Introducción
El pasado 11 de diciembre, la Embajada de la República Dominicana en Bélgica celebró un acto de conmemoración del quincuagésimo aniversario del asesinato de Miriam Pinedo Mejía, acaecido en Bruselas en 1971. Su objetivo fue el de denunciar la violencia contra la mujer que cobra cada año miles de víctimas en todo el mundo. Durante el homenaje, se depositó un ramo de flores en las cercanías del estanque de Ixelles, ubicado en la capital belga, en el que sus asesinos tiraron la cabeza de la viuda de Otto Morales. Tomaron la palabra el licenciado Iván Ogando, embajador dominicano en Bélgica, quien motivó el evento; Jennifer Báez Matos, actriz belga de origen dominicano, quien declamó dos poemas contra los feminicidios; Hugo Hernández Alvarado, uno de los presos políticos liberados junto a Maximiliano Gómez, el Moreno, secretario general del Movimiento Popular Dominicano, por haber conocido personalmente a la asesinada; y quien suscribe, en razón de las investigaciones realizadas sobre estos hechos.
Durante su breve, emotiva e improvisada intervención, Hernández Alvarado se expresó de la siguiente manera: “nuestra formación política debería pedir perdón, el MPD debería pedir perdón, yo sé que la orden (de asesinar a Miriam Pinedo, PGB) vino de allá (de Santo Domingo, PGB)”. Hasta el momento en que escribo, dos dirigentes históricos del MPD han refutado las declaraciones de Hugo Hernández Alvarado: Freddy González y Rafael Chaljub Mejía.
A pesar de que, en varias ocasiones, manifesté mi deseo de no referirme más a los asesinatos de Maximiliano Gómez y Miriam Pinedo, creo que es mi deber como ciudadano aportar algunas reflexiones y hechos a este necesario debate.
Antes de entrar en materia, debo hacer dos aclaraciones:
Primero: lo que sigue excederá sin dudas la extensión razonable de un escrito, pero es inevitable: el tema es muy complejo. Tanto, que necesité las cerca de quinientas páginas de “Morir en Bruselas” para exponer plenamente los resultados de las investigaciones que realicé sobre estos hechos.
Segundo: después de una larga reflexión y de múltiples consultas, concluí que es preciso citar nombres. No basta con hacer alusiones. El propósito de estas líneas, como lo fue el de mi libro, es el de contribuir con la verdad.
El MPD y la Negación de la Realidad
“Morir en Bruselas” es el fruto de siete años de investigaciones sobre las muertes de Maximiliano Gómez y Miriam Pinedo. Durante este periodo, busqué información en archivos de ocho países: Bélgica, Francia, Italia, Estados Unidos, Brasil, México, Chile y la República Dominicana. Consulté una abundante bibliografía y conduje entrevistas entre los pocos protagonistas y testigos que se mostraron dispuestos a hablar.
La obra ha sido recibida favorablemente por una gran cantidad de intelectuales y por el público en general. Curiosamente, sin embargo, la reacción de muchos de los miembros de la izquierda revolucionaria dominicana ha sido adversa. Esta crítica se ha manifestado de diversas maneras.
Algunos izquierdistas han pretendido negar el rigor de mi trabajo e incluso desacreditarlo, alegando que no se trata más que de ficción. Esto no es cierto: no incurro en inmodestias al decir que “Morir en Bruselas” es la obra que hasta ahora ha indagado con más profundidad las muertes de Gómez y Pinedo. Si bien me tomé ciertas licencias literarias, ninguna de ellas afecta la esencia de la obra, como insinúan, soterradamente, algunos dirigentes de la izquierda. Desde la dirección del convento parisino donde se votó la muerte de Miriam Pinedo, por ejemplo, hasta el mobiliario del apartamento donde vivió Héctor Aristy en París, pasando por los resultados de las autopsias practicadas a los cadáveres de Gómez y de Pinedo y por los nombres de los jueces de instrucción correspondientes, todo está debidamente documentado.
Otros izquierdistas se han limitado a ataques personales e, incluso, a vulgares insultos que no merecen ser repetidos.
Antes de explicar esta animadversión, debo referirme a otro hecho.
