Con frecuencia se aplican las operaciones matemáticas a nuestra forma de relacionarnos con los demás y realmente nos permiten comprendernos mejor.
Las personas que suman son aquellas que cuando están con otras, algo aportan. Este tipo de persona es valorada y buscada por los grupos porque su presencia contribuye a mejorar el entorno. Se interesan en los demás y se motivan a aportarles algo cuando comparten. Una persona que suma, los demás la echan de menos cuando se marcha y siempre sienten que falta algo cuando no está con ellos, recordando con cariño sus detalles y anhelando volver a verlo. Cuando hablamos de aportar algo podría ser simplemente sus sonrisas o empatía.
Algunas personas en cambio restan cuando comparten, contribuyen a que el ambiente sea menos agradable, intentan encontrar lo negativo y crean obstáculos, les desagrada ver a otros felices e incluso podrían expresarlo claramente. Los demás comparten con ellos si no pueden evitarlo.
Para sumar es preciso estar en condiciones de poder aportar algo, haberse ocupado de tener algún desarrollo personal o simplemente estar abierto al otro, por ejemplo, saber escuchar. Sin embargo, una persona muy agraciada podría restar y otra con serias limitaciones podría sumar, pudiendo señalarse el caso se Stephen Hawking, quien padeció de un déficit motor casi total por una Esclerosis Lateral Amiotrófica, lo que lo colocaría en la categoría de minusválido, sin embargo, fue una persona que realizó grandes aportes a la humanidad.
El que suma evidentemente puede dar, pero todo parece indicar que, por encima de todo, lo más importante es que “quiera aportar”, es decir, la actitud es más valiosa que la capacidad. Alguien con mucho poder, pero con malas intenciones, lejos de ser una bendición realmente es una maldición que podría acarrear muchas desgracias.
Podríamos también hablar de multiplicar y de dividir, que como sabemos son operaciones que producen cambios o resultados aun mayores.
La diferencia del multiplicar es que no simplemente agrega algo, sino que lo hace de forma exponencial, esto equivale a las personas que no sólo aportan algo, sino que incentivan a otros a dar lo mejor de sí mismos; sus acciones son contagiosas. Esto lo vemos en los líderes, no necesariamente en los jefes, ya que los “mayores o mejores” no siempre multiplican, aunque se suponga que debieran hacerlo. En todos los pueblos hay ejemplos de personajes que se lanzaron con tanta persistencia y coherencia detrás de un ideal, que inspiraron naciones a seguirlos, aunque lamentablemente no siempre por buenos caminos.
Los que dividen son capaces de separar e incluso de desintegrar asociaciones, normalmente se encargan de buscar y promocionar todo lo negativo. Cuando consideran que lo negativo no es suficiente, pueden ser capaces de generarlo, tienen la habilidad de desarrollar conflictos. Es evidente que la unión hace la fuerza, pero por otro lado la división produce debilidad y eventualmente destrucción.
Es evidente que las cifras más altas producen un mayor impacto en las operaciones matemáticas, lo mismo sucede a nivel social. No es lo mismo multiplicar por 2 que por 200. Así, sabemos que quien tiene una mayor cuota de responsabilidad o poder, tiene mayor grado de influencia. Un niño malcriado y agresivo puede parecernos fastidioso o quizás gracioso, teniendo normalmente pocas repercusiones significativas, pero si ese niño llega a ser el gobernante de una potencia mundial y mantiene esas actitudes, pude suscitar preocupaciones muy entendibles.
Hay condiciones especiales en que restando se suma y dividiendo se multiplica, pero cuando eso sucede viene precedido de motivaciones positivas, ya que las negativas: ira, envidia, celos, traición, normalmente no generan nada bueno. Por ejemplo, en ocasiones es necesario restar o excluir una parte de un conjunto para que la totalidad pueda mantenerse (eliminar ramas secas o frutas podridas) o se hace alguna división en una empresa para reorganizar y optimizar funciones.
Somos seres gregarios o de naturaleza social y aunque en condiciones patológicas podemos aislarnos, ciertamente uno de los mejores indicadores de la salud mental es la capacidad de interactuar satisfactoriamente con los demás, de ver a las personas con entusiasmo y no con preocupación o fastidio, y de ser aceptado armoniosamente en agrupaciones, porque en la vida actual, sin el apoyo de otros, se pueden hacer muy pocas cosas y con grandes limitaciones.
Cuando decides sumar o multiplicar, tu vida adquiere un sentido positivo, tu cuerpo funciona mejor al disponerse a aportar, se eleva tu autoestima al reconocer que sirves y se puede tener una integración social adecuada. Para sobrevivir: una gacela depende de su velocidad, un león de su fortaleza, un camaleón de poder esconderse, pero nosotros dependemos de nuestra inteligencia y al igual que las abejas, lo que hacemos lo hacemos de manera comunitaria, por lo que instintivamente sabemos que debemos ser aceptados por nuestros colectivos para subsistir.
Es importante reconocer de qué manera sumas y multiplicas en tu entorno, porque el poder reconocerlo, permite incrementarlo. Cuando conoces qué ofreces y cómo lo haces, mejora tu adaptación social y tu calidad de vida.