participar activamente en la mitigación de riesgos.
El portal datos.gob.do, que actualmente no ofrece suficientes datos relevantes para la temporada de huracanes y otros eventos naturales, debe ser ampliado y mejorado. Debe convertirse en una fuente robusta y dinámica de datos de fácil acceso y uso, proporcionando información crítica para la toma de decisiones en momentos de crisis.
Datos básicos del clima, como el índice de precipitación, son clave para evitar la tragedia en nuestra nación, como, por ejemplo, las lluvias torrenciales del 18 de noviembre donde el índice alcanzó un pico 3.46″, siendo esta cifra un indicador que reside en todas las aplicaciones de clima en los más de 4 millones de smartphones que están activos en el territorio nacional.
Esta falta de articulación de los datos lustra de manera sombría la necesidad de una mejor alfabetización en la materia y su aplicación práctica en la gestión de desastres naturales. La necesidad de una narrativa innovadora e impactante a nivel de tecnología repite el error fundamental de todos los diseñadores de política pública los últimos 25 años: lo fantástico visible quita la mirada de lo básico invisible que debe ejecutarse diariamente.
Con esto como contexto, entendemos que la habilitación tecnológica en la gestión de datos climáticos y de desastres debe ir más allá del simple envío de alertas a la población. Requiere un enfoque integrado que incluya la recolección de datos hiperlocales precisos y oportunos, su análisis a través de herramientas avanzadas y la difusión efectiva de información útil a todas las partes interesadas.
En 2023, nos enfrentamos una realidad previsible: los datos no son solo números en un dashboard o informe; son herramientas vitales que pueden salvar vidas y minimizar los daños en situaciones de emergencia.
La mejora de nuestras capacidades de conciencia ciudadana en la gestión de datos y la adopción de tecnologías avanzadas para su democratización y apertura no son simplemente opciones deseables, sino necesidades imperativas para la preparación y respuesta efectivas ante desastres naturales.