El MPD y el Silencio
En el curso de mis investigaciones, quise dar la oportunidad de expresarse a todos los implicados. Sin embargo, pocos fueron los actores o testigos de estos hechos que accedieron a hablar. En otro caso, obtuve de un alto dirigente del MPD algunos detalles muy sucintos. Tuve la impresión de que calló mucho más de lo que dijo. De los miembros de la izquierda a los que me acerqué, solo hablaron sin tapujos Carlos Tomás Fernández, Marco Santana, Miguel Reyes Santana y, sobre todo, Hugo Hernández Alvarado. Su responsabilidad los hace dignos de los más altos elogios. El resto se negó a hablar. Curioso silencio…
La negativa de la mayoría a compartir sus testimonios muestra que existe en torno a los asesinatos de Bruselas una omerta, un acuerdo tácito de los sobrevivientes de aquellos hechos de no referirse a ellos. Al hacerlo, faltan, irresponsablemente, a sus deberes históricos. Ya lo dijo Niceto Alcalá Zamora, presidente de la malograda República Española: “toda vida que alcanza por la fortuna y el esfuerzo algún relieve tiene el deber de transmitir sus reflexiones y sus recuerdos”. Pocos son, sin embargo, los protagonistas de estos hechos que han dado a conocer sus testimonios.
Existe otro silencio: me consta que muchos dirigentes históricos emepedeístas han leído mi obra y, sin embargo, no han confirmado ni refutado los hechos que ella contiene. Parecería como si, de común acuerdo, hubieran decidido ignorarla.
¿Cómo explicar estos extraños silencios?¿Por qué quienes formaron parte del MPD han desdeñado e ignorado los resultados de mis investigaciones? Porque, sencillamente, los mismos derriban una versión “oficial” de los hechos construida sobre culpabilidades, intereses e ignorancias.
No Hubo un Único Responsable
Dice el señor González que el único responsable de la muerte de Miriam Pinedo fue Manolo Plata. Esta afirmación, la principal de la versión “oficial” a la que me he referido, es falsa.
Manolo Plata fue, ciertamente, un monstruo, un ser sádico, un hombre cuya violencia, surgida de sus complejos raciales y sociales, lo convirtió en el principal culpable de ese cruel asesinato. Pero no fue el único. De los presos canjeados por el teniente coronel Crowley, todos los que permanecían en Europa tuvieron, en mayor o menor grado, su cuota de responsabilidad en ese crimen.
El señor González pide nombres y yo, responsablemente, se los voy a dar. Según mis investigaciones, además de Manolo Plata, los siguientes individuos refrendaron, alzando las manos, el asesinato de Miriam Pinedo: Luis Larancuent Morris, José Gil Torres, Ratatá; Efraín Sánchez Soriano, Pocholo; Miguel Reyes Santana, Santanita; Roberto Matos Vallejo, Ricardo Martínez, Ángel Darío Alcántara, el Conejo; Luis Emilio (o Manuel Emilio) Arias Arias, el Campesino; Manuel Antonio de los Santos, Machito Cuevas; y el mismo Hugo Hernández Alvarado, Huguito. Salvo este último, simple simpatizante, todos eran miembros del MPD.
Debo aclarar que de estos, solo respondieron a mis preguntas, ya lo he dicho, Miguel Reyes Santana y Hugo Hernández Alvarado; Martínez, Alcántara y Arias, ya han fallecido; Larancuent Morris, Gil Torres y Sánchez Soriano declinaron la oportunidad de expresar sus argumentos que se les dio; de Matos Vallejo y de los Santos no pude obtener los contactos, aunque me consta que los emepedeístas a los que se los pedí los tienen. En cuanto a Manolo Plata, fueron infructuosos mis intentos de localizarlo.
El divorcio que se ha querido presentar, pues, entre Manolo Plata y el MPD es ficticio. El MPD, a través de esos diez miembros, participó en el asesinato de Miriam Pinedo. He aquí una primera razón por la que el MPD debe pedir perdón.
Un numero indeterminado de estos individuos, miembros del MPD, secuestraron, torturaron y violaron sexualmente a Miriam Pinedo durante su cautiverio de seis meses. He aquí una segunda razón por la que el MPD debe pedir perdón.
Se ha querido argumentar que quienes votaron la muerte de Miriam Pinedo lo hicieron por miedo. Este argumento no es admisible, por lo que no puede liberarlos de culpa. Se trata de una vulgar excusa. Resulta inconcebible pensar que quienes libraron un combate intrépido contra el gobierno autocrático de Balaguer, tuvieran miedo de Manolo Plata, por más violento que este haya sido. Recibí la confesión de que varios de estos emepedeístas votaron la ejecución de Miriam Pinedo por convicción.
