La inteligencia es la capacidad biopsicológica que posee el ser humano para aprender de la experiencia, la compresión de adaptarse, de interpretar o cambiar el medio o diversos contexto sociales y culturales, de resolver problemas o crear producto (Merejo, 2020).
La inteligencia humana involucra lo lingüístico, lo social, cultural, lo cibercultural, artificial y cibernético, a la hora de inventar proyectos de vida tanto en el espacio real como en el ciberespacio virtual y todo lo relacionado con los procesos metacognitivos como comprensión y control de la atención y la memoria (Gardner, 2013; 2017; Marina, 1994; Sternberg, 2011; Merejo, 2007, 2020).
Desde el plano filosófico cibernético innovador, asumo la inteligencia artificial (IA) como la capacidad de un sistema computacional para procesar e interpretar adecuadamente un conjunto de datos externos, con la finalidad de aprender de estos datos y valerse de estos como información y conocimiento para lograr tareas específicas, que sean mejores, parecidas o superiores a las de los seres humanos (Merejo, 2020).
En el cibermundo lo que se va desarrollando a gran velocidad es la IA débil o estrecha, que es un tipo de inteligencia que no tiene conciencia ni entendimiento de sí misma y está diseñada para realizar una tarea específica, como traducir textos, jugar al ajedrez o reconocer rostros.
La IA fuerte o general, que tendría la capacidad de ejecutar cualquier tarea intelectual, con aprendizaje, razonamiento, conciencia y entendimiento igual o superior a un ser humano, se encuentra en la ciencia ficción, es decir, aún no existe (Russell y Norvig,2008;Fu Lee, 2020;Gates,2023).
Para comprender mejor lo abordado, vamos a analizar desde un enfoque complejo el texto “La Sociedad de la Nieve” (Pablo Vierci, 2022), en el que se narra una historia real de supervivencia, desafíos e inteligencia: el accidente aéreo ocurrido en la cordillera de los Andes en 1972, donde 16 miembros del equipo de rugby uruguayo se convirtieron en la dramática representación de este suceso, luego de la muerte de 29 pasajeros de los que iban en el avión .Este texto, recientemente fue convertido en una película de Netflix, la cual tuvo gran acogida entre los consumidores de este tipo de producciones.
En este evento trágico, se pone de manifiesto la inteligencia humana frente a condiciones extremas, oscilando entre la vida y la muerte. La inteligencia se manifiesta como la capacidad de resolver problemas en medio de la incertidumbre y lo ético, en el corazón mismo de la adversidad.
Durante 72 días, 16 hombres sobrevivieron en los gélidos Andes, desplegando no solo resiliencia, sino también inteligencia para soportar temperaturas bajo cero. Sin embargo, lo más difícil fue la dolorosa decisión de alimentarse de los cadáveres de sus familiares y compañeros fallecidos.
Este evento no se reduce a buscar soluciones lógicas basadas en reglas y cálculos predefinidos y automatizados. Más allá del contexto, lo ético y los sentimientos también jugaron un papel crucial. Surgieron otras formas de inteligencia para enfrentar la desesperación y el miedo, y la voluntad de poderío (Nietzsche) se expresó como una voluntad de vida de fuerza inquebrantable.
Esta historia de la “Sociedad de la Nieve” ejemplifica la inteligencia humana en situaciones límite, demostrando una notable adaptabilidad. En contraste, la IA carece de creatividad y empatía, ya que su capacidad se limita al procesamiento de datos y al aprendizaje de patrones algorítmicos.
A diferencia de la IA, los seres humanos pueden adaptarse de manera creativa y enfrentar circunstancias imprevistas. La inteligencia humana, fundamentada en que la experiencia nos hace más sabios, cuando incorporamos lecciones aprendidas: "Quedó atrás la filosofía de los hombres de montañas, ese código de los arrieros de darse una, aunque en ello se jueguen la vida” (La Sociedad de la Nieve, p.50).
Los 16 sobrevivientes del accidente aéreo revelaron cómo la inteligencia humana, bajo condiciones extremas, puede alcanzar niveles excepcionales de creatividad que superan cualquier imaginación en situaciones normales. Con recursos limitados a su disposición, idearon soluciones ingeniosas, como construir linternas y utilizar fragmentos de metal para señalar a los rescatistas. Su determinación por sobrevivir en medio del infierno es un testimonio de la capacidad única de la mente humana e incomparable con la inteligencia artificial que gira entre razonamiento lógico, calculo y algoritmos:
“Nunca fuimos mejores personas que en los Andes. Allí no había interferencia externa, no había dinero, no había intolerancia, no había hipocresía de relaciones por ventajas, o por interés, porque nadie tenía nada material para ofrecer, no había doble discursos, no había nada. Todos éramos absolutamente honestos, porque íbamos a morirnos” (ibid., p.354).
Como se puede apreciar, la inteligencia humana no solo tiene la capacidad de adaptarse a cualquier contexto y desafíos, sino que también permite aprender, razonar, empatizar e interactuar. Contrario a la IA, la cual no puede replicar esas complejas relaciones humanas que involucran emociones, creatividad e intuición, tal como se presenta en el texto ‘La Sociedad de la Nieve’.”
Sin embargo, un sujeto cibernético de dimensión ética, que comprende y combina su inteligencia con la IA, lo virtual con lo real, y el espacio con el ciberespacio, puede resolver problemas y automatizar tareas de maneras que antes eran impensables.
Este trabajo forma parte de la conferencia: Inteligencia Humana versus inteligencia artificial en el cibermundo, que impartí en fecha 13 de marzo,2024, en la Biblioteca Pedro Mir, coordinada a través de la Vicerrectoría de Extensión de la UASD y su vicerrectora, maestra Rosalía Sosa Pérez; con motivo de la puesta en circulación de la revista País Dominicano Temático, edición No.18, dirigida por Rafael Menoscal Reynoso.