Vamos a comenzar nuestro tema con un parafraseo semántico de la expresión “Ser o no ser, esa es la cuestión” presentada en el Hamlet por William Shakespeare. Al fin y al cabo, ser y servir es casi lo mismo, ya que la vida humana se manifiesta aportando algo a su entorno. Podemos creernos muy importantes, pero nuestro verdadero valor se evidencia en el servicio que brindemos. Si quieres saber si eres una persona valiosa, simplemente analiza qué reciben los demás de ti.
Nos creemos superiores por: haber estado en la luna, desarrollado el internet, disponer de vehículos que nos permiten desplazarnos con facilidad, porque tenemos suficiente tecnología como para destruir nuestro mundo y porque las máquinas que hacemos nos imitan cada vez mejor. Sin embargo, no logramos conocernos a nosotros mismos.
La neurociencia ha avanzado significativamente y entendemos bastante de nuestra psiconeurofisiología, sin embargo, tenemos poco control sobre cómo pensamos. Ejemplo de eso: si alguien cree que deformando su cuerpo se verá mejor, resulta más fácil deformar su cuerpo, que corregir la deformidad de su mente.
La mente humana presenta diferentes niveles funcionales, no necesariamente activos en todas las personas. Cuando conduces tu auto, de manera inconsciente movilizas partes de tu cuerpo para poder manejarlo, mientras otras funciones mentales van enfocadas en algún pensamiento central que te esté interesando. A medida que avanzas, captas informaciones en tu camino que procesas brevemente y desechas con rapidez, porque no llaman mucho tu atención. Hay otros pensamientos que están presentes afectando tu ánimo, pero por tus distracciones no tienes consciencia de ellos. Niveles inconscientes de tu mente estarían regulando la fisiología de tu organismo (como tu digestión) e incluso muchas otras funciones que ni te imaginas. Pero hay un nivel de consciencia superior que regula todo lo demás, que algunos autores llamaron supraconciencia. La supraconciencia necesita verificar que nuestra vida vale la pena, para mantener funcionando el organismo correctamente, esa facultad de nuestra mente, necesariamente se expande cuando nos interesamos en el mundo fuera de nosotros y se aplasta con el egoísmo.
A nivel celular existe un mecanismo biológico conocido como apoptosis, que consiste en que cuando la célula entiende que su trabajo o utilidad acabó, ella misma desencadena procesos que terminan con su propia vida. Es decir, cuando considera que no sirve, inicia su proceso de autodestrucción. En el cáncer, esto no sucede y estas células inservibles o dañadas, deciden proseguir a pesar de que lo que hacen ya no les sirve a ellas ni al resto del cuerpo. Podríamos decir que se convierten en antisociales.
Para la salud mental, necesitamos estar convencidos de que servimos para algo, de que nos necesitan, de que somos responsables de algo o alguien, que podemos mejorar nuestro mundo, en fin, convencernos a nosotros mismos de que vale la pena que vivamos. Si no logras convencerte de eso: te deprimes, aíslas, tienes baja estima, caen tus motivaciones y asumes conductas autolíticas (como abuso de substancias, tomas riesgos innecesarios, te descuidas o te suicidas). Es similar a nivel inconsciente, se activan procesos internos, de manera que se inicia un deterioro progresivo que a tu médico le resulta muy difícil detener, aunque tenemos la tecnología para mantener la persona viva estando incluso casi muerta.
Así como las rosas tienen espinas, nuestras vidas tienen momentos de: tristeza, dificultades, retos, presiones, ansiedades, desesperanzas, enojos, enfermedades, traumas, etc., cuando esos momentos se presentan, mientras mayor sea el convencimiento que tengamos de servir para algo, tenemos mayores probabilidades de sobrevivir. Tenemos cierto control de nuestras funciones biológicas que conocemos poco, siendo una de las razones de por qué a una madre en su lecho de muerte, el hijo le dice: no te vayas mamá, todavía te necesito. En algunas ocasiones la madre le pide que la deje ir. En esas conversaciones hay algo más que emociones.
Lo que eres se define por lo que das. Si tienes muchos bienes materiales, porque te han dado mucho, pero tú has dado muy poco o nada, entonces sirves muy poco y seguramente presentas altos niveles de infelicidad, baja estima, incluso teniendo supuestamente “de todo”. Ni los regalos, las lisonjas, diversiones, substancias que consumas o los psicólogos que te traten, podrán hacerte sentir lo que no eres, porque eres lo que das y si no das nada, no eres nada. Pero nunca es tarde para desarrollar tu potencial.
Realmente sirves, pero debes descubrir para qué. Todos tenemos la posibilidad de mejorar algo o a alguien. Si te atormenta no tener fama, dinero o aprecio, piensa en las necesidades de los demás y analiza cómo podrías ayudarles y lo demás te llegará. Grandes emporios surgieron de alguien que dejó de pensar en sí mismo y pensó en qué podría necesitar el Mundo.
Si tienes la habilidad de conectar con los que te rodean, de servirles, apoyarlos y mejorarles el día, no lo dudes, sirves de mucho y como sirves, vales.