El siglo XX en la República Dominicana comenzó con el episcopado de Adolfo Alejandro Nouel Bobadilla, este arzobispo renovó la iglesia dominicana con nuevos rostros de congregaciones religiosas, que prohijaron la evangelización en la República. El gobierno eclesiástico de Nouel se extendió desde 1906 hasta 1930, este fue un tiempo muy convulso para la Iglesia Católica porque penetraron muchos grupos religiosos de corte cristiano-evangélico, que tenían como estrategia debilitar la fuerza del catolicismo en la Nación Dominicana. A esta intención se suma el fortalecimiento de la masonería que, aunque no era un grupo de pensamiento en contra del catolicismo, muchos grupos dominicanos tenían en resquemor de que fuera así y se cuestionaba su accionar en la sociedad nuestra. Esto produjo un cambio de modelo de evangelización en la Iglesia Católica. El auspiciador y empuje de estas transformaciones fue monseñor Alejandro Adolfo Nouel.

En el año1930 la Iglesia Católica Dominicana estaba debilitada, tanto en el orden económico como en el eclesial, debido a las causas anteriormente expuestas. Lluberes, A., apunta: “El clero secular estaba compuesto por cincuenta y cinco sacerdotes, pero ya había dieciséis sacerdotes regulares (capuchinos, claretianos y agustinos) dedicados a la dirección del seminario y al trabajo parroquial. Los seminaristas eran doce, diez estudiando en el país y dos en el extranjero. Había ochenta y un religiosas (HH del Cardenal Sancha, Mercedarias y Franciscanas) dedicadas a actividades preferentemente caritativas y educativas” 12.

La manifestación religiosa en la Republica Dominicana, ha sido algo inquietante para muchos estudiosos, entre ellos historiadores, sociólogos y sacerdotes. Dentro de esa manifestación religiosa existe la fe católica que ha sido un espacio bastante vivido por la población. La historia de la iglesia dominicana tiene algunos hitos importantes, por lo que hay que profundizar. Este artículo no pretende tratar esas características especiales de la Iglesia, sino que se dedicará a poner de manifiesto el papel desempeñado por Monseñor Pittini en la llamada Era de Trujillo, desde el inicio de su episcopado en 1935, hasta su término en 1960.

Durante 25 años la Iglesia Católica Dominicana estuvo al frente al arzobispo Ricardo Pittini, a quien le tocó lidiar con los aspectos políticos, sociales y eclesiásticos suscitados en la República Dominicana en la época de la Dictadura. Su designación vino para buscar una estabilidad en el mandato eclesiástico, y transitar entre un gobierno dictatorial. El Papa Pío XI lo designó arzobispo de Santo Domingo el 11 de octubre de 1935.

Su tránsito por el único arzobispado de Santo Domingo no iba a ser fácil pues, tenía varios factores en contra, entre ellos: le tocaba sustituir a un administrador apostólico dominicano, su condición de extranjero en un país convulso, las constantes injerencias hacían amargas las experiencias religiosas en un país que no terminaba de construir su identidad. Aquí es que adopta ribetes especiales la gestión de monseñor Pittini.

Las exquisita formación, su pensamiento profundo y universal y las cualidades humanas que lo ordenaban, sirvieron de base para que su nombramiento jugara un gran papel en la Iglesia Católica Dominicana, ayudándolo a esquivar las dificultades que surgieron en los inicios de su gobierno de la Iglesia Dominicana, su papel fue trascendental en el desarrollo de esta. Ese escenario le dio la oportunidad de aplicar cambios en la disciplina formativa de los receptores de la filosofía de institucional de la Iglesia. En sus acciones se preocupó se por desarrollar el Seminario Conciliar Santo Tomás de Aquino, gestionó fondos para la educación religiosa en el país, proyectó la Iglesia hacia el pueblo dominicano con publicaciones de la curia a través de las revistas eclesiásticas existentes, tales como Boletín Eclesiástico, La Verdad Católica y l la constante publicación de artículos en los periódicos nacionales.

Con el nombramiento de Pittini se fortalecieron las relaciones entre la Santa Sede con el Estado Dominicano, y con otros Estados con los que, por su origen salesiano, el prelado tenía buenas relaciones. La República Dominicana tenía contactos particulares con Uruguay, Estados Unidos, Haití, y casi toda Latinoamérica. Además, en su gestión se fueron desarrollando trabajos en la congragación salesiana, se modernizó la estructura organizativa de la Iglesia Católica en la Republica Dominicana y las fraternidades de grupos de apoyo de la Iglesia Dominicana.