Dicho sea de paso, afirma el señor González que Hugo Hernández Alvarado es un irresponsable. Al contrario. De este grupo de revolucionarios ha sido el único que ha tenido la entereza de confesar su responsabilidad, su arrepentimiento y su propósito de enmienda en relación al crimen de Miriam Pinedo.
En febrero de 1972, los emepedeístas Bladimiro Blanco y Carlos Tomás Fernández viajaron a Europa para investigar las circunstancias en que acaecieron las muertes de Maximiliano Gómez y Miriam Pinedo. Luego de una breve permanencia en Madrid y París, ambos viajaron al Chile de Salvador Allende con otros exilados emepedeístas. Fue allí donde pudieron obtener detalles sobre estos crímenes.
Los resultados de estas investigaciones fueron publicados en el número 435 de la revista Libertad, órgano oficial del Movimiento Popular Dominicano, correspondiente a mayo de 1979. En sus páginas se acusa – con razón – a Manolo Plata de haber sido el principal responsable del asesinato de Miriam Pinedo, pero no el único. En sus páginas puede leerse, además, que dos de los miembros del MPD sirvieron como carceleros de Miriam Pinedo y como guardaespaldas de Manolo Plata. He encontrado indicios, incluso, de que ambos participaron en el desmembramiento y dispersión de su cadáver y de que uno de ellos se paseó por Bruselas con su cabeza en un bulto, antes de lanzarla al estanque antes mencionado.
Lo curioso es que el MPD no los identifica, como si quisiera protegerlos: en su publicación, el MPD se abstiene de afirmar que se trata de Luis Larancuent Morris y de José Gil Torres.
¿Por qué no se les mencionó nominalmente? Porque, aprovechando la desaparición de Manolo Plata, muchos se han puesto de acuerdo para hacerle cargar todas las culpas, las del mismo Plata, inmensas, pero también la de los demás culpables.
Sé, de fuentes confiables, que cuando los cómplices de Plata viajan a Santo Domingo, desde Suecia o desde Suiza, donde algunos de ellos se esconden tras nombres falsos, son recibidos por algunos como viejos camaradas. Nadie, dentro del MPD, les ha exigido nunca responsabilidades. Como Manolo Plata, entran y salen de nuestro país “como Pedro por su casa”. Que yo sepa, solo Monchín Pinedo tuvo la intención, infructuosa, de encontrarlos para exigirles explicaciones. El resto no hizo más que hablar. Existe entre los emepedeístas que nada tienen que reprocharse y entre los que sí, una evidente camaradería. He aquí una tercera razón por la que el MPD tiene que pedir perdón.
Las Acusaciones contra la Dirigencia del MPD
Hugo Hernández Alvarado no ha sido el primero en considerar que el asesinato de Miriam Pinedo fue ordenado desde Santo Domingo. Usando las palabras del señor González, el “legendario dirigente” Monchín Pinedo acusó pública y nominalmente a uno de los dirigentes del MPD que guardaban prisión en La Victoria de haber ordenado el asesinato de su hermana. El señor González quiere nombres y se los daré, responsablemente: Fafa Taveras fue el dirigente señalado por Pinedo. Las señoras Sagrada Bujosa y Carmen Imbert Brugal pueden dar fe de ello. Además, Pinedo, secundado por René Sánchez Córdova, reiteró esta denuncia cuando los entrevisté a ambos en casa de este último, en el año 2014. Doña Zunilda Muñoz viuda Córdova puede dar fe de ello.
Hasta donde sé, nunca se refutaron las acusaciones de Monchín Pinedo. Si bien este silencio no es en ningún modo una prueba de culpabilidad, no deja de ser extraño, habida cuenta de la gravedad de la acusación y del prestigio del acusador.
Una cosa es segura: para quien esté determinado a buscar la verdad no puede haber intocables; quien esté determinado a buscar la verdad no puede desechar ninguna hipótesis. La hipótesis expresada por Monchín Pinedo, René Sánchez Córdova y Hugo Hernández Alvarado son dignas de ser investigadas.
