A sus 96 años Sonia Henríquez de Hlito al fin descansará en paz, desde este domingo 26 de junio, en Buenos Aires.

Sonia Henríquez en una de sus visitas a la República Dominicana, en 2013. Fotografía de Juan Camilo Cortés

Más que una hija de Pedro Henríquez Ureña y nieta de Salomé y de Francisco, ella fue biógrafa de su padre, fiel conservadora de su archivo y memoria del siglo XX. Gracias a su generosidad decenas de investigadores fueron acogidos en su casa del barrio Constitución, el mismo que albergara la estación del tren donde su padre perdiera la vida, en 1946. Allí no solamente compartió unos papeles fundamentales para comprender la historia cultural de América latina y aún su relación con España, sino también que sirvió de consejera para decenas de artículos, ensayos, libros. Aquel archivo acabó dividiéndose en dos: uno, el más rico, el epistolario, fue donado al Colegio de México; el más personal, que contenía desde sus agendas hasta su máquina de escribir, fue pasado a la Biblioteca Nacional de la República Dominicana.

La penúltima vez que visitamos a Sonia en el 2016 pudimos acceder a los papeles personales aún en su poder. De ahí salió el libro “Pedro Henríquez Ureña en familia”. La última vez, en el 2019, ya Sonia estaba en una casa de acogida para ancianos. Aún y con los recuerdos diluyéndose, en función de unos años que todo lo subvierten, recordaba con cariño sus pasos por el país de su padre.

Vaya para Gabriela Hlito Henríquez, hija de Sonia, un grandísimo abrazo, lleno de cariño tropical, tal vez con el leve consuelo de haber tenido una madre tan sabia y tan tierna.