Relatos Inocentes es la más reciente obra publicada por Rafael Chaljub Mejía. Desde la primera página el libro cautiva al lector, transportándolo al pasado, llevándolo a la infancia de nuestros padres y abuelos; aquellos tiempos en los cuales a pesar de la dictadura, la comunidad rural era una familia, un idilio de solidaridad, respeto mutuo y honradez.
Hace algunos años, mientras conducía por las entaponadas calles de Santo Domingo, al cambiar el dial del radio de mi vehículo, sintonicé un programa de perico ripiao, música tradicional del campo dominicano. Me cautivó el nombre del programa; sencillo, común, pero trascendente en su significado para nuestra cultura popular, “Fiesta y mañana Gallo” conducido por Rafael Chaljub Mejía. Quien es un dominicano sin poses, que acudió con las armas junto a Manolo Tavares Justo a las “escarpadas montañas de Quisqueya”, sobrevivió a la clandestinidad sin pasarle factura a la patria, a diferencia de otros seudos héroes que han vivido a expensas de la vaca nacional.
“Dímele a Banía que me la siembre, que según vaya creciendo ese almendro irá creciendo la revolución y a la sombra de esa mata celebraremos el triunfo”, con estas palabras Rafael Chaljub envió a su madre un árbol, que según relata, fue cuidado por toda la familia hasta erguirse 58 años después como un almendro fuerte e imponente, cuya sombra es testigo de especiales acontecimientos, verbigracia el amor del propio Rafael y su esposa Dulce, ya con más de medio siglo de unión matrimonial.
Relatos Inocentes resulta ser una lectura distendida, fresca y necesaria para avivar nuestras tradiciones. En sus páginas el autor refiere las creencias y mitos que han pasado de generación en generación. Las historias de ciguapas, galipotes y curanderos que era común escuchar hablar a nuestros ancestros con una convicción casi fanática de tal existencia. Anota el autor sobre el valor de las comadronas, figura neurálgica en los campos para las embarazadas en su labor de parto.
Vale acotar, que si bien es cierto la función de comadrona generalmente era un oficio de mujeres, existieron casos excepcionales de hombres que realizaban dicha labor, tal es el caso de Eulogio Sánchez, un llamado curioso del Mamey, Municipio Los Hidalgos en Puerto Plata, que en la primera mitad del siglo pasado preparaba brebajes, atendía a quienes asistían a su lugar en busca de sanación y también ayudaba a las embarazadas a traer al mundo a sus criaturas.
En forma acogedora, el libro nos sumerge en Las Gordas, comunidad de nacimiento de Rafael; quien creció en su comarca rodeado de una majestuosa vegetación, al lado del entonces caudaloso rio Boba. Un infancia con las precariedades propias de la época de la dictadura de Trujillo (miedo al régimen, pocas vías de acceso, sin energía eléctrica), pero con abundantes valores éticos y morales que se evidencian en las anécdotas de los personajes mencionados; personas de poca o nula educación académica formal, pero sobrados de honradez, solidaridad y respeto por los demás. Una sociedad devocional con sus actos religiosos de fe católica, con sacerdotes extranjeros quienes hacían de su feligresía una milicia, como el caso del capitán Candelario de la Iglesia, quien atacaba como fiera a los protestantes que osaban irrumpir en sus dominios.
En la actualidad vivimos en un mundo que fruto de la globalización, del avance en las tecnologías y el capitalismo imperante, somos todos victimas del proceso de transculturización; la influencia de costumbres externas que vamos adquiriendo como propias dejando de lado nuestras verdaderas raíces. Reza un refrán popular “quien no conoce su historia, está llamado a repetirla”, de aquí que invito a todos a leer Relatos Inocentes, para que puedan apreciar nuestra verdadera cultura, para no dejar perder nuestras tradiciones cuyas sumatorias (idioma, arte, música, mitos, etc.) constituyen nuestra identidad Nacional.