La Dirigencia del MPD, portavoz de Manolo Plata
En “Morir en Bruselas” demostré sobradamente la falsedad de la versión, ideada por Plata, de que Miriam Pinedo había asesinado a Maximiliano Gómez. Manolo Plata mintió y se desdijo en múltiples ocasiones hasta que dio por definitiva esta versión. A quienes lo pongan en duda, les bastará consultar la publicación emepedeísta antes mencionada. A pesar de que la dirigencia del MPD tuvo la certidumbre que Manolo Plata fue el asesino de Miriam Pinedo, le dio crédito a su versión, que no fue más que una farsa, una farsa interesada. El 31 de diciembre de 1971, apareció en las páginas de Ultima Hora la siguiente nota de prensa del MPD, redactada, seguramente, desde la cárcel de La Victoria:
“En cuanto a la creciente propagación del criterio de que la viuda de nuestro camarada Otto Morales tuvo participación, directa o indirecta, en el asesinato de nuestro máximo jefe, Maximiliano Gómez, el Moreno, nuestro partido afirma de manera pública y categórica que carece de los elementos de juicio necesarios que le permitan afirmar o negar la especie”.
Comparto con la familia Pinedo la opinión de que esta nota fue indecente. En primer lugar, a pesar de la aparente imparcialidad del comunicado, es evidente que la dirección del MPD dio crédito a la versión de Plata. De lo contrario, habría negado tajantemente la culpabilidad de Pinedo. Por otro lado, la nota difunde, taimadamente, dicha acusación. La “creciente propagación” de la culpabilidad de Miriam Pinedo fue, exclusivamente, la que se ejecutó a través de la misma nota de prensa. Es decir, de forma muy sutil, la dirección del MPD aceptó la culpabilidad de Miriam Pinedo y, al mismo tiempo, la difundió.
Dicen que las mentiras tienen las patas cortas. No es el caso de las de Manolo Plata. Cincuenta años después, algunos de los exdirigentes del MPD refrendan todavía la versión de Plata. En un airado “cruce de armas”, uno de los máximos dirigentes del MPD de entonces me acusó públicamente de denostar la memoria de Maximiliano Gómez y de victimizar a Miriam Pinedo. Al parecer, defender con pruebas la inocencia de Miriam Pinedo constituye una afrenta a Maximiliano Gómez. De la posición de este dirigente político, que todavía ocupa una alta posición en la vida pública dominicana, puede deducirse también que, si a pesar de haber sido secuestrada, torturada, violada, estrangulada, decapitada, descuartizada y tirada a las calles de Bruselas como si fuese una basura, Miriam Pinedo no fue una victima (puesto que me acusó de victimizarla), entonces, según este dirigente, su cruel destino fue absolutamente merecido.
Es mi convicción de que muchos otros exmiembros del MPD consideran en la intimidad que el de Miriam Pinedo no fue un asesinato sino un ajusticiamiento. Adoptando la calumnia de un asesino como Manolo Plata pretenden justificar su asesinato. La dirigencia del MPD, al dar vigencia a la versión de un criminal, ha asesinado moralmente a una inocente. He aquí una cuarta razón por la que el MPD debe pedir perdón.
Preguntas sin Respuestas
Coincido con el señor Chaljub en que el asesinato de Miriam Pinedo no puede ser más condenable y doloroso. Me quedan, sin embargo, muchas dudas: ¿Por qué, si es así, en la nota de prensa citada, el MPD no condenó el condenable asesinato de Miriam Pinedo?¿Por qué, si es así, no se percibe en ese frío comunicado la menor muestra de indignación ante ese doloroso asesinato?¿Cuál es la posición de los dirigentes históricos del MPD sobre la supuesta implicación de Miriam Pinedo en el asesinato de Maximiliano Gómez?¿Qué piensan los dirigentes históricos del MPD de las declaraciones que dio al Archivo General de la Nación – de las cuales tengo la grabación – su compañero emepedeísta Manuel de los Santos, alias Machito Cuevas, en el sentido de que Miriam Pinedo estuvo bien muerta, pero mal matada, es decir, de que lo grave no fue su asesinato sino la forma en que fue asesinada?¿Las refrendan?¿No consideran ellos que la memoria de Miriam Pinedo debe ser honrada, tal como lo son, en toda justicia, las de Otto Morales Efres y Maximiliano Gómez Horacio (y no Nazario, como afirma el señor González)? Si es así, ¿Por qué, entonces, el MPD, en cincuenta años, no ha hecho un solo homenaje a la memoria de Miriam Pinedo?
