Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea, tenía un grupo selecto de leales discípulos, y multitudes de seguidores u oyentes que le seguían por todos los lugres donde predicaba. Era visto con aceptación por su personalidad, testimonio, temple, y pastoral ministerio; pues, joven e influyente, predicaba con autoridad, curaba a leprosos, hacia ver a ciegos, y caminar a cojos; trataba con piedad a los que pecaban por violentar las leyes y las tradiciones de los códigos Judíos.
A pesar del estado de aprobación que gozaba Jesús, como sucede siempre, en casos de destacados profetas y lideres de todas clases, había personalidades, grupos y dirigentes, que contradecían lo que él enseñaba y trataba de realizar.
Los fariseos que pertenecían a la alta dirección religiosa era los más constantes combatientes de Jesús. Buscaban motivos para acusarlo y mandaban algunos de sus partidarios con otros de partido del gobierno de Herodes a decir: “Maestro, sabemos que tú dices la verdad y que enseñas de veras el camino a Dios, sin dejarte llevar por lo que diga la gente, porque no hablas para darle gusto. Danos, pues, tu opinión. ¿Está bien que paguemos impuestos al emperador romano, o no?”. Esta pregunta contiene dos fases de sutil intriga: una de índole religiosa y otra de rasgo político. Pero dándose cuenta de la mala intención que llevaban, les dijo con la sabiduría e instinto peculiar del místico maestro, hizo que él respondiera con excepcional respuesta: “-Hipócritas, ¿por qué me tienden trampas? Enséñame la moneda con que se paga el impuesto”. Le trajeron un denario (una moneda metálica), y Jesús les preguntó: “¿De quién es esta cara y el nombre que está escrito?” Le contestaron: “Del emperador”. Jesús les dijo entonces: “Pues den al emperador lo que es del emperador, y a Dios lo que es de Dios”. Cuando oyeron esto, se quedaron admirado; y dejándole, se fueron.
En otra ocasión, los fariseos trataron de importunar a Jesús sobre un asunto de trascendental importancia teológica. Se reunieron para interrogarle y un maestro de la ley (abogado) le tendió la trampa al preguntarle: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la ley?”. Jesús le contestó con la cita más extraordinaria del judaísmo que está en la Ley de Moisés, según Deuteronomio 6:5: – “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el más importante y el primero de los mandamientos: pero hay un segundo…Ama a tu prójimo como a ti mismo. En estos dos mandamientos se basan toda la ley y los profetas”. –
No hay que debatir que si de hecho hay similitudes entre las tendencias religiosas, financieras y políticas en nuestras sociedades, tal como ocurría en el tempo de la vida y ministerio de Cristo Jesús.
Los saduceos representaban los dirigentes religiosos que mantenían estrecha vigilancia a las observaciones de la Ley de Moisés. En nuestras sociedades hoy, estos son representantes de la religión de quien Karl Marx dijo una vez: “La religión es el opio del pueblo, cuando es usada por las clases dominantes como instrumento para controlar el pueblo”.
En cuanto los saduceos, tendríamos que considerar que son las similitudes de los consorcios económico-financieros quienes buscan y mantienen los proyectos, operaciones y despliegues capitalistas.
Sin duda alguna, los de los partidos de Herodes son los políticos que participan, defienden y apoyan los gobiernos, sus características son similares a los que son activos en asuntos del Estado.