La situación que encontró Pittini al momento de asumir la iglesia en República Dominicana era bastante compleja y su relación al desarrollo, pues “había 12 vicarias, 57 parroquias, 45 párrocos, de ellos algunos religiosos”[1]. Para enfrentar la problemática Pittini solicitó personal capacitado, por ello procuró la llegada de clero extranjero y de institutos religiosos para que así se formara un clero nacional. Entre los grupos que llegaron podemos citar: los hermanos de La Salle, las religiosas salesianas de María Auxiliadora, jesuitas, los Misioneros del Sagrado Corazón y múltiples congregaciones que se fueron sumando a la labor transformadora de monseñor Pittini.

Debido a la inquietud que le generaba el estado de pobreza que se vivía en la frontera domínico-haitiana, la mala atención a los feligreses de la Línea Fronteriza y la escasez de recursos recurrió a los oficios del nuncio Fietta para presentar al gobierno dominicano un proyecto en el cual una misión católica se dedicara a ayudar, educar, evangelizar y salvaguardar los intereses de la sociedad civil y eclesiástica en la zona. Ese proyecto fue denominado “Misión de la Frontera”.

Trujillo prometió dar una gran ayuda al proyecto “Misión de la Frontera”, para el que se designó al Superior de los jesuitas, Felipe Gallego, iniciando el  día 9 de agosto de 1936 con la puesta en circulación de una carta para los fieles de las parroquias de Copey y Dajabón en la cual se mostraba una especie de convivencia entre el régimen dictatorial y la Iglesia: “El Excmo. y Rvdmo. Sr. nuncio del Papa en Santo Domingo, Mons. José Feitta, conocía íntimamente los deseos que animaban al presidente Trujillo, de engrandecer a su Patria y ayudar a  todos los que abriguen el mismo ideal, y a la generosidad y civismo del presidente recurrió el nuncio en demanda de auxilio para crear una misión católica, que confiada a la comunidad de sacerdotes velara por los intereses religiosos y cívicos de los ciudadanos dominicanos de la frontera oeste.[2]

En el año 1936 se produjo un cambio de nuncio, sustituyendo a Fietta, Mons. Maurilio Silvani, que al ser recibido por Trujillo le fueron deparados los elogios del trabajo de Feitta y una promesa de cooperación de parte del dictador que señalaba su relación con la Iglesia. En su discurso de presentación, Mons. Maurilio Silvani, muestra su línea de pensamiento cuando afirma: “He propiciado con amoroso cuidado el auge y esplendor de la Iglesia Católica, asignándole personalidad jurídica en la República, dispensándole apoyo moral y material a las escuelas que están a cargo de religiosos, ya contribuyendo a la formación y sostenimiento del clero, ya abriendo las puertas del país a la institución salesiana, y en todo momento, protegiendo con la autoridad del Estado la obra que realizan entre nosotros los esforzados propagadores de la fe cristiana”[3]. Había un rejuego político de ambos lados, la Santa Sede motivando a seguir una línea trazada y el gobierno mostrando los aportes que había realizado en favor de la Iglesia.

El nuevo nuncio trajo desde el Vaticano la propuesta de condecorar a Trujillo con la orden de San Gregorio Magno, expresando con ello las intenciones de la Santa Sede de afianzar más las relaciones con el gobierno de Trujillo. Silvani, en nombre del Papa, se tomó la libertad de enumerar una serie de acciones que había hecho Trujillo, a la Nación y al mundo.

En la dictadura de Trujillo, Pittini tuvo que saber manejarse, ya que enfrentó momentos muy difíciles, como el caso de la matanza de haitianos de 1937, situación ante la cual había interpuesto su accionar en el año 1936, pero Trujillo hizo caso omiso a las peticiones y elogios de convivir de manera pacífica y armoniosa entre los nacionales haitianos y dominicanos. Esto provocó que Pittini tomara una posición crítica ante el gobierno de Trujillo, iniciándose un período de tensiones entre el representante de la Iglesia y el Presidente.

