Con una importante canción de Karrin Ellison en el fondo, Everytime we say goodbye, (del Album Ballads, 2001) pienso que esta muchacha del supermercado es “ultrasimpática”. Me invento esta palabra en el momento en que la miro como se mira a un descubrimiento: los españoles al ver los nativos o una investigación arqueológica. En las zonas hoteleras, las chicas que te atienden en la recepción son también muy alegres.
En otros años, me han dicho que es una característica nuestra aprendida desde la infancia. Esa manera de recibir con una sonrisa al extranjero, y al local, es un plus para el sistema nacional de turismo (sin ser Guacanagarix). La gente se siente entusiasmada con ese trato exclusivo. Si hiciéramos una encuesta a la salida –de los extranjeros que se van–, estos nos podrían decir que es cierto que la amabilidad es un plus, algo que los haría volver, algo que los ha convencido. Quieren volver el próximo año.
He ido a algunos hoteles en Bávaro y Punta Cana donde estas chicas, bien entrenadas para sus puestos, atienden a la gente con una sonrisa en la cara. Entre mucha gente, nos dan la bienvenida, se muestran efectivas, aparte de lo graciosas que son. Nuestro turista –no sé de donde viene–, está obsesionado con un viejo Merlot. Lo vio en la tienda. Suena It’s always you, de Chet Baker. Luego, What a Wonderful World de Stacey Kent. “Sí, ¿quiere algún vino? Sí, por favor”.
En los últimos meses, las señales que se han enviado sobre la intención de desarrollar Pedernales, en el otro lado de la isla, son ultra positivas. Atraer inversiones es un largo oficio que algunos dominan como amarrarse los zapatos. Dicen como dirían viejos filósofos: se requiere ‘el imperio de la ley’ porque si no hay seguridad las inversiones, que vienen de otras partes del mundo, vuelan a otro lado.
Con esperanza, la gente espera a Pedernales: los dominicanos serán los primeros en inaugurar los hoteles que allí se instalen (y esto no está tan lejos, de acuerdo a las palabras oficiales). Hay especialistas que tienen claro el tipo de desarrollo que se prevé en los próximos años.
En este momento escucho How Deep is The Ocean, por Diana Krall (Love Scenes, 1997). Otra canción que suena ahora es One For My Baby, de Ruth Cameron, del álbum Road House, del 2000. Los turistas esperan tomar el sol, sentir los rayos en la piel, entrar a otra dimensión. Let There be Love de Silje Nergaard es lo que suena luego en una noche abierta en Punta Cana. Mucha gente, –en diversas ofertas– quiere pasar un rato inolvidable. Esperas ver el mar, la vasta extensión azul –con algunas tonalidades– cuando estás en los hoteles en la costa de la isla. No tienes este sol en otras partes del mundo. Me gusta mucho You’re the Only Woman de You & I Ambrosia.
Estas bailarinas –a las que no se le ha hecho la historia en alguna novela–, tienen claro que no todos los días son iguales. En algunas noches, viene más gente que en otras: algunos turistas se han quedado en algún restaurant. Se les ha brindado “los frutos del mar”. La música –C’est manifique de Melody Gardot–, es agradable a los oídos.
Por ahora, parecen que están en una discoteca: se paran en algún lugar y esperan el show. Como una vieja noticia, viene en el momento indicado Plenty Lovin’ de Steve Winwood Ft Des’ree, una producción de 1997 del Album Junction Seven. Una moderna You Can Feel It de Young Gun Silver Fox (2015), me hace pensar en el fondo del mar que tienen todos estos acontecimientos. En esta ocasión, puedes sentirlo como un gran anuncio de un año que se abre con muchas expectativas en el sector.
No hay entrevistas –ni siquiera en las redes sociales–, de turistas que den su opinión sobre el show que han visto recientemente. Algunos meses atrás, cuando compran un ticket comienzan a estar relacionados con el mundo dominicano. Hace una semana, vi en una carretera a un turista con una yipeta vieja, yendo a la zona turística. ¿Desde qué año está aquí?, sería una pregunta correcta. Suena la clásica, I Just Died In Your Arms, de Cutting Crew. Dónde estabas cuando esta canción sonó en una discoteca? sería la pregunta particular.
Entrenado para esto, el personal del hotel puede saltar, bailar y entregarse en cuerpo y alma a la experiencia de hacer animación. La intención es que los turistas se entretengan. Los libros son otra cosa: están en una biblioteca pequeña. Puedo detectar a una turista que lee a Anne Rice con mucha fruición (Lestat, el vampiro: 1985). Suena What Else Can I Do, de Kat Edmonson. Conozco a esta artista desde hace años.
Horas después, pienso en Tony Bennett y su canción, que ahora pongo: The Way You Look Tonight. Viene a mí la imagen de la maqueta del desarrollo de la zona sur. Tendremos edificios mágicos, como en Dubái, al menos es lo que muchos esperan. Tenemos que desarrollar ciudades allí. Nosotros, los seres humanos, siempre hemos sido modernos. Se parece a la canción de Jorge Drexler, La Edad Del Cielo. Dice: “no somos más que un puñado de mar”. La próxima canción, Drive de The Cars, el remaster de 2017. A seguidas, se oye Baby, I Love Your Way, de Peter Frampton.
Los datos que nos dan las oficinas del gobierno sobre el turismo dominicano son tomadas en cuenta por los especialistas al momento de analizar el devenir del sector para los próximos años. Más adelante, algunos sostienen que sería bueno que se nos hablara de Pedernales, mientras suena When The World Was Young de Anita O’Day.
Muy lindas, las chicas de los hoteles tienen claro que deben ser simpáticas. Se puede decir que los turistas sienten esa amabilidad y no quieren irse una vez están aquí. No tenemos los números de aquellos que deciden quedarse un tiempo más. Llegan al país con mucha curiosidad y al cabo de un tiempo aquí se dan cuenta que el confort ha valido lo que han pagado. Cualquiera concluiría que esto es una maravilla. Y ciertamente lo es.