Seguramente habrás notado el uso excesivo y poco coherente que se ha estado haciendo del término “cuántico”. Prácticamente se ha utilizado hasta para venderte un helado. Sería comprensible si vieras con suspicacia el que en este escrito lo apliquemos a nuestra forma de relacionarnos con todo y todos. Pero te invito a que reflexionemos sobre la correspondencia entre esos términos.
Todo lo que conocemos está condicionado por lo que aprendimos de la física, es el marco teórico que engloba todo lo conocido. Para quienes no estén familiarizados con el término “cuántico”, explicaremos su importancia.
Conocimos la Física Clásica o Newtoniana en la escuela, ahí fundamentamos nuestra concepción del Mundo. Acorde a lo que aprendimos, surgen una serie de paradigmas que nos bloquean, ya que limitan nuestro conocimiento de lo que realmente somos y lo que podemos ser. Con el simple conocimiento de la mecánica de las partículas subatómicas, lo que hoy llamamos milagroso podríamos verlo como natural. Llegamos a creer que si no sabíamos cómo algo podía suceder, sencillamente no podía suceder, pero lamentablemente no somos la referencia.
La Física Cuántica nos ha ayudado a comprender que somos energía que temporalmente asumimos formas materiales. No es necesario “creer” que somos energía, porque hoy en día la Ciencia nos permiten “saber” que lo somos. Nuestra energía vital mantiene cohesionadas y funcionando las partículas o elementos que nos constituyen, pese a que no nos damos cuenta de que se mantienen fluyendo, renovándose, entrando y saliendo de nuestro cuerpo. El día que nuestra energía se desprende de nuestro cuerpo, éste sigue presente, pero inicia su autodestrucción.
Si crees que eres simplemente un pedazo de carne que produce pensamientos, te resultará difícil entender tu relación con los demás y con el Mundo.
Es importante que sepas que tú y yo nos relacionamos, aunque nuestros cuerpos no estén al alcance de nuestros sentidos conocidos. Que lo que te afecta, a mí me afecta y que cualquier disturbio que provocamos al relacionarnos con los demás, SIEMPRE encontrará la forma de compensarse. Es decir, el bien o el mal que hagas, puedes ocultarlo de los hombres, pero no de las leyes que rigen el Universo. Por tanto, el crimen perfecto solamente existe en la mente de los humanos poco evolucionados.
Si a un salón entra alguien cargado de sentimientos muy negativos, muchas personas son capaces de reconocer que el ambiente se ha cargado y en ocasiones, pueden incluso sentir manifestaciones físicas desagradables. De igual forma, hay quienes han sido descritos como personas: medicina, vitamina, angelicales o positivas, y los demás reconocen que cuando están con ellos se sienten descargados.
Algunos escépticos dirán que eso solamente se debe a actitudes, tipos de palabras o entonaciones al hablar y no al flujo u ondas de energía, pese a que hemos podido registrar y medir gran parte de los flujos energéticos de nuestros cuerpos.
Aunque no hemos estudiado la energía sanadora que fluye de la mano de una madre cuando toca su niño enfermo, hoy sabemos que, sin ese toque, a veces los medicamentos son inútiles. Lamentablemente los millones que se invierten en investigaciones científicas, normalmente son sólo para demostrar la eficacia de los fármacos y equipos más costosos, por razones obvias.
Constantemente movilizamos energía a nuestro alrededor, con nuestras miradas, nuestros gestos, palabras y actitudes. En todos los tiempos, lugares, culturas y religiones, se describen curaciones con la imposición de las manos. Pese a que la ciencia ha demostrado con creces que de nosotros emana energía y que fluctúa de acuerdo con nuestros pensamientos, sentimientos y emociones, nos mantenemos cerrados a ese conocimiento e incluso, curiosamente muchas personas le temen.
Algunas facultades como la comunicación telepática sí existen, pero usualmente se requieren estados de conciencia muy estables para captar y emitir en ese nivel de frecuencia, lo que dificulta las investigaciones. Pero a pesar de la abundancia de charlatanes, la mayoría de las personas hemos tenido experiencias paranormales, directa o indirectamente, aunque nos cueste admitirlo públicamente.
Quien aprende algo de ciencia, podría creer saberlo todo, lo que le haría cerrarse a lo que le falta por entender. Otros creen que la Fe es una especie de licencia para no pensar y que Dios prefiere que no desarrollemos nuestras facultades mentales (Mateo 25: 14-30).
El tiempo es relativo, tus seres queridos fallecidos siguen siempre unidos a tu corazón y puedes expresarles lo que desees, aunque ya no estén aquí.
El espacio es una limitación relativa, sin lugar a duda se facilita relacionarnos con quien esté más cerca, pero no conocemos todas nuestras posibilidades.
La vida no termina, sólo cambia. Por la Ciencia, sabrás que la energía nunca perece, solo se transforma, y tú eres energía. Aunque, si en vida no pudiste despertar, al morir seguirás durmiendo (Juan 11: 25-26). Si eres creyente y crees que tu vida terminará, entonces sencillamente no eres creyente.
Vive como si hoy fuera tu último día, pero trata a los demás como si no fueras a morir nunca.