Hay un conjunto de acciones y realizaciones que son el producto de las acciones de Pittini. A decir: creó el Seminario Menor del Santo Cerro, el 11 de septiembre de 1939, entre 1942 y 1943la recuperación del Palacio Arzobispal, desarrolló el programa de la Misión Fronteriza, un donativo de Trujillo de $1,000.00 al Seminario, gestiones para ampliar la personalidad jurídica de la Iglesia, y finaliza con el nombramiento del arzobispo coadjutor Octavio A. Beras con derecho a sucesión.

A pesar de las ayudas que Trujillo entregó a los proyectos de Pittini, este tenía gran inquietud por las malas actuaciones de este, por ello siempre buscó la intercesión del Papa o de los Estados Unidos, debido a que si él lo hacía traería consecuencias a la Iglesia Dominicana. Esto no impidió que Pittini y Trujillo emprendieran una lucha común contra las sectas protestantes y el comunismo ateo, cada cual colaboraba con informaciones y datos sobre las actividades de estos dos grupos.

En el año 1953, Pittini obtuvo un gran logro, y fue noticia la promulgación en 1953 de la Ley de Enseñanza de la Religión y Moral Católica, que tanto habían estado esperando el arzobispo y el coadjutor, que habían hecho el pedido en varias ocasiones años atrás.

En 1954 llega la firma del Concordato, este no era una novedad, ya que previamente se habían firmado muchos concordatos. Como cuerpo legal, facilita, regula y delimita las actividades de la Iglesia Católica con respecto al Estado, se firma por parte de la Santa Sede y del jefe del Estado que se trate, basado en temas de mutuo interés, con implicaciones jurídicas para ambas partes. Para firmarlo se tomó como lugar el Vaticano, por lo que Trujillo viajó a la Santa Sede y firmó el documento junto a Monseñor Doménico Tardini nombrado por el papa Pío XII estos fines.

El 28 de febrero de 1956 se celebró el Congreso Internacional de Cultura Católica, inaugurado por Monseñor Pittini, quien hizo una introducción breve, para luego pasar la palabra al presidente Trujillo, quien basó su discurso en una retórica acerca de la moral cristiana, la educación católica y los enemigos desconocidos que ella poseía.

A partir de 1957 se comenzaba un nuevo giro en torno a las relaciones Iglesia y Estado, la razón fundamental fue la designación de Juan XXIII como Sumo Pontífice en 1958. Caídos los sistemas autoritarios de Domingo Perón en Argentina y Fulgencio Batista en Cuba, se inicia un descontento internacional contra Trujillo, principalmente por Estados Unidos, esto debido a sus acciones sobre todo, en contra de los Derechos Humanos. Hubo factores internos que provocaron descontento, en la sociedad nacional, como la agudización de la crisis económica nacional, consciencia del pueblo de lo dañino en que se convirtió el gobierno de Trujillo, el auge de movimientos anti- trujillistas, clero nacional fortalecido, llegada de nuevo nuncio y el superior de los jesuitas enviados por Juan XXIII, esto puso en entredicho las acciones del Gobierno Dominicano.

Para el 25 de abril de 1958, la figura de Pittini ya no era la misma de antes, con una avanzada edad – 82 años cumplidos- y los problemas de salud que presentaba, fundamentalmente la ceguera, no podía asumir las acciones de liderazgo que había tenido antes. Para finales del mes de enero de 1960 hubo una serie de acontecimientos y sucesos que llevaron a la confrontación entre la Iglesia y el Estado, sumado a los enfrentamientos entre estudiantes y la policía secreta del régimen, el hecho trascendió a las más altas esferas del poder, tanto de la Iglesia como del Estado

Fruto de estas situaciones el nuncio Zanini declinó bendecir la Feria Ganadera organizada por Trujillo, y el superior de los jesuitas el Padre Miguel Larrucea negó su permiso para que los alumnos del Instituto Politécnico Loyola desfilaran en la misma. Allí, el conflicto llegó a su punto máximo y la figura de monseñor Pittini culminaba su influencia en la sociedad dominicana.

[1]             Francisco Rodríguez de Coro, Pittini. El arzobispo que se enfrentó a Trujillo, (Madrid: NIPACE, 2010), 259.

[2]             “Carta circular del Superior de la “Misión Fronteriza” a los fieles de la parroquia de Dajabón y Copey (Dajabón, 9 de agosto de 1936)”. AHPA. Documentos varios (1936-1061), No 37.

[3]             Zenón Castillo de Aza, Trujillo y otros benefactores de la Iglesia, (Ciudad Trujillo: Hándicap, 1961), 217.