No podemos resolver problemas,
pensando de la misma manera
que cuando los creamos.
Einstein.
Cosa bien sabida que pocos han tratado de desmentir, que el problema que estamos enfrentando en estos tiempos con la inmigración ilegal, no es cosa de solo este gobierno, sino, que desde hace décadas se han dejado de tomar las medidas necesarias para contener este problema y, que, por igual, el tema de la seguridad fronteriza ha pasado a un segundo plano, ya sea por negligencia de los encargados de llevar a cabo esta misión o, por intereses particulares con suficiente poder político para hacer que esto ocurra.
En el gobierno de los doce años, los intereses en la frontera eran manejados desde el mismo Palacio Nacional, todo, con la finalidad de complacer a determinados grupos económicos. Tanto es así, que el dinero que se distribuía dentro de las FF.AA., principalmente en el Ejército, silenciaba cualquier informe sobre la cantidad de camiones llenos de haitianos que buscones, tanto haitianos como dominicanos, reclutaban y eran conducidos en horas de la noche, desde la frontera hasta el Este.
Al ponerle fin a esta práctica, los intereses se desplazaron hacia el contrabando de mercancías y el negado trasiego de combustible, encabezados por dirigentes políticos, principalmente “honorables” a todo lo largo del cordón fronterizo, con el apoyo de los militares apostados en la zona, dándose el caso, por demás, que, hasta oficiales relacionados políticamente, perduraban años comandando en la zona.
Pero, al ir evolucionando este negocio, dejo espacios abiertos para que, sin importar el tipo de poder que se ejerciera, otros de diversas ocupaciones, incursionaran en ese negro negocio. Es el caso de militares subalternos, que motu proprio, en contubernio con choferes de las llamadas “voladoras” y motoconchistas sirviendo como aprovisionadores de estas, hicieran y hagan operaciones individuales aprovechando las circunstancias del momento, no sin antes, ir dejando las propinas correspondientes para que muchos se hagan los sordos, mudos y ciegos.
Al irse doblegando la disciplina, en igual proporción se fue relegando la efectividad de la seguridad y la falta de explicación lógica para tratar de enarbolar algún argumento que clarifique el cómo se pueden pasar decenas de puestos de chequeos, al través de decenas de kilómetros, sin que nadie descubra los grupos de inmigrantes que cruzan ilegalmente por la frontera, ya sea a pies o en guaguas conocidas por todos, las cuales pasan por un puesto de chequeo prácticamente vacíos y, a los pocos kilómetros, encuentran “pasajeros” como por arte de magia, claro, hasta poco antes de llegar al próximo puesto de chequeo, donde se repite la acción.
Bastaría con observar la gran cantidad de transporte público que existen en esos pueblos fronterizos, cuya cantidad de residentes, no da para llenar la mínima parte. Y no se necesitan muchos conocimientos para saber que una de las causas para no ver esta situación, lo constituye la falta de aplicación de un rígido régimen de consecuencias para hacer cumplir las leyes y reglamentos establecidos para estos fines, teniendo por seguro que, si se cancelaran todos los que deberían de ver y no vieron, los demás buscarían lentes urgentemente para ver mejor. Eso, en cuanto a los militares, pero ¿y de los políticos que “autorizan” a los pobres padres de familia del moto concho y el transporte público, a pasar determinadas cantidades de sacos de mercancías -cual que esta sea-?; ¿Y qué de aquellos sindicalizados que una y otra vez son sometidos por contrabandear indocumentados y continúan impertérritos con la misma operación, qué?; ¿De las grandes compañías de transporte, que pasan por los puestos de chequeos semivacíos y una vez pasados se vuelven a llenar, qué?.
Por todas esas cosas hechas o dejadas de hacer ayer, es que el hoy, que hace poco fue ayer, nos demuestra que la “cosa” que guarda mayor relación con nuestro destino, es decir, el mañana, son las cosas que hacemos o dejamos de hacer hoy. La inoperancia de los políticos haitianos y su inocultable contubernio con los delincuentes, son las acciones que están produciendo el hambre y la inseguridad que está padeciendo ese conjunto de tribus, donde esas acciones no son utilizadas como un arma de guerra sino, como un acto deliberado contra las clases más desposeídas de ese país, a quienes no les queda de otra que tomar las colinas y los caminos que conducen hacía el Este.
Me parece que ya está bueno para estar como una noria, girando sobre las mismas angustias, los mismos padecimientos y las mismas acciones. ¡Sí señor!