Algo que me agrada desde siempre es contemplar antiguas fotos familiares, muy especialmente aquellas que fueron hechas en blanco y negro, que ya van tomando un color sepia por el paso del tiempo. No sé qué tienen esas fotos que me atraen. Será por su valor artístico, la definición de los perfiles de las personas, la luz y las sombras, la claridad en las miradas es inigualable. Será por las historias sin palabras de otro tiempo que nos relatan.
Aprecio aquellas de la juventud de Mami. Las miro e intento imaginar su juventud en las décadas de la dictadura, o hacia el final de esta. Ese tiempo en que vivió con sus padres y sus hermanos en su ciudad natal, San Pedro de Macorís, que aún conservaba cierto señorío arquitectónico y urbanístico, propio de un tiempo anterior mucho más próspero, la época de la danza de los millones.
Entre ellas descubro una joya. Se trata de la fotografía de su graduación de bachiller de la Escuela Normal de la ciudad de San Pedro de Macorís, tendría 17 o 18 años. Su rostro aparece iluminado en dos tercios, al estilo de las fotografías de estudio de la época. Su mirada luce nueva y honesta, sin sonrisa en los labios. La imagino nerviosa preparándose para la culminación de un importante hito en su vida, ilusionada y decidida peinando su abundante cabello negro rizado medio recogido hacia atrás, dejando su rostro hermoso despejado completamente a la vista; como si la viera colocándose las dormilonas de perlas como aretes y el clásico collar de perlas de tres vueltas.
Su vestido, que debió ser blanco a la usanza de entonces, de tela bordada con diminutas flores, mangas abullonadas ajustadas al brazo, escote de corazón alto, cintura ajustada y falda amplia, a la usanza de entonces, seguramente cosido por una de sus hermanas, nadie pensaba en comprar vestidos hechos en una tienda. En una de sus manos sostiene un ramo de flores naturales con elegancia natural, y algo que parece el certificado de bachiller en la otra, que la habilitaba también como maestra de primera enseñanza.
En un álbum conservo las fotos de su graduación universitaria en el año 1986 como Contadora Pública Autorizada, con esclavina y birrete. Todas a color. En ninguna disimula la sonrisa. Fue un día de alegría, satisfacción y orgullo para toda la familia. No hace falta que intuya las emociones del día, son recuerdos que permanecen.
Mami había decidido en 1981 ingresar a estudiar una carrera universitaria. Con esta decisión Mami nos daba un ejemplo de vida importante, pues en una época previa a la educación diseñada para adultos, ella con 48 años, tuvo las ganas, la motivación de comenzar a estudiar una carrera, prácticamente 30 años después de haberse hecho bachiller, con media vida recorrida, y enormes desafíos. Estos recuerdos me llenan de admiración y cariño.
Regresemos a su vida en blanco y negro. Inesperadamente encuentro un carnet con su foto al dorso, y la expresión que ya comunicaba su coraje y resolución me permitió constatar que Mami a sus 27 años ya era archivista del Banco de Crédito Agrícola e Industrial. Su mirada en ángulo diagonal, al igual que en fotos anteriores, sus ojos transmiten gran serenidad, su expresión con un poco más de madurez que en la de bachiller, refleja inteligencia.
Una edad similar debía tener en una foto preciosa de cuerpo entero, más espontánea junto a su hermana, mi tía Olga, a quien adoraba, frente a la puerta de su primer hogar en la calle Sánchez de San Pedro de Macorís. Ambas hermanas estaban vestidas de camisero negro o algún color oscuro, con falda amplia a media pierna y zapatos de tacón bajo y color oscuro. En esta imagen su amplia y preciosa sonrisa se revela, lo que me apura a suponer algún encuentro feliz en ese momento.
Una característica de Mami es su amor por las plantas, cuidarlas, mimarlas, caminar por su patio. Para testimoniarlo tengo una fotografía magnífica ampliada 7×10, impresa en un buen papel, lamentablemente desgarrada en los bordes, con Mami vestida de negro en pantalones y camisa, cuidando una de sus plantas en el patio de la casa de mi abuela. Tendría poco más de 20 años. Esta foto posee gran valor artístico y de cariño, especialmente porque se nota que la misma fue tomada de forma espontánea. La planta, de su misma estatura, se parece al palo de Brasil, dibuja sinuosa la luz y la sombra sobre su vestimenta negra.
En la imagen, mami no mira a la cámara, sino a la planta, y sin embargo la misma transmite armonía, dulzura, y cuidado, al tiempo que sosiego y constancia, lo mismo que nos ha transmitido como madre, características que contrastan con el coraje y la resolución manifiestas en la foto descrita antes.
Este ha sido un recorrido jovial y sosegado de la juventud de mami, con la ayuda de algunas de sus fotos. 900 palabras no me alcanzaron para relatar tantos recuerdos y emociones rescatados, de manera que continúo en la próxima con momentos cruciales de su vida.