Ojalá que, rompiendo el acostumbrado silencio, alguno de los que entonces fueron responsables del MPD se anime a dar respuestas convincentes a estas importantes preguntas.
Matizaciones Necesarias
Sería una monstruosidad negar el aporte del MPD a la lucha contra el gobierno autocrático de Joaquín Balaguer. Sería una iniquidad desconocer la valía de tantos jóvenes que perdieron sus vidas luchando por sus ideales. Bajo la bandera rojinegra lucharon muchos héroes, es cierto, pero también se escudaron con ella algunos delincuentes. Tratarlos como viejos camaradas, frecuentarlos, no denunciar a estos últimos es una afrenta a los primeros.
Toda ideología es peligrosa porque sirve para justificar crímenes. Las ideologías no pueden suplantar a la ética. La autocrítica, ese concepto tan mencionado y tan poco practicado por los partidos de izquierda, es una catarsis necesaria. Quienes pertenecieron al MPD deben hacerla públicamente, deben denunciar a los asesinos y a los violadores que todavía se jactan de haber pertenecido a su partido, que andan por ahí dándoselas de héroes, insultando con sus pretensiones a Maximiliano Gómez, a Otto Morales Efres, a Amín Abel Hasbún y otros muchos que sí fueron héroes, que sí fueron mártires.
Los hombres públicos y las instituciones deben someterse al escrutinio de la sociedad. Ni el MPD ni sus dirigentes pueden escapar a esta regla, descalificando a los que, legítimamente, ponen en tela de juicio sus actuaciones. El señor Chaljub tilda de antirrevolucionario a Hugo Hernández Alvarado. Es un pronunciamiento tan absurdo como tachar de antirrevolucionario a Monchín Pinedo.
Aclaraciones Pertinentes
Soy consciente de que el contenido de este escrito ofenderá. He decidido publicarlo porque busco la verdad y comparto el parecer del psicólogo canadiense Jordan Peterson: “Quien busca la verdad, corre el riesgo de ofender”.
Soy también consciente de que este escrito atizará la polémica iniciada con las declaraciones de Hugo Hernández Alvarado. La asumiré. Es una polémica necesaria. Estoy en la absoluta disposición de defender mis argumentaciones frente a los que las refuten: la confrontación de pareceres favorece el esclarecimiento de la verdad.
No responderé, en cambio, ni a ataques ni a descalificaciones de mi persona o de mi obra, como los insultos a los que me he referido anteriormente. No me amedrentarán, tampoco, amenazas anónimas como las que ya han tenido lugar en el curso de esta polémica. De antemano rechazo el calificativo de ignorante, si viene de aquellos que, acomodaticiamente, se negaron a expresar lo que saben de estos hechos.
Conclusiones
Mis investigaciones han revelado los hechos siguientes:
- El MPD, a través de diez de sus miembros, participó, en distintos grados, en la muerte de Miriam Pinedo.
- Un número indeterminado de miembros del MPD secuestró, torturó y violó sexualmente a Miriam Pinedo.
- El MPD, a través de una nota de prensa redactada por su máxima dirección, no solo no condenó el asesinato de Miriam Pinedo, sino que propagó la calumnia, ideada por Manolo Plata, de que Miriam Pinedo asesinó a Maximiliano Gómez.
- Muchos de los miembros del MPD, incluyendo algunos que fueron altos dirigentes, sostienen, en público o en privado, incluso hoy en día, dicha calumnia.
- Algunos miembros del MPD han llegado incluso a justificar el horrendo asesinato de Miriam Pinedo y a considerar, implícitamente, que el mismo fue el “justo” castigo por su “crimen”.
- En consecuencia, el MPD, su dirigencia y su membresía incurrieron en el asesinato, físico o moral, de Miriam Pinedo.
Las acusaciones públicas de que existe un dirigente del partido que fue el autor intelectual del crimen nunca podrán ser, probablemente, probadas. A pesar de ello, teniendo en cuenta las conclusiones anteriores, la dirección del MPD, en nombre del partido mismo, al igual que su membresía, deben pedir perdón a las familias Morales Pinedo y Pinedo Mejía, así como a la sociedad dominicana, por el asesinato de Miriam Pinedo.